En mis tiempos de estudiante eso de conseguir un diez era casi inalcanzable, salvo en raras ocasiones y cuando la asignatura se dejaba acariciar dando lugar a una especie de sueño realizado; un trofeo con el que presumir ante cuanto escéptico se cruzara en mi camino haciendo alarde de su capacidad para adivinar o a su narcisismo que le hacía verse como alguien casi sobrenatural, obligado a compartir trono. Pero soñar con el 10 se hacía casi obligatorio en cada cita electoral, digo ¡con los exámenes!
Así pasa en la política bañezana, que los interesados, no conformes con sacar un 9, que ya estaba bien, apuestan al 10, aunque los tiempos de estar entre las aulas –o a la puerta del instituto -hayan pasado hace tiempo, ya que los que se van a examinar en breve siguen soñando con alcanzar esa quimérica cifra. Yo, que de naturaleza suelo ser bastante incrédula, y siempre tengo en mente esa expresión que dice que “soñar es gratis”, en estos momentos en que todas las expectativas son al alza y los sueños suelen ser bastante propicios, mi consejo es que se dejen llevar por lo (im)posible y –hasta que llegue la realidad el domingo con su veredicto implacable- sueñen. Sueñen, que es gratis.
Quizás cuando Calderón de la Barca decía que la vida es sueño pensara en esa facilidad que tenemos la raza humana para dejarnos llevar por aquello que nos gustaría conseguir y que casi siempre el trabajo y la perseverancia son los únicos que harán posible su realización. Pero reflexionando un poco, que es más útil que soñar, creo que no va a poder ser –queridos candidatos a alcaldes- porque en esta ocasión el sueño no es individual ni factible, en esta ocasión el sueño viene en forma de tarta que hay que repartir… y contar con el apoyo de demasiadas personas a las que no es fácil convencer…
Es por eso que en vísperas de elecciones, cuando se multiplican de forma imparable los apretones de manos, los besos y las alabanzas que –curiosamente- también son gratis, no es bueno creerse todos los requiebros ni tener un exceso de vanidad que pueda mostrar una imagen distorsionada de la realidad haciendo que el día “D” la caída pueda ser estrepitosa y la vuelta a la realidad demasiado real para poder superarla. Es mejor ser parcos en sueños -aunque sean gratis-, mirarse al espejo y ser consecuentes con la realidad.
Y es que, queridos amigos, echando mano de las matemáticas que suelen ser más precisas que los sueños, si multiplicamos 5 candidatos por 10 concejales conseguidos, la cifra resultante se me dispara hasta el infinito y, hasta donde yo sé, los asientos disponibles en el salón de plenos sólo son 17. Es aquí donde se me plantea una duda: o se lleva a cabo la propuesta de uno de los candidatos hace unos días “hacer los plenos en el polideportivo”, o aconsejamos a los aspirantes que se bajen al suelo y busquen la posibilidad de soñar un poco menos y acomodarse en los asientos que vayan quedando libres; que algo me dice que no van a ser tantos como ellos piensan.
