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Huesos al borde del camino (I)

● IBAÑEZA.ES ►Lunes, 27 de agosto de 2018 a las 8:03 Comentarios desactivados


Una vez más, una historia de nuestra pasada guerra civil, otra historia más cuando algunos, en alguna parte y también cerca de nosotros, claman y dicen que ya basta, que ya está bien, y se molestan por que se siga hablando de ella. Qué hartazgo de aquella aciaga guerra (más adversa para unos que para otros: a unos los hicieron víctimas, y otros se hicieron beneficiarios – en un Informe de Falange de la Inspección Regional de León, de octubre de 1939, se cita a ciertos industriales de La Bañeza y Veguellina, “todos con gran capital hecho en su mayor parte durante la guerra”-, cuando no también verdugos) dicen algunos, tal vez interesadamente, tal vez deseosos de no saber y de que otros no sepan, empeñados quizás en que a toda costa se mantenga otra versión, más agradable para ellos, difundida y sostenida durante tanto tiempo, con fondos de todos tantas veces, a pesar de su manifiesta parcialidad, a pesar de ser falsaria en mucho muchas veces, y a pesar de resultar tan  inmerecidamente injusta para tantos.

Archivo de José Cabañas.

Quienes así se manifiestan desconocen y no valoran que “vivir con la memoria puede ser terrible, pero hacerlo sin ella es aún peor”. Por otra parte, al argumento de que sobre aquel tiempo todo está ya dicho se opone la terca realidad de que de él se habla hoy más que nunca, se crea y se publica más que nunca, y más que nunca se ocupan los medios, mostrando también hoy más que nunca el afloramiento de nuevos y desconocidos horrores, algunos de los cuales como el robo de niños y sus adopciones irregulares durante el franquismo nos tocan de cerca, como muestra la prensa provincial cuando informa del caso del “bebé secuestrado por un oficial nazi de la Legión Cóndor, la niña arrebatada a su madre, presa en San Marcos, en octubre de 1937, primero que sale a la luz de una leonesa arrancada a su familia con total impunidad durante la Guerra Civil”, o cuando lo hace sobre la asignación el 22 de febrero de una calle en León a víctimas de la represión de aquel periodo (“La inauguración de la calle dedicada a Jerónima Blanco y Fernando Cabo se convierte en un clamor en contra de la represión franquista y a favor de la convivencia democrática”, se decía en el Diario de León. Por cierto, en la noticia se afirmaba ser el Ayuntamiento de León el primero en honrar a caídos civiles en la guerra. Sabemos que no fue así, y que antes se hizo en el nuestro, Jiménez de Jamuz. Se envió nota al periódico, que publicó, rectificándoles su error).

Un año antes, el 10 de octubre del 36, eran asesinadas once personas, bañezanas todas o relacionadas con La Bañeza, en un paraje del término de Izagre, al lado de la carretera de León a Valladolid. A primeros de septiembre del año 2008 algunos descendientes y allegados de aquellas inocentes víctimas pudieron por fin y después de tanto tiempo recuperar los restos de sus seres queridos. Creemos que un hecho como éste sea, además de cercano y novedoso, importante y especialmente significativo en un pueblo como el nuestro en el que hay aún un considerable número de personas y familias que cuentan entre sus deudos a asesinados en parecidas circunstancias, y  de los que, lamentablemente, se desconoce el lugar de su martirio y se carece por ello de toda posibilidad de recuperar sus huesos. Por eso contamos en estas páginas la historia de cómo sus familiares traen a casa a aquellas  personas, de cómo se recogen sus restos del inicuo lugar en el que sus asesinos los tiraron, de cómo se dignifican unos huesos que, en palabras cantadas de Pedro Guerra, no son “…sólo huesos, desvencijados huesos enterrados al borde del camino. Abandonados huesos, no acariciados huesos de un dolor no amortajado. En el calcio del hueso hay una historia: desesperada historia, desmadejada historia de terror premeditado. Y habrá que contar, desenterrar, emparejar, sacar el hueso al aire puro de vivir. Pendiente abrazo, despedida, beso, flor, en el lugar preciso de la cicatriz…”.  Desenterramos aquellos restos, los sacamos al aire y los emparejamos, y lo narramos ahora:

A propósito de la preparación, en el año 2003, del homenaje tributado en nuestro pueblo a las víctimas de la represión franquista y a todas las de la violencia en el municipio, en la primavera y verano de aquel año se reactivó en La Bañeza el interés por saber también allí de los represaliados por el franquismo en el tiempo de la guerra civil y la posguerra. Se reaviva entonces el empeño, puesto que ya había habido antes actuaciones públicas, como la del recuerdo y la reivindicación de la memoria de las víctimas bañezanas mediante la publicación de una esquela-recordatorio en El Adelanto Bañezano el 20 de diciembre de 1986. Se produjeron entonces contactos entre familiares de las víctimas de La Bañeza e investigadores de la represión franquista ejercida sobre bañezanos y quienes habíamos indagado sobre la represión en Jiménez, fruto de los cuales fue ampliar el conocimiento de lo sucedido en aquel periodo histórico en ambos lugares.

Archivo de José Cabañas.

