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Tiene que nevar, tiene que llover a cántaros

● Polo Fuertes ►Viernes, 27 de enero de 2012 a las 0:02 Comentarios desactivados


Andamos la gente de campo, la gente de huerto, a la que pertenezco, con la mosca detrás de la oreja, porque llevamos muchos días, muchas semanas, muchos meses sin caer una gota. O casi. Lo que deriva que los pantanos, nuestros pantanos de Barrios de Luna y de Villameca estén en números rojos, en lo que se refiere a la capacidad actual que atesoran.

Por eso, dejadme, queridos y sufridos lectores que recuerde aquella canción de Pablo Guerrero, cuyas estrofas acababan en un “Tiene que llover, tiene que llover, / tiene que llover a cántaros”, hace la tira de años. Los hombres y mujeres de campo, de huerto, al que pertenezco, hemos empezado a cantarla con el rosario de las rogativas en la mano, porque sino, cuando lleguen los meses de junio, de julio, de agosto de… A septiembre ya no llegaremos ni aunque vírgenes y cristos pongan toda la carne en el asador y vuelquen nevadas y lluvias a todo pasto.

Somos gente de la cojonada (no se coge nada se repite en los pueblos por los rincones, a poco que se inicie una conversación), los de la cojonada, digo, andamos acojonados porque no sabemos si poner nuestros surcos a plantar, a sembrar, a producir, sino empieza a caer, con fuerza, nieves y lluvias.

“Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes, / pero ¿quién nos ata? / Dame la mano y vamos a sentarnos / bajo cualquier estatua, / que es tiempo de vivir y de soñar y de creer, / que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover / a cántaros”. Acojona, ¡eh! Pues a nosotros…, también.

Desde hace unos años, los profesionales de meteorología de la Televisión Española nos dan cada mediodía, cada noche, una conferencia sobre los dimes y diretes de las isobaras, de las borrascas, de los anticiclones, anunciando con bombos y platillos que va a llover. Pero nada. Ni los satélites, ni los ordenadores, ni la tiza de aquellos hermanos Medina, que muchas veces recordamos los de mi generación, dan para llover o nevar algo, lo que nos toca. Sólo lo da para una meada. ¡Ay que me meo y no echo ni gota!

A causa de la edad, esa coletilla que empiezan a ponernos los laboratorios a los septuagenarios para que prevengamos no sé qué enfermedades que vienen parejas con el paso del tiempo. Al surco, que dice mi amigo y colega Fulgencio Fernández, que me esnorto. A causa de la edad he pasado ciclos y ciclos de años secorros como este que ha pasado y lo único que ocurre es hacer daño.

Me explico, no llueve en septiembre, no llueve en octubre, ni en noviembre, ni en diciembre, ni en enero ni… Alto ahí, llega febrero y suelta el cielo las compuertas de las nubes (“estamos hechos de nubes”) y nos pone de chúpame dómine los carnavales, nuestros carnavales. Tanto en lluvia como en nieve. Hay que joderse, oiga.

Por eso, por nuestro carnaval, bueno, y por mi huerto, y por todo el campo, os ruego, mis queridos y sufridos lectores, que cantéis conmigo: “Tiene que nevar, tiene que llover, tiene que llover / a cántaros”. Aunque sea con toda la desafinación que se pueda. No vaya a ser que después, cuando siga haciendo falta, pero para los bañezanos, ninguna, nos ponga nuestro carnaval de paraguas. Y eso que ya lo tenemos declarado de Interés Turístico Nacional. Oiga.

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