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La escuela en el partido bañezano a la mitad del siglo XIX

● IBAÑEZA.ES ►Viernes, 24 de junio de 2016 a las 8:42 Comentarios desactivados


Ya en noviembre de 1822 acordó la Diputación Provincial de León un Plan de Escuelas (adelantado a su tiempo, pero que no se llevó a cabo) que materializaba en su jurisdicción lo establecido constitucionalmente en 1812 en cuanto a la existencia de una escuela en cada pueblo, su duración de ocho meses lectivos al menos en los de número inferior a cien vecinos y de todo el año en los que lo superen, las dotaciones de los ayuntamientos para el pago a los maestros y para disponer de locales decentes y sanos y adecuados utensilios de enseñanza, los horarios escolares, las materias a impartir, la supervisión mensual de educadores y educandos por los consistorios y los párrocos, y la separación de niños y niñas incluso saliendo al “recreo” en distinto tiempo cuando solo hubiese una escuela, que habría por ello de ser mixta, avanzándose notablemente en las siguientes décadas, de modo que en 1847 y según lo que sus corresponsales le contaron a Pascual Madoz, había 807 escuelas elementales en ella, del total de 13.334 calculado para todo el país, aunque solo 92 se ubican en edificio propio, y 715 lo hacen en local alquilado, y de ellas gran parte eran de las llamadas incompletas, las que solo se abrían desde noviembre hasta febrero, época en la que los rigores climáticos no permitían la ocupación en labores agrícolas y pecuarias, y a las que asistían niños y niñas (y ocasionalmente adultos) no impelidos en ella a ayudar a sus mayores en las faenas del campo y la ganadería por las extremas carestías en las que unos y otros se mantenían y criaban, una situación que, de hecho, perduraba en los inicios del siglo XX en lugares como San Román de Bembibre, según cuenta en sus memorias quien sería el primer alcalde republicano de Ponferrada, Francisco Puente Falagán, y que aún se seguiría produciendo en 1936, al menos en el municipio de Santa Elena de Jamuz, donde uno de los corporativos, Domitilo González Lobato (mi abuelo materno), trataba entonces de arbitrar soluciones al abandono escolar que se daba al llegar abril o mayo con la necesidad de que los educandos abandonaran la escuela para ponerse a ayudar en las labores familiares.

Además, exceptuando las poblaciones relevantes y las cabezas de partido, con escuelas completas y bien montadas en lugares apropiados, en la mayoría de  los pueblos y aldeas el local escolar se halla en los lugares más inverosímiles e inhóspitos: casas del Concejo, cuadras o pajares, y hasta en algún rincón abrigado a cielo abierto (en 1900 seguían siendo las escuelas de instrucción primaria del país en su mayor parte “cuadras destartaladas” en las que se enseñaba ante todo el catecismo y la historia sagrada, careciendo los educandos de útiles escolares, y aún en 1924 se mantenían en algún lugar de la provincia leonesa condiciones parecidas y “escuelas en zahúrdas antihigiénicas”). Existían entonces 77 escuelas públicas en La Bañeza y su partido (integrado por 21 ayuntamientos y 116 pueblos), de las cuales 69 eran incompletas de niños, y 8 completas, de niñas una de ellas.

A la mitad del siglo XIX esta era la situación que de la enseñanza en el partido judicial de La Bañeza pintaba el estadista: “La educación se halla muy descuidada, de tal modo que en el día de hoy están las mismas escuelas y los mismos métodos de enseñanza que hace un siglo. El Concejo ajusta a un maestro sin título, durante la estación del invierno, el cual enseña en el pórtico de la iglesia, a falta de mejor local, a mal leer y peor escribir (y el catecismo) a unos cuantos discípulos, que empleados después en las faenas del campo durante las tres siguientes estaciones del año, olvidan cuanto han aprendido en la primera. Tal vez se espere algún remedio cuando lleguen a dar los resultados que se apetecen las Escuelas Normales, pero bueno sería convertir los estudios de latinidad que se dan en algunas villas pagados con sus propios (una peseta abona además cada alumno en La Bañeza, excepción hecha de los pobres) en cátedras de matemáticas y agricultura…”. Sin embargo, y contrariando las esperanzas del geógrafo, los pueblos leoneses no querían contratar a aquellas primeras promociones de la Escuela Normal de Magisterio y, además, les pagaban muy poco: cinco reales y un real más si el maestro sabía tocar algún instrumento para el baile del mocerío.

Casi cien años después, hasta el formidable empuje en educación de 1931 ya con la República, no era mucho lo que se había mejorado, e incluso en 1936 seguían padeciendo en nuestros pueblos aquella escolaridad estacional los vástagos de la clase campesina, como aún señalaba en 1930 Miguel Medina Bravo en su Tierra leonesa. Ensayo geográfico sobre la provincia de León: “Las escuelas se ven abandonadas desde abril hasta octubre y en cambio, en el invierno, acuden más niños de los que pueden atender los maestros y de este modo los progresos son escasos”.

Más es lo que el mismo Pascual Madoz nos muestra: en La Bañeza a la escuela de niños asisten unos 100, y 30 a la de niñas (otras 40 se reparten en varias escuelas privadas), sumando un real al mes los que leen y dos los que escriben (o cosen y bordan si son niñas) a la dotación municipal de los maestros. En algunos pueblos de la comarca: “…en Alija de los Melones hay una escuela que dura solo seis meses del año, pagada por los padres de los niños que a ella concurren y por el  fondo de propios de su Ayuntamiento… En Bustillo del Páramo hay escuela de primeras letras de niños y de niñas, a la que asisten 20 de los primeros y 15 de las segundas, que pagan al maestro cada mes un real y dos libras de pan… Castrocalbón solo dispone de escuela durante el invierno… Castrocontrigo (desgajado del anterior como Ayuntamiento independiente en el Trienio Liberal) cuenta con escuela de primeras letras a la que asisten 60 niños de ambos sexos… Cebrones del Río posee escuela de primeras letras… Laguna Dalga cuenta con escuela de primeras letras a la que asisten 120 niños, fundada y dotada por don Manuel Alonso y Mansilla, de Lima, en 1816… Villazala dispone de escuela…, y Soguillos del Páramo la tenía de primeras letras por cuatro meses…” . Escuela de primeras letras había también en Santa María del Páramo, y a ella (y a Valderas) se enviaban en 1851 ejemplares del Faro de la Niñez, enciclopedia general de instrucción primaria, moralidad y recreo infantil publicada por la Sociedad de Socorros Mutuos de Instrucción Pública con fin moralizante.

Coincide tal estado con lo que casi un siglo más tarde exponía el bañezano liberal e ilustrado Menas Alonso Llamas: “En el siglo XIX la enseñanza estaba abandonada. La educación no se conocía. En el invierno, en las aldeas algo importantes aparecían unos hombres un poco instruidos, que llamaban maestros, y enseñaban hasta en los pajares las primeras letras, pero como esta enseñanza era tan deficiente, lo que aprendían en invierno lo olvidaban en verano. Los libros donde los infantes aprendían a deletrear eran tan variados como el Catecismo y Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno (narraciones burlescas publicadas en 1620)…”.

Más información en Cabañas González, José. La Bañeza 1936. La vorágine de julio. Golpe y represión en la comarca bañezana. Volumen I. Algunas consideraciones previas. León. Ediciones del Lobo Sapiens. 2010. Y en http://www.jiminiegos36.com

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