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Conrado Blanco, o el faro-guía para bañezanos

● Polo Fuertes ►Lunes, 10 de enero de 2011 a las 22:18 Comentarios desactivados


Hace unos días, con motivo del descubrimiento de la estatua de Conrado Blanco González en la Plaza Mayor de La Bañeza, me propuse rendir un homenaje personal a un amigo, con casi 20 de años de diferencia de edad. Pero siempre entrañable y llena de cariño. Por eso, esta columna quiere ser un canto a una amistad que dura ya casi siete décadas, porque nació ya cuando aún mi madre no me había dado a la luz.

Y es que, por aquel entonces, mi madre pertenecía a la plantilla de confiteros en el obrador, en el que el padre de Conrado hacía ya maravillas y melindres en repostería y confitería. Después, desde muy pequeño, correteé entre la confitería y el obrador, con la anuencia de Doña Julia y Don Conrado, padres de mi amigo y propietarios del establecimiento, en aquellos años de la posguerra, en los que la mayoría de los chicos de mi tiempo me envidiaban por aquella suerte que me había tocado para estar cerca de dulces, caramelos y ‘besitos’.

Estuve pues muy cerca de los inicios literarios, poéticos e históricos de Conrado. Unos orígenes que partían de Don Conrado padre, artífice de artículos, sátiras y poesías en los periódicos bañezanos de primeros del siglo XX, en los que bebió sabiduría mi buen amigo Conrado.

Después, su afición fue creciendo con el paso de los años, especialmente por la investigación histórica, que se acrecentó por su casamiento con Charo González, verdadera muleta en la que siempre se apoyó Conrado para desarrollar la ingente actividad cultural y argumental que ha presidido su vida.

Y aquella amistad se fue incrementando con el paso de los años. Sobre todo, con el inicio de mi actividad como periodista y corresponsal de La Crónica de León en La Bañeza y Astorga. Conrado era mi mejor colaborador, siempre desinteresado, para apuntalar la historia y la memoria de muchos de mis reportajes. Tanto de La Bañeza y su comarca, como de Astorga y la suya.

Fue Conrado el que me presentó al cronista oficial de la ciudad vecina, Don Luís Alonso Luengo, que me abrió las puertas, no solo de su sabiduría, sino del aprendizaje para aprender a querer a esta bimilenaria Astorga, astur y romana, medievalista y modernista, así como a ser testigo presencial de su reconversión actual, de la mano del alcalde Alonso Perandones.

Llamar a Conrado, estuviera donde estuviera, para consultar su prodigiosa memoria se convirtió en una de mis mejores gimnasias del conocimiento de La Bañeza. A veces, pasando por el filtro de su esposa Charo que, como Conrado, siempre me abrieron, de par en par, las puertas de su casa, de sus iniciativas, de sus ilusiones.

Celebré su nombramiento como cronista oficial de la ciudad. Estuve en primera fila en todo lo relacionado con el desarrollo de la celebración del Milenario de la iglesia parroquial de San Salvador. He sido testigo directo de la puesta en marcha sus primeras publicaciones y de las últimas. Fui uno de los primeros en enterarme de la creación del Premio Nacional de Poesía Conrado Blanco León y su concomitancia anual con el acto poético de ‘Poesía para Vencejos’, en el patio de armas del castillo de los Bazanes de Palacios de la Valduerna, de la mano del profesor y poeta Felipe Pérez Pollán. O el nuevo premio de poesía infantil ‘Charín’ en honor a su mujer Charo. He estado a su lado en todo su mecenazgo para con la cultura y la historia de La Bañeza, así como en las atenciones que La Bañeza ha tenido para con este prócer (la propia escultura, las medallas de Plata y Oro de la ciudad o su nombramiento como Hijo Predilecto, entre otras). Estuve también a su lado cuando la vida le dio el más terrible trallazo para un hombre bueno, creyente y religioso como es Conrado, con la muerte de Charo, llorando en su compañía la prueba que Dios le ha enviado…

Podría seguir y seguir destapando méritos que muchos, muchísimos bañezanos conocemos. Y siempre me quedaría algo en el tintero. En los últimos años, cuando mi jubilación me permite mayor libertad de movimientos, raro es el día que no echamos una parlada desde la oscuridad de esa degeneración macular que a Conrado pilló de lleno y a mí, por la mitad. Parladas en las que siempre salen a relucir anécdotas e historias de nuestra ya larga amistad, como aquellos melindres que su padre Don Conrado poetizaba en El Jaleo (periódico bañezano de las primeras décadas del pasado siglo).

Hoy mi columna en este periódico digital, del que su enfermedad no le ha dejado a Conrado disfrutar en la libertad de movimientos, y del que solo sabe por referencias que una pléyade de amigos le pone al día, quiere ser ese homenaje personal que, como bañezano, le debo a un hombre bueno que ha tenido en su amor por La Bañeza, el mejor combustible para seguir trabajando por la ciudad de la que es, con todo merecimiento, cronista oficial. Su legado investigador, escrito, publicado y en carpetas manuscritas es como un faro, guía para conocer mejor esta ciudad. Gracias, Conrado.

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