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Don José Víctor Rodríguez Blanco o “Cabeza Cacahuet”

● José Cruz Cabo ►Jueves, 18 de noviembre de 2010 a las 10:22 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

Don José Víctor, como se le llamaba en la ciudad, donde ejerció de coadjutor de la parroquia de El Salvador, fue un sacerdote muy de los de aquella época, porque le gustaba la partida de dominó, no solía dar sermones, pero le apasionaba el rastreo genealógico de las personas y su mayor ilusión, después de la misa, era sentarse en su oficina del registro parroquial, y rastrear apellidos de gente que le mandaban buscar a sus parientes anteriores, a través del tiempo.

Me contaba muchas cosas, en nuestras conversaciones de varios años en la oficina parroquial, cuando yo iba a que Don Francisco Viloria me diera el indicador religioso, primero para la “Hojita Parroquial” y luego para “El Adelanto”. Si Don Francisco estaba ocupado, yo pasaba a la oficina donde estaba Don José Víctor, al que en La Bañeza se le conoció siempre por Don José, “Cabeza Cacahuet”, dado su peculiar forma de cabeza muy alargada, y este sacerdote bonachón y simpático, me contaba muchas de las cosas que le pasaron, sobre todo recién venido, en los años veinte para aquí.

-Yo llegué a La Bañeza un sábado por la noche y me hospedé en el entonces Hotel Magín, que luego sería Hotel Madrid, donde él estuvo siempre hospedado, hasta que se jubiló y marchó a la residencia sacerdotal de Astorga. Al día siguiente por la mañana, cuando salgo del hotel, veo a un grupo de señoritas, hoy abuelas, que miraban para mí y se reían, cuando llegué a su altura, les digo: “Así que riéndoos del nuevo coadjutor, muy bonito, y las jóvenes se pusieron muy coloradas y avergonzadas y yo les contesté, Pues si mi cabeza la tuvieras vosotras, el que me reiría sería yo” y entré en la iglesia. Después a todas ellas les tuve mucho afecto.

Un día entro en la oficina parroquial, y me dice Don José, tengo un disgusto tremendo, pues se murió el Papa, era Pió XII. Le digo, bueno es verdad, pero ya nombrará otro la iglesia, y me dice: “No es por eso, es que llevo unas noches preocupado, sin dormir, por si se les ocurre hacerme a mí papa, que clase de mitra tendrían que hacerme.

Era una personas que le gustaba mucho la broma y del primero que se reía era de él. Solía jugar la partida todos los días del año, al dominó, en el café Royal y sus compañeros eran Don Gonzalo de Mata, el farmaceutico, Don Benigno Isla, el ferretero, y mi tío Rafael Cabo, el librero. Cuando le ahorcaban el seis doble decía, “Este para el tejadillo de la Tuta”, una señora que tenía una casa de una sola planta, con el tejado muy bajo. Un día un famoso monaguillo, de los años cuarenta, Felipe de la Patrona Gutiérrez, en vez de cederle el paso a Don José al entrar en la sacristía, entró Felipe primero, se tiró al suelo, y cuando Don José, le preguntó qué le pasaba, “Felipe dice muy serio, estoy buscando su propina que se me cayó”. Los curas en aquella época, solían dar cinco o diez céntimos, a los monaguillos que les ayudaban, don José generalmente, no daba nada, pero esta vez le contestó. “Hombre Felipe, has tenido mucha gracia, así que toma una peseta”, y desde ese día siempre le daba la propina al ayudarle a misa.

Sus sermones se limitaban, cuando estaba diciendo misa, a volverse de cara a los feligreses, finalizado el lavatorio de manos y decía: “mientras continua el santo sacrificio de la Misa, les ruego recen un padre nuestro a San José, por el fomento de las vocaciones, una salve a la Virgen María y un credo en profesión de fe”. Le digo yo un día, sus sermones son los mejores, y me dice muy serio.

El día que canté misa en Puebla de Sanabria, de donde él era, había costumbre de que durante el rosario el nuevo sacerdote subiera al púlpito y diera las gracias al pueblo por su acompañamiento. Yo subí, pero fui incapaz de abrir la boca, y tuve que bajar sin poder decir nada, y avergonzado, y nunca he vuelto a subir a un púlpito ni hablar en público”. Cuando se jubilaba me dijo, “fíjate, fuí sietemesino, todos decían que me moría y me tuvieron entre algodones y mira la cantidad de guerra que he dado y los años que he vivido. Don José fue un sacerdote para mí inolvidable.y de una gran calidad humana y sacerdotal.

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