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Ha llegado la era de los mil y un aparatejos inútiles

● A. Cordero ►Domingo, 28 de septiembre de 2014 a las 9:46 Comentarios desactivados


Nuestras abuelas que, dicho sea de paso, nos sacaban bastante ventaja a la hora de cocinar, tenían unos pocos cacharros, las más privilegiadas un libro de cocina y el resto, unos cuantos apuntes en la cabeza sobre los secretos que habían ido recopilando de sus madres, abuelas o vecinas, a lo largo de toda su vida y que ponían en práctica cada día y cada fiesta. Repetían el éxito una y otra vez e hicieron que muchos de aquellos sabores tradicionales hayan traspasado las barreras de la memoria dejando un recuerdo que, en muchas ocasiones, permanece inalterable con el paso del tiempo.

Pero, evolucionamos, afortunadamente, aunque entre fogones no todo lo moderno es malo ni todo lo tradicional, bueno. Lo del término medio se impone y casi siempre es lo ideal. Ya no nos imaginamos la cocina con fogata, puchero, vajilla de barro y cubertería de madera, ni vivir sin batidora, vitrocerámica o microondas. Los tiempos han cambiado y con ellos muchas de aquellas costumbres que no sólo nos han modernizado, sino que nos han facilitado la tarea y nos han abierto muchas posibilidades.

Y es que más allá del refrito con pimentón hay unas cuantas técnicas que yo- simple aficionada- apenas conozco de referencias de parte de profesionales del sector, o de inmersiones puntuales en el mundillo del fogón, pero me sale de ojo la inutilidad de muchos de esos cacharros que los fabricantes y algunos gurús entendidos con página web de cocina, pretenden hacernos ver como “imprescindibles”, cuando no dejan de ser simples cacharros aspirantes a quedarse olvidados en los cajones, mientras éstos tengan capacidad suficiente para albergarlos.

Pero me gusta husmear en las estanterías de artículos de cocina de las tiendas especializadas y, entre los últimos cachivaches que he visto, figuran unas gafas para cortar cebolla sin llorar, un aparatejo para hacer albóndigas, otro para hacer empanadillas “con sellado perfecto” un pela ajos, un cortaverduras con todas las posibilidades imaginables, una especie de sandwichera para hacer cupcakes… y otros muchos que mi incultura en el ramo y mis escasos conocimientos de sus idiomas de origen, no me han permitido imaginarme su utilidad y sus virtudes con sólo mirarlos.

Sabemos que los inventores están a inventar, los fabricantes a crear necesidades muchas veces innecesarias, los vendedores a vender y los intermediarios a cobrar la comisión… pero el sentido común está para ponerlo en práctica y pensar que no todos seremos chefs, por mucho que los programas de la tele nos permitan soñar o por mucho que nos compremos los cuchillos de Arguiñano; las horas de manejo y los miles de cebollas cortadas que han pasado por su mano nunca se incluyen en el envase.

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