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Nuestro destino en manos de Belén Esteban

● IBAÑEZA.ES ►Sábado, 21 de enero de 2012 a las 14:02 Comentarios desactivados


Dicen que quien siembra vientos que recoge tempestades. Gran Hermano arranca su decimotercera edición con un 24,5% de cuota de pantalla. En su minuto de oro, más de cinco millones de personas en nuestro país visionaban el reality en Telecinco. (NOTA DEL AUTOR: Si ahora mismo un escalofrío acaba de recorrer su espalda, todavía queda esperanza en el planeta).

No sé en qué momento de la historia deformamos por completo nuestro concepto de entretenimiento. Cual fue el punto de inflexión para que en España comenzase a arrasar la telemierda -y perdonen la expresión- y los españoles empezasen a disfrutar viendo a 13 fulanos en pijama soltándose ordinarieces las 24 horas del día.

Lo que en sus inicios fue un experimento televisivo y sociológico, recibido por la audiencia con curiosidad, se ha convertido en el escaparate del mal gusto, de la grosería y del despropósito. El concepto del programa, que se basaba en observar a gente corriente comportándose en una situación de convivencia anómala y vigilada, se ha convertido en el pábulo de cuanto mangante procrea nuestro país. Y para ejemplo un botón: La estrella de la reciente edición es un sacerdote catalán al que le va el heavy.

Admitámoslo, nos pone lo chusco.

De media, el español se merienda cuatro horas de televisor diaria. Casi nada. Y está demostrado que la tele moldea nuestro pensamiento. Es decir, que buena parte de nuestro raciocinio diario se ve troquelado por karmele Marchante, kiko Hernández y otras efemérides varias que pueblan nuestras pantallas. Así que si juntamos todos estos elementos en una fórmula sencilla…

Hace poco, viendo La Dama de Hierro, Meryl Streep me reencontró con una cita de Ghandi que apuntaba: «Vigila tus pensamientos, porque se convertirán en palabras. Vigila tus palabras, porque se convertirán en actos. Vigila tus actos, porque se convertirán en hábitos. Vigila tus hábitos porque se convertirán en tu carácter. Vigila tu carácter, porque se convertirá en tu destino». ¿Y cuál es la conclusión -aterradora- que saco yo de todo esto? Que nuestro destino está en manos de Belén Esteban. Acabo por donde empecé: Sembremos vientos y deleitémonos con las tempestades.

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