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Atesorando nostalgia, recuerdos y sillas vacías cada Navidad

● A. Cordero ►Sábado, 24 de diciembre de 2016 a las 15:01 Comentarios desactivados


Cuento de Navidad

Al contrario que el resto de niños de su edad, Jorge no se sentía especialmente atraído por el espíritu de la Navidad. Ese sentimiento que inundaba calles, casas y corazones, para él no tenía el mismo sentido, ya que a su alrededor hacía tiempo que no se respiraba esa alegría teñida de rojo y música navideña. Los villancicos que cantaban en el colegio y las guirnaldas de colores con las que el ayuntamiento había decorado las calles, contrastaban con las sillas vacías de su casa.

Desde la ventana veía salir de la tienda donde parecían recobrar vida los juguetes, a infinidad de personas cargadas de paquetes e intentaba impregnarse del espíritu navideño que llenaba cada rincón de la ciudad. No podía evitar soñar como cualquier niño, aunque su madre no pudiera decorar la casa ni acompañarlo a enviar la carta a los Reyes Magos, pero Jorge se quedaba embelesado, con la nariz pegada al cristal esperando ver a uno de los pajes reales de la tienda; uno que siempre se fijaba en él mientras recogía todas las cartas.

Tal vez ese paje sabía por qué Jorge estaba triste tras el cristal, porque cada año al levantarse de la cama se encontraba algún presente y sabía que era cosa de aquel paje que lo miraba desde la tienda cada Navidad. Jorge cerraba los ojos para imaginarse un mundo que ya no existía, pero en lo más recóndito de sus sueños, o tal vez la magia de la Navidad, hacía posible.

Diciembre de 2016. 70 años después

Un año más al mirar hacia el piso de arriba de la vieja casa veo a Jorge que, a sus 80 años sigue pegado a la ventana, como cuando era niño, envuelto en la nostalgia que cada año le produce la Navidad. A pesar de estar tantos años empapado del ambiente navideño existente a su alrededor sigue sin gustarle la Navidad, lleva desde niño acumulando ausencias impregnadas en naftalina y recuerdos en viejas fotos amarillentas y atesorando sillas vacías alrededor de su mesa.

Tal vez, aprovechando que los niños de ahora utilizan otros medios para enviar sus mensajes a los Reyes Magos, no se note mi ausencia si dejo a un lado mis labores como cartero real y le llevo un poco de ilusión a Jorge. Seguiré cumpliendo con mi cometido de repartir la magia de la Navidad y… Quizás él necesite más mi presencia que los niños y consigo llenar por esta noche una de esas sillas vacías.

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