P.J. Abajo
Dolor, rabia, indignación, miedo, expectación o impotencia al ver que las llamas han arruinado su monte y una importante fuente de riqueza para la comarca son algunos de los adjetivos que mejor describen los peores momentos que han vivido cientos de familias en la Valdería, el Jamuz y la Valduerna durante las últimas semanas, justo cuando el fuego comenzó a devorar cuanto encontraba a su paso a lo largo y ancho de hectáreas y hectáreas de terreno.
Después de haber pasado varias noches en vela, expectantes ante el rumbo en constante cambio de las llamas, a merced del viento, en las calles de Morla, Tabuyo, Destriana, Castrillo, Torneros o Quintanilla, entre otros pueblos que se han visto afectados por el mayor incendio que recuerdan se siguen oyendo decenas de historias personales en las que se esconde un futuro negro y unas pérdidas irreparables para la economía de la zona, basada en el aprovechamiento de su riqueza forestal.
Una de esas historias es la de los apicultores de Tabuyo, que han visto cómo el fuego ha devorado varios colmenares con una media de entre 60 y 80 colmenas cada uno; unas pérdidas importantes pero que aún no pueden ser cuantificadas hasta que puedan trabajar sobre el lugar donde tenían asentada la base de su industria, un sector que en los últimos años había cogido fuerza en la zona gracias a la riqueza del brezo y otras especies arbóreas.
Junto a la pérdida de las colmenas -que podrían ser 400 o más sólo en esta localidad-, el adiós a la riqueza micológica que también se ha convertido en un valor al alza para Tabuyo está provocando un panorama de dolor entre quienes ya ven “cómo se hace cenizas el futuro de muchas familias que aman a su monte y al que siempre han considerado una joya”.
“Esto no es un museo”
En Tabuyo y en Destriana o en Torneros y Castrocontrigo, a donde están llegando personas de muchos puntos de la provincia a lo largo de estos días, lamentan que “una desgracia como ésta sea una atracción de feria o una especie de museo donde divertirse”.
