Hace unos pocos días, en el transcurso de mi caminata nocturna, fui testigo de un no atropello y, aunque pensé que estábamos viendo en directo una desgracia, afortunadamente no pasó nada más que el susto, que nos llevamos todos los que andábamos por allí. Yo me llevé las manos a la cabeza mientras que recogí el argumento necesario para escribir hoy esta columna y tratar de que algún aspirante a suicida me haga caso y se fije un poco más al cruzar la calle, porque lo de “tengo preferencia” en los casos en que la vida está en juego, no vale.
No había demasiada luz cuando un grupo de cuatro inconscientes se dispuso a cruzar la carretera N-VI sin mirar. No pasó nada porque el coche, conducido por un señor de unos setenta años, circulaba a poca velocidad y pudo frenar a tiempo, pero el susto lo llevamos todos, los no atropellados, el conductor, los que paseábamos por el lugar. Inmediatamente los inconscientes que cruzaron sin mirar empezaron a dar voces, a lanzar improperios contra el pobre conductor y a exigir sus derechos diciendo que en (llamémosle, por ejemplo) Asturias esto no pasaba, que allí los peatones siempre tienen preferencia y tal y tal…
Aquí, en La Bañeza, los peatones también tienen preferencia, pero hay muchos peatones que cruzan sin mirar pensando que el coche que viene va a parar, amparándose en el derecho que les otorga el hecho de ser peatones. Hay conductores que no respetan los límites de velocidad, o que se despistan en un momento puntual, o que van hablando por el móvil, o con el pasajero del asiento de atrás, o que se giran a ver algo, o no tienen los suficientes reflejos, o un fallo en los frenos o… o mil y una situaciones que pueden ocasionar una desgracia en la que, sin duda, la peor parte la va a llevar el peatón. Los daños del coche los cubre el seguro, la indemnización por invalidez o por muerte, también.
Llevo conduciendo –todos los días– más de 25 años y mi mayor miedo es atropellar a una persona, por eso, en ciudad, voy más despacio de lo que exigen las normas de circulación y en los pasos de peatones siempre paro, en algunos que no hay nadie para cruzar también, porque un coche aparcado reduce visibilidad en algunos casos y me puedo encontrar un niño o una persona de poca estatura detrás. Cuando soy peatón, extremo la precaución y nunca cruzo hasta que el coche ha parado por completo y mirando a derecha e izquierda veo que no viene nadie, hasta en las calles de una sola dirección. Por si acaso.
Yo ya lo sé, seguro que todos mis lectores también, pero todos los días veo algún inconsciente que no sabe que es imprescindible mirar a ambos lados y esperar a que el coche pare. No podemos ir por el mundo pensando que por cruzar en los pasos de peatones ya tenemos el salvoconducto para que no pase nada, ni pensar que por el hecho de ser peatones, o ciclistas, o llevar un bebé o una silla de ruedas se puede invadir la calzada sin tomar precauciones, sólo por el hecho de tener preferencia en las zonas que conviven unos y otros. En estas ocasiones, como casi siempre, hay que utilizar el sentido común y no tentar a la suerte.