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Cárcel bañezana y la represión de la revuelta de octubre de 1934 (II)

● Ibañeza.es ►Lunes, 9 de abril de 2018 a las 7:31 Comentarios desactivados


De “importadores de veneno y de discordias, venidos de otras poblaciones, donde se les consideraba indeseables, para romper la armonía de las clases sociales de La Bañeza” califica El Adelanto a aquellos detenidos, y alude a algunos otros desterrados, que debieron de ser más que el anarcosindicalista y trabajador de la Azucarera Alberto Jiménez, introductor y animador del anarquismo en La Bañeza, cuyos adeptos (no más de media docena) habrían contado con un local de reunión (posiblemente en 1936) “en la escuela de don Justo García, junto a las huertas, más provisto de libros que la Casa del Pueblo”, según muestra Ernesto Méndez Luengo en su relato novelado [1977: 106], aunque Gabriel González González, entonces afiliado a las Juventudes Socialistas bañezanas, nos afirmaba en noviembre del año 2007 que “no existió nunca local de la CNT en La Bañeza”.

Las muy aflictivas condiciones soportadas por los numerosos apresados entonces en el habilitado Cuartel-Prisón de Santocildes, en Astorga, no debieron de ser muy diferentes en el Depósito Municipal de Presos y Detenidos de La Bañeza, tal vez aquí peores por más masificada y por sufrir mayor deterioro, hacinándose innumerables presos, bañezanos y de otros lugares, magullados y heridos por las palizas y torturas recibidas y en una situación agravada por el padecimiento de enfermedades contagiosas como la tuberculosis, que llega a extremos tales que por ella y por la falta de atenciones a los recluidos que la sufren se origina un enfrentamiento entre los médicos bañezanos Mariano Andrés Luna (que terminaría siendo falangista) y el socialista y republicano Emilio Perandones Franco (que acabará fusilado en León en febrero de 1937). Da de alguna manera la medida del estado de hacinamiento de aquel reclusorio que en la sesión municipal del 7 de noviembre de 1934 se presentaran cuentas de 10,40 pesetas por escobas y botijos y de 275 por paja para sus camastros. Condiciones como las padecidas en una y otra reclusión, y aún mucho peores, se volverán a repetir y padecer en ellas y en tantos otros lugares durante muchos años por los presos republicanos de después de la sublevación de julio del 36, cuando, por ejemplo, Santocildes se vuelva a habilitar como cárcel, convertida en Prisión Central el 11 de noviembre de 1938. También la cárcel bañezana aparecerá como Prisión Central en la documentación penitenciaria de aquellos años.

A pesar de las penalidades padecidas, y de su lamentable estado de abandono, los cautivos en el Depósito Municipal bañezano elevarán el 22 de enero de 1935 una instancia al alcalde “para que les facilite libros, papel y efectos para instruirse entre sí en las primeras letras”, y a la contra de las denuncias y las discordias médicas, desde la alcaldía se comunicará al principio de mayo al comandante del Juzgado Eventual de León que “los detenidos en este Deposito no han sido objeto de malos tratos, según interesa se le haga remitir por don Félix Gordón Ordás”, y en el pleno municipal del 26 de junio uno de los gestores se quejará del relajado servicio de sus encargados, “rogando se les pase un oficio para que se abstengan de dar libertades a algunos reclusos que hasta por la calle salen”, acordándose además mejorar las dotaciones del recinto carcelario construyendo en su interior un pozo de los llamados abisinios, con bomba manual de extracción de agua, como los otros varios con que ya cuenta la ciudad (en la sesión del 28 de agosto se aprobará una cuenta de 105 pesetas por el uno y la otra).

La represión laboral y los despidos de quienes secundaron la huelga general revolucionaria de octubre del 34 se dieron también en La Bañeza, como muestra la demanda de uno de aquellos despedidos, Manuel Rodríguez Fernández (casado y padre de cinco hijos; sería apresado después de julio de 1936), en el Jurado Mixto de León, por la que comparecía en junio de 1936 en la alcaldía acompañado de testigos que acreditaban que “el 6 de octubre de 1934 en la industria del patrono José Perandones Cabo pararon solo dos obreros, y fueron todos a la huelga el día 8; que el 22 de octubre fue despedido por represalias políticas por haberse declarado en huelga con los demás obreros; que el pasado 8 de marzo se presentó al trabajo en casa del patrono pero no fue readmitido (en los primeros días de marzo de 1936 se publicaba un decreto que obliga a readmitir en sus puestos de trabajo a los despedidos por causa de aquella huelga), y que tan solo ha trabajado ocho días desde su despido hasta la fecha en que interpuso la demanda”.

Después de octubre de 1934 el Registrador de la Propiedad Juan María Begué Arjona era trasladado a Pola de Laviana (Asturias) al principio del siguiente año y sometido a vigilancia por orden del gobernador general de Asturias “por ser elemento que se había significado dentro del partido socialista en su anterior cargo en La Bañeza”, y a la mitad de diciembre del mismo 1934, con la Casa del Pueblo bañezana clausurada, desde aquel Gobierno se denegaba la petición cursada por Eugenio Sierra Fernández para volver a dar en sus locales, como antes, espectáculos de cine, denegación también seguramente motivada en la censura cinematográfica que para la provincia de León se había establecido (el Gobierno Civil le remitirá el 3 de agosto de 1935 notificación sobre autorización de espectáculos en la sede socialista).

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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