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Altercados por el empleo (y otros sucesos) al inicio de 1934

● IBAÑEZA.ES ►Lunes, 14 de enero de 2019 a las 8:03 Comentarios desactivados


En la ribera del Órbigo al comienzo de 1934, ante el rigor de la estación climatológica (en la Azucarera de Veguellina continuaba la suspensión por la falta de remolacha al no poder arrancarla por los hielos), se preveía el próximo paro forzoso de los obreros agrícolas y de la construcción, lo que se evitaría con la pronta realización del trozo de la carretera de Valcabado a Combarros que desde el año 1923 está para subasta y que cruzará por el centro de la Cepeda (una de las comarcas provinciales con mayor necesidad de vías), activada ahora por la buena voluntad de los técnicos, dice el corresponsal en la zona de El Diario de León. El desempleo seguía siendo un problema omnipresente, también en la capital de la provincia, donde el Ayuntamiento tiene abierta hace ya tiempo una suscripción popular pro parados, y los responsables del sindicato confesional La Coalición se quejan ahora en “Carta al Director” de no poder participar de lo recaudado “por impedírselo los obreros marxistas y sus asociaciones”, por lo que piden la colaboración del periódico para que “el dinero de los católicos no sirva para dar armas a los enemigos de la familia, la propiedad y el orden”, insistiendo unos días después en denunciar que “hay una comisión que gestiona la bolsa de trabajo y que no lo concede si no se trata de obreros afiliados a la UGT o a la CNT”.

Una situación que al parecer se dio con frecuencia en bastantes lugares, y que daría ocasión a que, por ejemplo, en las Bases de Trabajo rural de la provincia de León para el año 1934 se faculte al presidente del Jurado Mixto “para imponer al patrono que seleccione obreros por razón de ideas políticas o tendencias sindicales, que haya de colocarlos por riguroso orden de inscripción en las oficinas de colocación y registros locales”, y que ayuda a entender el trasfondo de verdad de la socorrida excusa de tantos obreros represaliados después de julio de 1936 de “haberse visto obligados a sindicarse para poder trabajar”, afiliación obligatoria que fue una estrategia de las izquierdas en su intento de controlar el mercado de trabajo, un bien escaso por el que se daba una dura competencia, con la que desde la proclamación de la República los diferentes sindicatos (también los de derechas y católicos) trataron de impedir la contratación de trabajadores no afiliados, pretendiendo anular la capacidad coercitiva de los patronos en las relaciones laborales y trasladar la influencia política sobre los trabajadores de los oferentes de empleo (siempre más inclinados a las derechas) a sus gerentes, sindicatos y agrupaciones campesinas y de oficios varios. A la necesaria afiliación para obtener trabajo se refieren ampliamente los testimonios recogidos en León y Palencia por González de Prado.

Aquellos conflictos derivaban a veces en violencias, como cuando el 30 de julio de aquel año en las obras de la Azucarera de León un delegado socialista de la Casa del Pueblo, Felipe Fernández Villanueva, hería gravemente a un obrero que se negaba a cotizar y se le enfrenta ante la exigencia del pago de la cuota semanal y las amenazas de que nadie podría trabajar sin estar al corriente de su pago, o en huelgas (a veces ilegales) como la que el 28 de febrero había paralizado la rotativa de ABC por encontrarse trabajando en ella un obrero que no pertenecía a la Casa del Pueblo madrileña.

Sobrepasada la mitad de enero presentaba la CEDA en el Parlamento su propuesta contra el paro, que contemplaba la creación de un fondo de crisis con aportaciones del Estado, los ayuntamientos y las diputaciones, el fomento de obras públicas, y el seguro obligatorio contra el desempleo (según el ministerio de Trabajo, al terminar 1933 había en España 618. 947 asalariados sin ocupación), y en Astorga una manifestación de obreros en paro se dirigía al Ayuntamiento para entrevistarse con el alcalde en demanda de empleo, una situación que estallará cuando el día 23 por la mañana se reúnan los elementos patronales para tratar  de solucionar el desempleo en la ciudad y se intente en el Consistorio la distribución de trabajo, pretendiendo emplear a un parado de cada familia, a lo que se opusieron los obreros (elementos levantiscos, dirigidos por la Casa del Pueblo, según el semanario católico bañezano El Adelanto), que recorrieron las calles rompiendo lunas, impidiendo que los autos de línea descargasen las mercancías que llevaban, y obligando a cerrar el comercio, con el consiguiente perjuicio por ser día de mercado, aunque siguió realizándose en la parte destinada al ganado vacuno, pues cuando los agitadores llegaron allí se les enfrentaron los ganaderos con palos y aguijadas haciéndoles huir. Ante la falta de autoridad del alcalde socialista (que “brilló por su ausencia”) frente a los disturbios promovidos por los obreros parados (contaba El Diario de León) la Cámara de Comercio contactó con el gobernador civil, que envió desde la capital a un primer grupo de Guardias de Asalto. Cuando al medio día llegaron otros más fueron ovacionados, reduciendo a los revoltosos, pacificando los ánimos, y restableciendo el orden de inmediato, deteniéndose a Alejandro Pereira por intento de agresión al teniente de Seguridad señor Izquierdo. El día 24 se hallarían armas (dos revólveres, una pistola y una navaja barbera) en Celada de la Vega, en la taberna de Jesús González, por la Guardia Civil, que practicó un cacheo con ocasión de encontrarse allí de vigilancia por la celebración de las ferias de San Vicente.

