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La catástrofe ferroviaria del túnel de las Fraguas en junio de 1936

● Ibañeza.es ►Lunes, 17 de junio de 2019 a las 8:25 Comentarios desactivados


En el diario capitalino La Mañana, con algunos espacios censurados, se noticia el 1 de julio de 1936 la inauguración por la Empresa de Autobuses de León (y su bendición en el santuario de la Virgen del Camino) de su autobús número 9, de 16 asientos y plataformas espaciosas, magnífico, muy elogiado, y construido en la capital, “flecha roja en el aire gris de la ciudad, de línea alargada y elegante, pulido y coquetón por no estar aún resobado por el vulgo espeso y municipal”, dirá de él Lamparilla, que lo presenta como un exponente de la industria leonesa (construido en los talleres de Auto-Carrocerías de León, de don Isidoro González) y del espíritu de iniciativa leonés (a pesar de que proceda de Santander el emprendedor paisano que iniciara la empresa del transporte urbano en la capital), cuando otro hijo de esta tierra, el joven Fernando Rubio Gómez, lleva un tiempo circulando en la ciudad con un automóvil que porta un aparato inventado y patentado por él mismo, “productor de gases combinados que lo mueven con un menor consumo, y que en breve, una vez perfeccionado, supondrá por su baratura y comodidad un gran progreso en los motores de explosión”. También circulaba por León en un Fiat Balilla la primera mujer taxista de la ciudad (Piedad Álvarez Rubio, “que ya antes sabía conducir, pero no pudo hacerlo de modo oficial y público hasta que vino la República”), un inusual hecho que ya había por ello merecido portadas y reportajes en la prensa gráfica de entonces. Narra además el rotativo leonés detalles de la catástrofe ferroviaria (se saldó con unos 20 muertos y más de 40 heridos) de unos días antes en el túnel de las Fraguas, en San Miguel de las Dueñas, cerca de Ponferrada, cuando chocaba con un mercancías el tren expreso de Galicia.

Algunas de las noticias que entonces se mostraban bien pudieran merecer hoy que nos detengamos siquiera sea brevemente en ellas:

El paisano emprendedor, era Ernesto Mateos Tomás, de Herreros de Jamuz, emigrante junto con su esposa en la segunda década del siglo XX a la Argentina (desde Santander, donde con sus padres –que regentaban en el pueblo de sus orígenes una tienda y cantina- y hermano se había radicado en 1904) y trabajador allí en una fábrica de sebo para emplearse en la hostelería de Estados Unidos después, regresado ya en el periodo republicano para fundar con otros socios en 1934 la empresa Autobuses de León (que venderá a Martiniano Fernández en 1944, en cuyas manos acabarán también en los años cincuenta la línea Truchas-La Bañeza de David González Pombar y la Puebla de Sanabria-Astorga de la empresa de Ángel Beltrán que compraría en 1945 Domingo García e Hijos). El indiano ganaba en diciembre de 1933 (en exclusiva por 50 años) el concurso para el establecimiento en la ciudad de una línea de autobuses, cuyas bases aprobaba el consistorio a finales de junio, repetido por segunda vez, después de que en octubre el primer adjudicatario pida prórroga (que no se le concede) para iniciar el servicio el 1 de enero de 1934, “ya que la reparación de dos vehículos le ha causado retraso sobre la fecha convenida”. Comenzarían a circular, inaugurándose, el 18 de febrero (se haría oficialmente el 9 de junio) los cuatro flamantes coches de los primeros autobuses de León (se había adjudicado el servicio a Plácido Diéguez, que en vista del resultado favorable se proponía al inicio de marzo adquirir cinco nuevos vehículos más grandes, se dirá en El Diario de León, aunque en 1993 la misma publicación alude a Ernesto Mateos Tomás como el fundador de aquella empresa), en los que, se decía, actuarán de cobradoras señoritas. El reportero Lamparilla ya había señalado que “de León son los dirigentes de la empresa de autobuses, aunque duela que hayan venido de Santander a su tierra a establecer aquello que los que se hallaban aquí en condiciones para ello dejaron abandonado por la eterna apatía…”.

El innovador automóvil que se presentaba como un modelo de progreso era “un torpedo de dos plazas con el que el inventor local había realizado viajes de prueba a Villamanin a velocidad de hasta 70 kilómetros por hora, movido por el óxido de carbono e hidrógeno ligeramente combinado en que el aparato por él patentado transforma los aceites pesados (fuel-oíl y gas-oíl) mezclados con agua”. Con unos cinco litros de aceite pesado y 300 gramos de agua (para producir la combinación química precisa), y con el coste de 30 céntimos por litro, recorría los 70 kilómetros de aquel desplazamiento.

El siniestro ferroviario del túnel de las Fraguas (a seis kilómetros de Ponferrada), ocurrida el 23 de junio, no suele citarse cuando se desempolvan memorándums de desastres parecidos, casi siempre al hilo de otros actuales, habiéndose producido muy cerca de otro túnel, el nº 20 de Torre del Bierzo, en el que tendrían lugar otras dos desgracias de suma envergadura: el 3 de enero de 1944 el mayor accidente ferroviario ocurrido en España, con un balance oficial de 83 muertos y 64 heridos, una cifra que se falseó por la dictadura (que ocultó el suceso y censuro su conocimiento, y aún llegó a presentarlo como responsabilidad de la guerrilla), siendo en realidad considerablemente mayor (habrían fallecido por encima de 500, según algunas fuentes, y en torno a 150, según otras que hoy resultan más fiables), una tragedia repetida en el mismo túnel el 27 de diciembre de 1947, cuando descarriló el correo La Coruña-Madrid causando un muerto y doce heridos. Del resultado de aquella olvidada catástrofe de finales de junio de 1936 informaban profusamente los medios nacionales y los locales (La Democracia y La Mañana; El Diario de León no se publica desde el día 13 de aquel mes por huelga de sus empleados), con titulares como los siguientes: “Entre San Miguel de las Dueñas y Ponferrada chocan un expreso y un mercancías. El expreso iba lleno de viajeros. Numerosas víctimas”. Se contaron entre éstas un muchacho de 18 años que viajaba en la perrera sin billete y que se ocupaba en Ferrol de limpiabotas, un soldado de la base aérea leonesa, el contratista de obras de León Francisco Fernández Menéndez, que se había ocupado de construir el Puente Paulón y de urbanizar años antes algunas calles bañezanas (lesionado levemente), y una artista de varietés; fallecía también, el día 25 la madre, de 25 años, del niño de cuatro meses que fue recogido ileso. Entre los heridos que acogen en Ponferrada el Hospital y en el Sanatorio López Ríos se hallan los dos guardias civiles del puesto de Toral de los Vados que formaban la pareja de escolta del exprés. Se detuvo a los Jefes de las estaciones de Ponferrada y San Miguel de las Dueñas y al guarda agujas de ésta. En los trabajos de salvamento rivalizaron empleados de la Compañía, autoridades y vecindario de los pueblos cercanos.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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