Desde que comenzó la campaña, las calles se van llenando de caras sin reparar en el gasto de papel y de bosques que ello supone, al tiempo que siempre nos parecerán pocos los carteles de nuestro candidato y muchos los del que nos es menos afín; pero en la carrera hacia el asiento, todo esfuerzo será poco y todos se afanan en contar por cientos las caras adheridas a los muros de la ciudad, intentando desde la pared seducir al mayor número posible de votantes.
La lluvia y las uñas de quienes están hartos de ver ese rostro que no admiran se encargarán de hacer desaparecer, poco a poco, a quienes desde su atalaya se encargaron de pedirnos en silencio ese voto que guardábamos con tanto celo. El domingo 22 llegará el momento, y las promesas impresas en folletos, musiquillas y murales callejeros piden abiertamente un apoyo para cuantos ofrecen aquello de “gobernar para el pueblo”.
15 días que pasan como un suspiro, entre mítines, entrevistas, “puerta a puerta” y pegadas, mientras que el sufrido votante sigue echando sus cábalas de última hora, decidiendo entre tanto cartelón que ve desde la ventana quién es el que más le gusta para que sea alcalde de su ciudad.
Entretanto, sonrisas y promesas llenarán las emisoras y los periódicos locales intentando captar la atención de cuantos se acerquen con un voto en la mente sin acabar de decidir entre las caras disponibles. Todos son el “mejor” y todos disponen de esa varita mágica capaz de hacer realidad sus mejores sueños. Todos son esa “mejor apuesta” que cada votante puede hacer para los próximos cuatro años.
Y al final, llegará el día D y se abrirá la urna para contabilizar los votos como antesala de las caras más variopintas que reflejen distintos estados anímicos: la euforia en unos, la decepción en otros, la resignación de los siguientes… Nadie sabe lo que pasará aunque las cábalas sean de todo tipo, dependiendo el lugar en que se hicieran; pero lo que está claro es que sólo 17 de los 85 aspirantes ocuparán un sillón. Esos serán los que nos van a gobernar. No sabemos si serán los mejores o tal vez nos hayamos equivocado de papeleta, pero unos y otros tendrán cuatro años para demostrarlo.
