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Andar y andar los caminos

● Polo Fuertes ►Sábado, 3 de septiembre de 2011 a las 9:31 Comentarios desactivados


Los recuerdos se me agolpan en la cabeza al ver la presentación de la Semana del Peregrino, en esta semana que entra. He dicho y he repetido mil veces que fui testigo y notario de las iniciativas que el cura Arturo Cabo ha venido desarrollando a lo largo de estos ya 26 años de su llegada a La Bañeza. Y en esta del andar y andar los caminos no fue menos. Solo mi actividad laboral me impidió ser uno de aquellos primeros 55 valientes que echaron a cuestas la mochila y comenzaron a caminar a Santiago. Hoy mis achaques de esqueleto me impiden poner en marcha una promesa de recorrido andarín. Al final, tendré que pagarla como todo en la vida.

Allá por los idus (el día 15) del mes de julio de 1988 comenzaba su bautismo de ampollas y polvos del camino la Asociación de Amigos del Camino de Santiago ‘Monte Urba’. La primera etapa, entre La Bañeza y Astorga la fui siguiendo entre el dejar el coche uno o dos kilómetros y volver andando para integrarme en el grupo durante unos kilómetros. Vuelta al vehículo y otra vez a engañar los pies sin pensar en ampollas o que quedaban por delante 300 kilómetros hasta llegar a Santiago de Compostela.

La llegada a Astorga fue apoteósica por la cuesta de Puerta Sol, camino del Ayuntamiento, donde fueron recibidos por el entonces alcalde maragato Adolfo Alonso Ares, un buen amigo de La Bañeza. Después, el camino se hizo maragato, berciano y gallego y la despedida quedó prendida en los últimos jenijos de las cunetas de Murias de Rechivaldo.

Por el programa que la asociación había confeccionado, yo sabía por donde andaban cada día. Pero eran tiempos en los que los móviles y las cámaras digitales estaban aún en mantillas, en la estantería. No lo mismo que este año que fui siguiendo el camino por las crónicas que remitían cada día a este periódico. Por eso, cuando aquel día llegué al Ayuntamiento de La Bañeza para llevar a cabo mi información oficial diaria, el comentario del entonces alcalde, Antonio Fernández Calvo me dejó un tanto perplejo: “¿Que te parece si hoy vamos tu y yo a Samos y le damos una sorpresa a los caminantes de Monte Urba? Yo no me atrevo sólo, porque encima, no conozco el camino”. La respuesta fue un sí, sin pensarlo. Yo tampoco sabía muy bien aquel andar y andar el camino. Pero la ignorancia era, es atrevida. Y allá fuimos.

Después de un viaje infernal por las cuestas bercianas y del Cebreiro, sobre las cuatro de la tarde llegamos al Monasterio de Samos, como si fuéramos los reyes magos. Porque el regidor no se anduvo con chiquitas y llenó la maleta de fiambres, fruta y cajas de Imperiales. El cenobio de Samos había sido aquel día el final de etapa y los benedictinos habían acogido a los andarines bañezanos como mandan los cánones hospitaleros de la Ruta Jacobea.

Fue una jornada de alegría que se vio incrementada además, porque un buen amigo mío, Agustín Miguélez era por aquel entonces abad de la comunidad. Un bañezano de Vecilla de la Vega, tío de la familia Sevilla Miguélez de nuestra ciudad, que nos enseñó al alcalde, a Conrado Blanco y su esposa Charo y a mí los recónditos rincones que no estaban incluidos en las visitas al público.

Cada año, y ya van trece, soy un peregrino más en esta semana. Un peregrino en descanso, porque sigo sin atreverme a coger el bordón y la mochila para andar y andar los caminos hasta Santiago de Compostela con Monte Urba. Este año no podré acompañarles porque estaré de viaje. Pero la añoranza andariega sigue en pie, Y el eterno recuerdo de mis crónicas durante muchos años. Siempre en la salida o en la llegada a tierras cercanas, donde una fotografía era el mejor sello notarial, amén de las mil y una anécdotas que siempre caían para poder ilustrar la fría información. Otras veces, como la del primer año en Samos, era una aventura más para este ajuntador de letras, que de vez en cuando recuerdo con Arturo o con Conrado.

Y es que desde entonces, desde aquel 1988, La Bañeza se conoce más, si cabe, por los cien caminos que, por toda la península, llegan a Compostela. Porque los de Monte Urba los han recorrido o los tienen en cartera para recorrerlos. Felicidades, chavales. Y andar y andar los caminos, que diría Don Atahualpa Yupanqui: “Apenas mi voz levanto / para cantar despacito”.

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