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Buscando un cambio en la elección de los regalos

● A. Cordero ►Martes, 25 de diciembre de 2018 a las 8:31 Comentarios desactivados


(Cuento de Navidad)

Hacía varios días que la nieve era la única protagonista, los copos no paraban de caer cada vez que Javier se asomaba a la ventana y, a juzgar por el color del cielo, todo parecía indicar que éstas serían unas navidades blancas. Las leves pisadas que, los más atrevidos dejaban en la nieve, desaparecían al poco rato porque la nieve seguía imparable y apenas se veían personas transitar por las calles cubiertas de un espeso manto blanco.

Javier seguía con la nariz pegada a la ventana tratando de reconocer entre las pisadas que se adivinaban bajo la nieve, las de los camellos que esperaba con tanta ilusión. Esperaba que no le fuera a pasar como el año pasado, que había recibido una carta de Papá Noel diciendo que debido a la mala ortografía, sólo podía dejarle un diccionario y un manual de reglas ortográficas junto a una buena reprimenda firmada de su puño y letra para que aprendiera a escribir correctamente.

¡Menudo disgusto!, este año, con la lección aprendida, Javier había encargado sus juguetes a los Reyes Magos; la experiencia vivida con la misiva de Papá Noel, le había hecho esforzarse más en el colegio y sacar un sobresaliente en Lengua. Había aprendido a distinguir bes de uves, a colocar haches, a acentuar las palabras, a usar todas las letras en los mensajes de Whatsapp y a mejorar la letra, pero todavía le quedaba alguna cosilla sin dominar del todo y, no quería otro diccionario, por eso había decidido depositar su confianza en otro lugar.

-Como dice mi padre: “cuando un político no hace lo que promete, o no da más de si, lo mejor es retirarle la confianza y cambiar. Así haré yo con este graciosillo vestido de rojo”, pensó Javier mientras escribía la carta a los Reyes. Seguro que estos, que dice mi abuela que son los de toda la vida, no me fallan-. No quería más tratos con alguien que, bajo su punto de vista y con la perspectiva de los nueve años, lo había engañado.

Y así transcurrió el día, ante el temor a que la nieve no dejara transitables las carreteras para facilitar el paso a los Reyes Magos, y con la duda de si ellos también tendrían alguna queja de las notas de Javier, de su comportamiento en casa, en el colegio, en el equipo de fútbol, en las clases de inglés. Javier se fue a la cama después de revisar una vez más el mensaje enviado, comprobando que no tenía ninguna falta.

El beso tranquilizador de su madre le hizo entender que este año todo estaba bien, que no tenía por qué preocuparse. Javier había aprendido en este último año una lección que recordaría toda su vida y podía dormir tranquilo. Así soñó –o creyó soñar– que tres reyes entraban en su casa y –además de los regalos que había pedido– le habían dejado una nota en la que le decían que estaban tan orgullosos de él que iban a hacer algún cambio para hacerle participar en el reparto de juguetes a los más pequeños del próximo año.

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