A las protestas por la falta de trabajo se unían aquellos días las motivadas por la subida del precio del pan, contra la que lo hacían los obreros de la Casa del Pueblo de León en un oficio remitido a la alcaldía. En La Bañeza, en la sesión municipal del 31 de enero proponía el concejal socialista Porfirio González Manjarín que la Corporación se dirija al ministro de Agricultura protestando por tal subida que perjudica a todo el vecindario, y que una comisión municipal de abastos regule este precio y el de la carne y las patatas (que es muy elevado), y señalaba que (al contrario de lo que ahora sucedía) los ayuntamientos monárquicos no permitían la compra a los acaparadores hasta que no se abastecía el vecindario (lo que es corroborado por el concejal Liberto Díez Pardo, que ya lo fue en aquellos tiempos), y que durante la dictadura algún tiempo se vendieron patatas por los almacenistas bañezanos a precio reducido. Aumentaban además ahora las tarifas ferroviarias, aunque se desecha el 21 de marzo en votación la propuesta del concejal Narciso Asensio Asensio (también de la minoría socialista) de que protestara por ello el Ayuntamiento bañezano.

También se sumaban las de los escolares de la FUE, que declaran la huelga de 48 horas  por haberse clausurado el centro de Zaragoza como consecuencia de la participación de algunos de sus miembros en el atentado contra el estudiante Manuel Baselga (del SEU), cuya convocatoria llegaría también hasta la capital leonesa, donde, aunque la Federación de Estudiantes Católicos (FEC) se declaró ajena a la huelga y recomienda a sus afiliados que continúen asistiendo a las clases y así lo haya hecho la mayoría de los alumnos el día 24, a la salida se promovieron algunos incidentes al ser increpados por los huelguistas, y se dirá el 26 estar cerrados la Escuela Pericial, el Instituto y la Normal. En la Universidad de Madrid se daban por segunda vez el 12 de febrero choques violentos entre estudiantes fascistas y de izquierdas.

Se iban desgranando en nuestra tierra también otros sucesos: en los almacenes de cereales del bañezano Teodoro Santos, en la carretera de Jiménez, robaban 40 sacos de alubias seleccionadas y una máquina de escribir el día 20 de enero por la noche, todo valorado en 5.700 pesetas. Cuando la Guardia Civil investigaba el robo en Benavente y en Zamora se avisó de haber sido detenidos en San Rafael (Guadalajara) unos ocho individuos en una camioneta con los sacos robados. Fueron reclamados por el juzgado bañezano, y se creía en un principio que los malhechores tuvieran cómplices aquí, lo que resultó no ser así cuando se trasladó a cinco de aquellos sujetos (los apodados: Picardias, Sereno, Bonillo, Cubano, y Pelines; los otros tres se hallaban detenidos en Madrid), que culparon de la organización de la banda de espadistas a la que pertenecen al de alias Juanito. Todos ellos estaban también complicados en el robo de diez cerdos en Almodovar del Valle, y uno había cumplido condena en el Penal de Burgos. Los efectos robados le fueron entregados a su dueño.

A dos de aquellos maleantes (el apodado el Moreno, de Salamanca, y otro) no debió de resultarles muy confortable la destartalada cárcel bañezana, pues acabando enero se fugaban por el expeditivo método de hacer un hueco en el tabique que dividía sus celdas y, quitando ladrillos de otras paredes, llegar al patio de ronda, donde clavaron en la pared del muro exterior algunas piezas arrancadas de las marcaciones de las puertas y treparon hasta sobrepasarlo, alcanzando desde allí la libertad. El 25 de abril estarían a punto de fugarse otros dos presos de aquel Depósito, detenidos por robo y a disposición del juzgado de Zamora, sin que lo lograran al alertar de la evasión otro penado con sus voces a los transeúntes de la calle cuando los fuguistas habían roto ya un buen trozo de pared, debajo de la ventana, con un hierro del que se habían proveído, evitando su fuga la intervención de los serenos y otras gentes.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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