Esta primera semana de las vacaciones ha sido para trabajar en Barcelona. Investigar algunos aspectos de mi tesis sobre el cartel barcelonés. El cambio de aires ha sido bueno. Barcelona siempre se abre al que acude con la voluntad de aprender. Lo he podido comprobar una vez más.
Han sido días duros y cansados, pero productivos y divertidos; ha merecido la pena. Las visitas concertadas con personal del Museo de Monserrat y del Museo Nacional de Arte de Cataluña han dado sus frutos, confirman mucha información y permiten tener ya una relación directa con los responsables de las colecciones a través del correo electrónico.
Pele Ferreras me ha servido de cicerone en una Barcelona donde se mueve como pez en el agua y, en las distintas jornadas se han incorporado otros amigos como Manuel Raigada o José Víctor Otero, que no todo va a ser investigación. Por un momento he tenido la sensación de estar preparando un programa televisivo de Bañezanos por el Mundo. Tendría que haber traído una cámara de video y aprovechar la coyuntura. Desde luego, Barcelona tiene una buena representación de bañezanos, no los he podido ver a todos esta vez.
Ahora que tanto se habla de conflicto lingüístico, guerra de lenguas, he de decir que yo eso no lo he notado para nada en una ciudad donde se hablan más de noventa lenguas diferentes, donde en algunos momentos parece Babel y donde casi siempre la gente te habla en castellano si tú te diriges a ella en este idioma.
El Museo Nacional de Arte de Cataluña me ha abierto las puertas para investigar y desde aquí tengo que agradecer a Francesc Quilez y Adela Laborda, especialistas en obra gráfica modernista, su colaboración, pudiendo conocer espacios reservados solo a estudiosos e investigadores. Barcelona, cada día más atractiva, cautiva a los miles de turistas que la visitan a diario y nuestros bañezanos en Barcelona ejercen de anfitriones de lujo.
Ayer tocaba Sitges. Luis y yo cogimos temprano el tren para acudir a una de los enclaves donde nace el Modernismo. Tenía una idea de lo que podía ser Sitges, pero me desbordó en tamaño y contenido. La burguesía catalana entendió el mensaje de Santiago Rusiñol y sus amigos y convirtió esta villa en uno de los espacios más bellos del mediterráneo, paradigma de las libertades.
En este programa que bien podría haberse filmado de “Bañezanos por el Mundo”, había quedado con Enrique. Al frente de “melaza”, tres tiendas de las que es propietario, nos espera Enrique Fuertes. Este amigo, estudiamos juntos en el Instituto, dejó La Bañeza con 18 años para enamorarse de Sitges, montar allí su vida y negocios y vivir, como el dice, en el paraíso. Conocimos sus tiendas y otros rincones, comimos juntos y tomamos unas copas, no había que conducir para volver a Barcelona, y nos llenamos de Sitges y también de La Bañeza. Luis y yo pudimos comprobar la clase de este bañezano hecho a sí mismo, que es el presidente de la Asociación de Comerciantes y participa activamente en la vida de esta hermosa villa. Le llevé el último disco de La Charra como le había prometido y él me regaló una preciosa camisa blanca, de cuello Mao, tan mediterránea.
Fue un día intenso, aprovechado en parte, esta vez no pude ver los museos: el Can Ferrat, el Maricel y otros espacios, por estar reformándose. Es una buena disculpa para acudir cuando los abran y volver a sentir la hospitalidad de Enrique.
Todavía me quedan espacios que visitar: Biblioteca de Cataluña, Teatre Lliure y demás lugares del Instituto del Teatro; en fin, mucho contenido y mucho material que este invierno habrá que procesar e incorporar a la tesis.
Gracias a Pele Ferreras, a Manolo Raigada, a Enrique Fuertes, con los que he compartido estos días de estudio y diversión, y que han motivado este artículo.
Dos instantáneas que ilustran el viaje de Antonio-Odón Alonso a tierras catalanas.
