Hace unos días finalizaba otra edición más de las fiestas patronales en las que hay opiniones para todos los gustos; sin ir más lejos, esta mañana en menos de veinte metros cuadrados me encontré en la tesitura de encogerme de hombros en un intento de aparentar dar la razón (totalmente opuesta) a dos personas ante la denostada coletilla de “ya no hay fiestas como las de antes”. Y como en eso de los gustos cada uno tiene los suyos y todas las opiniones son igual de válidas, prefiero mantenerme al margen y no dar la razón a nadie.
Y es que nunca faltan los nostálgicos que añoran aquellas fiestas setenteras y ochenteras cuando los gustos y costumbres no tenían nada que ver con los de hoy porque los que antes teníamos 20, ahora tenemos 40, 50, 60… y las cosas no se ven con la misma perspectiva. La hipótesis de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” parece cobrar fuerza aunque con los cambios, las actualizaciones y las costumbres modernas todos ganamos.
Tal vez si el mundo se hubiese estancado hace 100 años, usted –querido lector– no estaría leyendo un periódico digital y yo no estaría escribiendo estas líneas sin papel y sin tinta; no tendríamos un teléfono de última generación en el bolsillo ni todos los adelantos modernos que nos han hecho la vida más fácil. Afortunadamente el mundo evoluciona, evolucionemos también nosotros.
Con las fiestas pasa igual, y estoy segura que el Ayuntamiento trata de programar cada año lo que ellos consideran que puede gustar a los bañezanos, eligiendo actos para todos los gustos, edades y sin perder de vista la economía y el calendario, por aquello de que ya estamos inmersos en el siglo XXI… Sin embargo, y en mi opinión, no estaría de más ir dejando para el recuerdo algunas costumbres que ya están demasiado obsoletas y que dejan un ligero “tufillo a naftalina”.
Al margen de los parabienes que haya tenido que dar estos días, para mí las fiestas si han sido un éxito tanto en el aspecto cultural, como en el lúdico o el deportivo. Sin ir más lejos, la programación del teatro ha batido récords de participación y creo que ese éxito se debe –en parte– al acierto de la concejalía de Cultura a la hora de programar los espectáculos, o al concejal de Fiestas que estuvo pendiente en todo momento de que las fiestas fueran del agrado de todos, aunque hay que recordar que también en años anteriores los resultados han sido similares; igual era por la misma razón.
Quizás está bien que lleguen aires renovados a las concejalías responsables de que todo saliera bien; personas jóvenes y con ganas de trabajar, viviendo la fiesta desde dentro y desde fuera, personas con ideas, comprometidas con su ciudad y con talante para encajar las críticas, pero sobre todo, personas que están ahí a todas horas, en cualquier lugar en el que haya el más mínimo movimiento, colaborando, organizando, aplaudiendo, resolviendo, informando, autorizando, tragándose algún acto sin mostrar su opinión al respecto y más y más, como ha sido siempre.
Aviso para mis sufridos lectores. Hasta aquí la cosa iba en serio, a partir de ahora, como decía mi querido y recordado Polo Fuertes, “léase con ironía”. Quizás se podría hacer un llamamiento a todas esas personas que dicen que no hay nada y ponerlas de ayudantes para el año que viene con el fin de que sean esos ilustres catedráticos del buen gusto festivo quienes decidan los espectáculos que han de formar el programa; a ver si consiguen llenar las calles y los establecimientos hosteleros como este año…