Ha muerto Guillermo García Arconada, ha muerto el primer alcalde de La Bañeza de la era democrática, ha muerto un amigo. Este martes dejaba de existir en León, rodeado de sus hijos, este hombre bueno que llegó a la política de casualidad, con el paso cambiado, con un único objetivo, tratar de servir a los bañezanos con lo mejor que tenía a mano, su honradez.
Pero Guillermo no era político. No sabía ser político. Porque lo suyo era el comercio a gran escala y a pequeña escala, al por mayor y detall. En los últimos años de la dictadura se encontró inmerso en la corporación municipal que presidía su buen amigo, Leandro Sarmiento y, a la dimisión irrevocable de este último, fue ¿ascendido? a la alcaldía. A aquellas alcaldías que nombraban, vigilaban, ordenaban y destituían los gobernadores civiles de turno. Sin saber, ni por asomo, lo que era o podía ser una palabra que había desaparecido de los diccionarios españoles, treintaytantos años atrás: Democracia.
Por eso, cuando a primeros del año 1979 se convocan las primeras elecciones municipales de la era democrática, Guillermo García se encontró entre la espada y la pared de marcharse para casa o afrontar algo con lo que ya ni él mismo se acordaba que había existido en España, cuando era un chaval: unos comicios democráticos, que elegiría el pueblo y cuyos concejales electos nombrarían, así mismo al nuevo alcalde.
Candidaturas, campaña electoral, votaciones y su lista, la de Unión de Centro Democrático (UCD), es la más votada aquel 19 de abril e 1979, con una mayoría absoluta holgada (siete ediles), frente a otra independiente (cuatro concejales) y la del Partido Comunista (dos concejales).
La cosa estaba clara. Pero Guillermo nunca quiso ser político. Por eso, en aquella primera hora democrática, cometió un error gravísimo en política, como fue la constitución de una comisión de gobierno, en la que estaban representadas las tres candidaturas, nombrando tenientes de alcalde a dos de UCD, a uno de la agrupación independiente y a otro del partido comunista. Así como en las delegaciones correspondientes de las distintas áreas administrativas. Y todo ello, a pesar de su mayoría absoluta en los comicios municipales.
No, Guillermo García Arconada no era ni quería ser político y eso le llevó a tener en sus mismas filas al mayor enemigo, conspirando, día sí y día también, cualquier decisión que hubiera que tomar, a pesar de estar de acuerdo la mayor parte de la corporación. Hasta que dos años más tarde, tras perder tiempo, dinero y casi categoría (era muy difícil que Guillermo perdiera categoría, porque el propio Guillermo era la categoría personificada), tiró la toalla sin poder llegar a concluir el mandato para el que había sido elegido.
A partir de aquí, se escenifica la primera estrambótica elección de alcalde en el funámbulo, de la que el Ayuntamiento bañezano es especialista. Y en un pleno rocambolesco de la corporación se producen cinco dimisiones (incluida la de Guillermo), para que pudiera ascender a la poltrona Antonio Fernández Calvo, que había llevado la voz cantante en las distintas conspiraciones del partido.
La Bañeza perdió un gran alcalde y su familia y amigos ganamos lo que siempre quiso ser, una gran persona, cargado de humanidad, sabiduría y buen hacer. En los diez últimos años, nuestras tertulias eran el mejor eslabón para cultivar amistades. Tertulias de amigos que hablaban de los amigos, de la familia, de la empresa…, rara vez de política. Porque Guillermo García era asiduo diariamente a su puesto en la almacén que hoy dirige su hijo Guillermo, hasta un mes antes de su muerte.
Una empresa familiar que había empezado su padre Vicente García, comprando y vendiendo de todo por los pueblos, con un carro y una caballería por mostrador. Después, la firma García Arconada se hizo imprescindible en todo lo relacionado con los productos de la tierra y hoy, la seña de calidad ‘Arconada’ es un mástil de identidad en la provincia, en Castilla y León, en España y el extranjero.
Unas tertulias que en los dos últimos meses había acumulado faltas de asistencia, porque su enfermedad comenzaba a mermar sus ganas de vivir y no quería que sus amigos supiéramos que se debilitaba por momentos. Este martes moría un amigo que, siendo alcalde, nunca quiso ser político. Se llamaba Guillermo García Arconada. Descansa en paz, amigo.