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Adiós al patriarca de los gitanos, Manuel Jiménez Jiménez

● José Cruz Cabo ►Sábado, 22 de octubre de 2011 a las 0:01 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

Durante bastantes años llamó la atención que la Guardia Civil y los gitanos anduvieran juntos en nuestra ciudad y esto era debido a que durante bastantes años se hicieron íntimos amigos el teniente de la Guardia Civil, Don Honorato y el tratante en ganado, de la etnia gitana, el señor Manolo el gitano. Todos los días Honorato, Tomás el Molancho y Manolo el gitano iban juntos a tomar los vinos, lo mismo a mediodía que por la noche. Eran años de escasez, aunque ya comenzaban los obreros a levantar cabeza y, en aquellas décadas, a la sociedad bañezana le llamaba la atención que un gitano y un guardia civil alternaran juntos en la vida social y fueran grandes amigos. Pero con el tiempo yo llegué a saber por qué. Al jubilarme coincidí bastantes veces en el bar del Círculo Mercantil con el Señor Manolo, ya patriarca de los gitanos, y pude apreciar las enormes cualidades que adornaban a este gran personaje gitano de nuestra ciudad.

Era un hombre de gran simpatía, su conversación siempre estaba salpicada de bromas y además dichas con gran afecto. Su palabra era ley, ya que no necesitaba nunca un papel para cumplir la palabra dada, su apretón de manos, al finalizar un trato, era como un escrito firmado por un juez, nunca dejó de cumplir la palabra dada, ganara o perdiera, su honestidad y su honradez eran impecables y todos los que hacían algún trato con él sabían que sería cumplido al pie de la letra. Estas virtudes, unidas a su generosidad, a su bondad y a su innata gracia para estar en sociedad, le hacían una persona entrañable, con la que se se alternaba con gusto, ya que nunca le noté en los años que nos encontramos en algún bar, ni tacañería, ni adular a nadie y siempre dispuesto a hacetrte un favor.

Estuvimos un tiempo sin vernos y volvimos a coincidir en el centro de salud, ya enfermo pero siempre agradable, siempre atento y siempre amigo. “Hombre, señor Manolo, hacía tiempo que no le veía, ¿que tal marcha?”. “Bueno, vamos tirando, vengo a que me remienden un poco, los años no pasan en balde”. Luego en el buen tiempo, los sábados, cuando venía a Gráficas Nino, a jugar con el ordenador y hacer las crónicas para la Cope de Astorga, de la que sigo dando las crónicas diarias de lunes a viernes, cerca de las dos de la tarde. Me lo encontraba sentado en una silla cerca de la entrada a la librería y nos saludábamos. “Que tal vamos señor Manolo”, “aquí tomando un poco el aire y refrescando del calor”, “le encuentro muy bien”, “sí, de aspecto, pero si no fueran los años y los males que hay dentro”.

Hacía unos sábados que no lo encontraba en su silla a la puerta de la imprenta, pero lo achacaba a que las mañanas eran frías, pero hace dos sábados, no estaban tampoco sus hijos con los puestos y después vi la esquela. La verdad es que siempre estuvo rodeado del cariño de sus hijos, a los que guió con mano experta, para que fueran unas buenas personas y se integraran en la sociedad con trabajo y honradez, de lo que él sabía un rato. Durante su vida siempre estuvo arropado por su esposa, sus hijos y sus nietos, que le querían y le honraban, pues nunca salió de su propia casa y siempre atendido por ellos, que le acompañaban a donde tuvieran que llevarlo y a la hora de su muerte, allí estaban todos, junto a su cama y en sus honras fúnebres. Señor Manolo, le voy a extrañar y le echaré de menos, pero ahora solo pido a Dios que esté gozando en el cielo de los gitanos, como supo gozar, trabajar, sufrir y ayudar en sus años en la tierra. Patriarca de los gitanos, Manuel Jiménez Jiménez, hasta siempre.

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