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Tres bañezanos vuelven a coronar el Mont Blanc, ahora desde Italia

● Ibañeza.es ►Sábado, 20 de septiembre de 2014 a las 0:07 Comentarios desactivados


Raúl, Juan Carlos y Ricardo, durante su viaje a Italia para coronar el Mont Blanc. / Foto: Club de Montaña Teleno

Club de Montaña Teleno

Como viene siendo habitual desde hace mas de 12 años en el verano, el Club Teleno lleva a cabo su salida al extranjero en busca de nuevas cimas, este año con un ambicioso proyecto: coronar el Mont Blanc de nuevo, pero en esta ocasión, por la técnica vertiente italiana a través de la mágica Arista Innominata. Los montañeros bañezanos Juan Carlos, Richard y Raúl volvían de nuevo al Macizo del Mont Blanc confiando en poder hacer cima si la meteorología lo permitía.

Nada más lejos de la realidad, después de la euforia inicial por las buenas previsiones climatológicas llegó el revés: 12 horas de viaje , la mochila a la espalda y en el mismísimo Courmayeur la noticia más inesperada: el único puente que cruza el arroyo glaciar en Val Veny ( punto de partida de la aproximación a la vía) ha sido arrastrado por una riada , no hay más puentes. No hay otros accesos . Imposible vadear un arroyo que se nutre de los principales Glaciares de la cara Sur del Mont Blanc. No hay Innominata posible.

Después de el estupor inicial toca reponerse. Nuevo objetivo: Les Droites (4001 ms) por su cresta Sur-este, una subida en mixto de roca y nieve que debería de estar en aceptables condiciones en esta época del año.

Vuelta atrás a Chamonix y al día siguiente la aproximación al refugio de Couvercle (2698 ms), siete horas de aproximación por terrenos variopintos: bosque, glaciar, vía ferrata y por fin el refugio enclavado en una pequeña isla de verde entre glaciares y vertiginosas cimas.

El día siguiente se presentaba complejo, las reseñas hablan de tres horas de aproximación para bajar al Glaciar de Taléfre ( mediante una maroma por una vertical pared de granito pulido) y encontrar la subida al corredor por el que comenzaba la vía; no sería tarea fácil adivinar el paso entre las múltiples grietas trasversales que marcaban profundamente la superficie glaciar.

A las dos del mañana y con la luna y los frontales como únicos aliados partía la cordada bañezana. Tras cuatro horas zigzagueando y ganando altura entre grietas y seracs llegan a una profunda e insalvable grieta a unos 3400 ms de altura, toca dar vuelta para abajo buscando las huellas por el laberinto de hielo; ya con la claridad del amanecer se orientan y descubren el paso más hacia el Este; son las 8 de la mañana y comienza la ascensión como tal, demasiado tarde pero…

Los primeros cientos de metros discurren por un corredor cómodo con posibilidad de asegurar en la roca adyacente, después la vía gira para ganar el espolón Sur-Este mediante tramos de mixto hasta un punto donde la roca vertical interrumpe la progresión y obliga buscar una travesía que gana la una pala más abierta orientada al Este, son más de las 12 de la mañana y la nieve comienza a ponerse impracticable, unos metros más y hay que tomar una decisión: el altímetro marca 3.870 metrs a sólo 130 de la cima, de los mágicos 4.000 metros, queda poco pero hay que pensar en la bajada.

No hay discusión, no hay dudas: es tarde y con el estado de la nieve destrepar lo escalado no es una opción, habrá que rapelar ( y eso lleva tiempo) y después salir pitando del glaciar. Tras deshacer la travesía de nuevo hacia el espolón empiezan los rapeles a la una de la tarde. Tres horas y pico más para la docena de rapeles que se precisan para pisar de nuevo el glaciar, la ruta más sensata parece ser pegado a la orilla Este del Glaciar para salir a la morrena rápidamente, tras un par de perdidas y vueltas atrás a las seis de la tarde ya están en el conocido como Jardín de Taléfre, una porción de tierra fértil entre lenguas glaciares con una preciosa laguna de un intenso azul al fondo y manadas de rebecos correteando libremente. Ahora toca perder altura hacia el valle, cruzar el glaciar y remontar de nuevo la pared por la maroma (uff). La morrena es un caos de piedras y caminar por ella después de tantas horas se hace lento, los minutos pasan rápidos y las distancias parecen no decrecer nunca, queda menos de media hora para el ocaso y todavía en el valle sobre el glaciar; apurando el paso: es imprescindible encontrar la maroma en la inmensa pared ,una vez localizada no importa que la luz decrezca, de nuevo hay que poner las frontales para subir el último escollo del día esos metros verticales tirando de brazo por la gruesa soga.

Una vez en el sendero, camino del refugio, sin temor a nuevas dificultades , una última mirada atrás hacia el glaciar descubre una estampa única, la luz de la luna arrancando destellos dorados de los pequeños pozos y charcos que cubren la lengua glaciar como si fueran diminutos fuegos vacilantes.

Un magnífico colofón a una larguísima jornada de montaña (20 horas!!) , un gran día para recordar a pesar de no haber pisado la cumbre. Cèst la vie.

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