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Amigo Vicente Boisán Pérez, hasta siempre

● José Cruz Cabo ►Sábado, 28 de agosto de 2010 a las 12:46 Comentarios desactivados


Obituario, por José Cruz Cabo

Por la mañana del día de tu muerte, le pregunté a tu hija Rosamari, por tu salud, ya que hacía dias que no te veía, y me dijo que estabas internado en S. Juan de Dios y que estabas bastante mal, pero no pensé que al cabo de unas pocas horas, iba a ver tu esquela en el nuevo periódico digital de la Bañeza y Comarca, “ibañeza.es”.

Aunque siempre te quejaste de salud y, mucho más, desde la muerte de tu añorada y maravillosa esposa, Jesusa, que tanto te amó y a la que también añoramos los amigos vuestros, no pensé que te ibas a ir tan pronto a reunirte con ella. Cuando nos veíamos por la calle, siempre te quejabas de tu salud, pero también tenías tiempo para felicitarme por mis escritos que tú leías siempre y me reñías si había alguna errata o algun dato mal, con ese cariño que durante tantos años nos tuvimos, pues la amistad comenzó a forjarse en la Acción Católica de la casa de Don Castor Soto, cuando Don Angel Riesco, al que siempre te unió una profunda amistad, nos daba pellizcos en el culo cuando nos subíamos a las sillas, o cuando os hacía vigilarnos en las excursiones de Acción Católica, o cuando estuvisteis ocho días en el monte Iglesias haciendo ejercicios espirituales. Los siete años que nos llevamos de diferencia, nos separaron un poco cuando tú ya eras un joven hecho y derecho y yo un adolescente. Seguí tus peripecias personales cuando estabas de Jefe de Elsa en la zona del Páramo y vivías en Santa María, ya que todos los sábados venías a ver a mi tío Rafael Cabo, del que fuiste un amigo inolvidable. Luego cuando los hijos se fueron separando con sus bodas y tú ya estabas de jefe de departamento en León Capital de Unión Fenosa, venías en los veranos a nuestra ciudad y nos encontrábamos en la terraza del Café Bohemia y mientras tu mujer charlaba con la mía y con las otras amigas de las que solo quedan ya tres, María, Maruja y Nieves, nosotros emprendíamos la conversación porque además, durante cuatro años, fuiste teniente de alcalde y concejal del ayuntamiento, del que pudiste ser el alcalde, pero no quisiste, porque tu palabra era ley y cuando la dabas no te volvías nunca atrás. La verdad es que en aquella ocasión ya habías dado palabra de a quien votarías y no quisiste saber más, a pesar de que tenías la alcaldía seguro.

Para La Bañeza fuiste también una persona importante, porque gracias a ti, la ciudad consiguió tener dos líneas eléctricas, para que nunca tuviéramos problemas si había una avería. Durante tu estancia en el ayuntamiento trabajaste con ahínco por tu ciudad y además lo hiciste con total desinterés y buscando la forma de conseguir cosas que le dieran a tu pueblo mejoras económicas y buenas comunicaciones. La verdad es que fuiste siempre un hombre íntegro, responsable, trabajador, solidario y de una profunda raíz religiosa, porque para ti, Jesucristo y la Virgen, fueron siempre tus modelos a seguir en tu trato con los demás. La pena es que muchas de las cosas que me contaste, que serían interesantes para la historia de nuestra y tuya ciudad, no las escribiste y ahora me temo que quedarán silenciadas. Fueron muchos años de amistad, y todos los que te conocimos, sabemos que la muerte un tanto inesperada de tu esposa Jesusa, te bloqueó el ánimo de vivir y ya no hubo forma de enderezarte, la echabas mucho de menos y no podías vivir sin ella, a pesar de los cuidados de Rosamari, por lo que estabas deseando dejar esta vida para encontrarte en la otra con tu queridísima Jesusa.

Durante años nunca me falto el día de San José tu felicitación y yo tenía que felicitarte a ti porque cumplías los años. Fueron muchas horas de charla y de convivencia, por ello supe de tu simpatía, bondad, amor a tu Bañeza y sobre todo solidaridad y amistad sincera.

En esta hora de tu despedida, que supongo no será muy larga para tus amigos, sólo nos queda estar cerca de tus hijos, nietos y hermanas y decirte que, mientras tengamos vida, tu recuerdo nos acompañará siempre.

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