La semana que empieza huele ya a alubias en La Bañeza. Cuando escribo estas líneas no sé aún cuál será el segundo plato y el postre. Cosas del Consistorio y de Paco Rubio. Pero lo que no cambiará serán las alubias, la impresionante Alubiada del próximo domingo, día 18. Es verdad, La Bañeza ya huela a alubias, a feria del campo y de los alimentos, a dieta mediterránea y toda la pesca. Si lo sabré yo que vengo de una familia que por parte materna nos llamaban los ‘Fréjoles’. Y a mucha honra. Mi tío Paco tuvo un bar durante muchos años (ya antes de la guerra incivil) que llevó el nombre de ‘Bar el Fréjole’. Así que como para renegar. Hoy ese bar se llama cafetería ‘Odesa’. Mi madre era Albina la ‘Fréjola’ y mis tías y tíos también.
Claro que sé de fréjoles y de alubias (son los fréjoles secos pero sin vaina). Y para más inri me casé en Soto de la Vega, donde se criaban las mejores alubias de Riñón, alubias de La Bañeza, hasta que llegó la peste y acabó con la producción, la fama y, casi acaba con los agricultores que las cultivaba.
Y es que nuestra alubia por excelencia sufrió una de las mayores crisis que ha tenido el campo en nuestra provincia. Las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo fueron nefastas para nuestra legumbre. Sí señor, hay que decirlo, hay que contarlo. Durante muchos años, en la vega del Órbigo no se vio ni una finca con los enramados alubieros. La alubia blanca, la alubia de Riñón, la alubia de La Bañeza había caído en desgracia. Fui testigo mudo de cómo desde el Ayuntamiento de La Bañeza, siguiendo la moda de aquellos años, se pedía la denominación de origen de Alubias de La Bañeza. Sin que nadie le hiciera el menor caso, a la vez que las almacenes se llenaban de otras alubias blancas que habían pasado el charco. Nadie decía nada al Ayuntamiento de La Bañeza. Todo dios se había quedado mudo, mientras en los campos de la vega desaparecía, casi por completo, la siembra de alubias blancas, de alubias de Riñón y se intentaba cambiar, con muchas precauciones por cualquier variedad de pintas.
Fueron años duros, muy duros hasta que la Diputación Provincial interesó a la Universidad de León y comenzó un proceso de investigación y de ensayos que fueron regenerando aquella pequeña alubia que tenía la forma de un riñón. Aunque, a veces, la picaresca daba gato por liebre. Y solo los entendidos (entre los que me cuento) sabíamos que aquello que se exhibía en algunos escaparates de tiendas de alimentación de Madrid, no eran Alubias de La Bañeza. Sino más bien una variedad de ‘cuarentenas’ o de ‘redondillas’, que mi suegro me había enseñado a diferenciar.
Sin embargo, nosotros seguimos llevando el apodo de ‘Fréjoles’ con la cabeza muy alta. Esas vainas que llaman por ahí fuera, que casan (hoy se dice tienen buen maridaje) con toda clase de fibras, carnes y salsas: fréjoles con patatas, fréjoles con garbanzos, fréjoles con arroz, fréjoles con tomates y patatas cortados en ‘panadera’, fréjoles con cebolla, fréjoles…, Pura dieta mediterránea.
Por eso, con el renacer de la alubia de Riñón, tras pasar por la UVI de la Universidad de León, se volvió a solicitar la denominación de origen o la Indicación Geográfica Protegida (IGP) por parte del Ayuntamiento de La Bañeza y de otros de la comarca. A la vez que se iniciaban las ediciones de las Alubiadas bañezanas, de la mano del gran cocinero madrileño y bañezano (su esposa Gelines es de La Bañeza) Paco Rubio.
Una alubiada para mil, para dosmil, para tresmil, para cuatromil, para cincomil, para seismil, para… Es igual. Paco y sus acólitos, cocineros bañezanos, no tienen pega para bailar el cha, cha, cha, de las cacerolas, al ritmo que marquen los gluglús de las alubias, de Riñón por supuesto, en la Plaza Mayor de La Bañeza. Y es que ‘Fréjoles’ y alubias, primos carnales.