Ya en el mes de agosto de 2003, familiares e investigadores bañezanos se desplazaron a algunos de los pueblos en los que se suponía habían terminado varios de los asesinados de La Bañeza en el otoño de 1936, Maire de Castroponce e Izagre entre ellos. Además de confirmar en ambas poblaciones la existencia de fosas de “paseados” naturales de La Bañeza, en el cementerio en el primer lugar y en el campo en el segundo, les informaron, en Izagre, de la existencia además allí de otra fosa, cuya ubicación también les señalaron, y en la cual se hallarían once estudiantes de la Escuela de Veterinaria de León. Se confirmó así la existencia en Izagre de dos fosas comunes: la de los bañezanos, con ocho varones y una mujer, y la de los estudiantes, de los que no se aportaba dato alguno sobre sus posibles identidades ni ningún otro que permitiera tratar de esclarecerlas.

Una vez manifestada la voluntad de algunas familias de víctimas bañezanas cuyos restos, según los avances de las investigaciones, se hallarían en las fosas de Maire de Castroponce e Izagre, de exhumarlos y recuperarlos para sus respectivos panteones, con la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) cuya intervención para ello solicitaron, se incluyó por la Asociación la posible exhumación de estas fosas en la programación del año 2008, después de una reunión mantenida con dichos familiares en La Bañeza a mediados de diciembre de 2007, a la vez que se continuaba con la investigación previa a las mismas, tratando de profundizar en el conocimiento de las identidades de quienes en ellas terminaron y en las circunstancias que allí los condujeron. En febrero de 2008 colaboradores de la ARMH acompañados por descendientes de alguno de los asesinados bañezanos se desplazaron de nuevo a estos lugares, para ubicar las fosas con exactitud, recabar de personas de los pueblos más datos relacionados con las mismas, y estudiar la viabilidad de las exhumaciones. A ellos les confirmaron una vez más los datos que ya nos eran conocidos.

A primeros de julio de 2008 me trasladé a Maire de Castroponce y a Izagre, para tratar de completar las informaciones disponibles sobre las fosas de uno y otro lugar, obtener datos precisos que pudieran facilitar los procedimientos de las exhumaciones, y ultimar lo necesario para proceder en su momento a las mismas, a la vez que me aseguraba de que las sucesivas ampliaciones de la carretera León-Valladolid no habían afectado a la fosa situada, en Izagre, en uno de sus laterales. De lo indagado hasta la fecha, y del cruce de multitud de datos, documentales unos y de aportaciones de testimonios orales otros, pudimos, a lo largo del tiempo, concluir lo siguiente respecto a la fosa de los bañezanos, situada en las cercanías del punto kilométrico 275 de la carretera N-601 León-Valladolid, a la izquierda y ya en esta provincia:

En ella terminaron 11 personas (diez eran residentes en La Bañeza, y el otro había tenido relación con la ciudad), diez hombres y una mujer, sacados en la noche del día 9 de octubre de 1936 de San Marcos de León donde algunos ya se encontraban desde antes de esta fecha, y otros habían sido llevados a media tarde de ese día desde la Prisión del Partido de La Bañeza, en la que ya estaban encarcelados desde finales de julio o primeros de agosto (hasta el 13 de octubre de 2008 no obtuvimos la certeza de haber sido once los asesinados en Izagre. Antes de esta fecha creímos que habían sido diez, ya que así se había transmitido siempre, tanto en La Bañeza como en Izagre). Llevan este día 9 de octubre, viernes, para San Marcos a estas personas de la cárcel bañezana, y se les dice que es para “sumariarlas”, y efectivamente, todas o la mayoría estaban incursas en el Sumario 151/36 que se les había incoado por los “hechos de julio” en La Bañeza, es decir, por defender la legalidad y al gobierno legítimo que el pueblo, en Elecciones Generales, se había dado; por oponerse al fascismo y defender el estado de derecho y la democracia. Los trasladan a San Marcos en un autobús de la Empresa Ramos al que siguen cierto número de vehículos, particulares y requisados, con las fuerzas de custodia, falangistas, y otras personas. Ese día, viernes y hasta la mañana del sábado, tocaba hacer las guardias en la Prisión de La Bañeza a los falangistas de la villa. Algunas mujeres, familiares de los trasladados, pretenden e intentan seguirlos a León en otros vehículos para interesarse por el lugar al que los llevan, pero no lo consiguen; no encuentran ni encontrarán en los tres días siguientes quien las acerque o permita que viajen hasta León; no hubo en La Bañeza transporte para ellas… (Las hermanas de Julio Fernández Martínez si consiguieron presentarse en San Marcos a la mañana siguiente; les dijeron que ya no estaban allí los bañezanos, y que preguntaran por ellos en la Prisión de Astorga…).

Se cumplen ahora diez años desde que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), a petición de algunos de sus familiares, exhumó al inicio de septiembre de 2008 los restos de quienes, asesinados en el otoño de 1936, terminaron arrojados en el pueblo de Izagre a la que desde entonces se conoció allí como la fosa de los bañezanos. En memoria de las víctimas traemos hoy aquí lo que con ocasión de aquel acontecimiento publicábamos unos meses más tarde en la jiminiega Revista Cultural JAMUZ. Más información en www.jiminiegos36.com

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