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Algunos benefactores bañezanos (y II)

● Ibañeza.es ►Lunes, 12 de mayo de 2014 a las 9:14 Comentarios desactivados


No cobraba el doctor Otero sus atenciones a los menesterosos, como tampoco lo haría la doctora María Estrella Díez de Itza, señorita especializada en enfermedades infantiles establecida en La Bañeza en el verano de 1935, que realizaba consultas gratuitas a los pobres y se ofrecía además entonces, “en cumplimiento de tan humanitaria obra médico-escolar, en bien de la infancia necesitada, de la enseñanza, y en pro de la cultura de la ciudad, que la corporación acepta y agradece”, a reconocer gratuitamente a los niños pobres de las escuelas públicas, de las que desde mediados de octubre enviaban los sábados, día de su consulta (que realiza en el Hotel Magín), tandas de algunos niños para ser examinados.

En cuanto a Emilio Perandones Franco, vocal de la Agrupación Socialista bañezana elegido a mitad de abril de 1936, y responsable por el Partido Socialista en el Frente Popular de La Bañeza por entonces, siendo ya en septiembre de 1932 médico nombrado de la Sección de Socorros de la sección bañezana del Sindicato Nacional Azucarero (afecto a la UGT), fechas en las que anuncia en la prensa local (el semanario de izquierdas Avance) su “consulta en la Avenida Pablo Iglesias, dotada de lámpara de cuarzo-rayos ultra-violeta”, a pesar de lo cual el 17 de junio de 1933 noticiaba El Adelanto que  inauguraba consulta en la calle Pablo Iglesias, 5 (frente a telégrafos) el nuevo galeno bañezano Emilio Perandones Franco (“Ex-ayudante clínico de la Facultad de Medicina de Valladolid en la especialidad de piel y secretas. Medicina General. Consulta de 10 a 12 y de 4 a 7”, decían sus reclamos en la prensa bañezana). Cuando Emilio sea encarcelado en 1936 para ser fusilado en León (con su hermano Joaquín y otros 15 bañezanos) en febrero de 1937, desaparecerá el automóvil Ford que poseía, después de haber sido obligado a abonar una desmesurada multa gubernativa de diez mil pesetas.

Publicidad antigua del Sanatorio del Doctor Otero en La Bañeza.

Hubo aún, al menos, otro benefactor en La Bañeza: Norberto Ángel Martínez Mielgo, nombrado Interventor municipal del ayuntamiento bañezano el 6 de octubre de 1934. Había nacido en Hospital de Órbigo el 6 de junio de 1905, y allí había asistido, como los demás de sus hermanos y también antes sus padres, a la institucionista y liberal escuela Sierra Pambley de la localidad. Se establecería en La Bañeza de pensión con otros empleados en el domicilio de una viuda, y en los años de su estancia en la ciudad cultivará el favorecer y ayudar a los más necesitados hasta el punto de ser entonces conocido como “el pan de los pobres”, identificado de tal modo con los más humildes de los bañezanos y los que aspiraban a redimirlos que, cuando en 1936, con la sublevación militar ya impuesta, en octubre, el día 10, los rebeldes facciosos decidan suprimir y desaparecer a un grupo de diez comprometidos bañezanos sumarán a ellos a Norberto (preso desde unos días antes en San Marcos), concediéndole el triste privilegio de acompañarlos como una víctima más de la matanza de Izagre y de yacer con ellos durante 72 años en la que en todo ese largo tiempo (hasta ser exhumada por la ARMH a primeros de septiembre de 2008, para entregar los restos de los asesinados a sus familiares el 10 de abril de 2010) se conoció como “la fosa de los bañezanos”.

Otra persona compasiva (seguro que hubo bastantes más en La Bañeza) fue la farmacéutica Josefa Toral Castro, incluida en el pleno del 30 de marzo de 1932 entre quienes desde sus farmacias sirven a la Beneficencia Municipal, y que desde su reciente botica abierta en la calle Pérez Crespo brindaría siempre ayuda a los necesitados de la ciudad y de los pueblos comarcanos.

Volviendo al caso del médico rural adscrito a nuestra tierra, Manuel María Díaz González, señalaremos que era nacido en O Incio (Lugo), en 1886; un hombre con la estatura de un niño, consecuencia de una meningitis que sufrió a los doce años. Su constitución física le valió el apodo de ”O Pequeniño”, pero también se ganó el sobrenombre de “o médico dos pobres”, aquel que, donde actuaba, no cobraba por sus servicios a los menos pudientes. Comenzó a ejercer como médico municipal en su pueblo natal y de inspector de Sanidad en la comarca en 1929, tras haberlo hecho desde 1920 en su consultorio de medicina general, y antes como facultativo titular del ayuntamiento de Villazala desde 1917 hasta aquel año, residiendo este periodo en la pedanía de Valdesandinas, acompañado de su reciente esposa Regina Carnero Pardo (habían contraído matrimonio hacia 1916) y de Luz, la hermana menor de ésta, con la que se desposaría en 1927, después de que en 1923 falleciera su primera consorte). No debieron de faltarle tampoco trabajo y necesidades que atender a este desprendido médico en aquel tiempo en los siete pueblos de aquel municipio regentados, y menos aún durante la virulenta pandemia de gripe desatada en 1918 que aquí se conoció como “la Moda” y que tan drásticamente mermó las poblaciones comarcanas.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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