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El Paulón y otros puentes

● Ibañeza.es ►Lunes, 29 de septiembre de 2014 a las 9:30 Comentarios desactivados


La sustitución de las tradicionales barcas y de los viejos puentes de madera por los de hierro vino a formar iniciado el siglo XX también en nuestra tierra parte del progreso, que tanto se hizo esperar para el Paulón sobre el Órbigo, y que alcanzó ya, lo mismo que antes el de la Reina que salvaba el río Duerna en San Mamés de la Vega, el avance de los realizados en hormigón. En hierro remachado se habían ejecutado los de Destriana para cruzar el mismo río, en 1917 el de Castrocalbón sobre el Eria, en la carretera de La Bañeza a Camarzana de Tera (parece ser que los miles de remaches precisados los construyó a mano el herrero de la villa), y en 1905 el de Jiménez para salvar el río Jamuz en la misma carretera. Hasta mayo de 1931, después de que se derribara el último puente de madera que había a la entrada del pueblo, tornándose peligroso para las personas y sus ganados y vehículos, además de entorpecer el curso de las aguas, no se iniciará la construcción del de cemento y hierro armado con remaches de Castrocontrigo, otro de los puentes realizados en nuestra tierra ya con los nuevos cánones de hechura, en su caso según el sistema bowstring.

Muchos años antes, cerca de La Bañeza, junto al punto de confluencia de los ríos Tuerto y Duerna con el Órbigo, sobre el último y al lado de la granja de Hinojo, se había levantado un puente, primero de piedra y después de madera, conocido como de San Martín de Monferruel o Puente de los Pilares, en un poblado propiedad del conde de Miranda y enajenado en 1734 a favor del marqués de Castañón. Ya en 1747 pleiteaban los pueblos cercanos en 12 leguas en el contorno de La Bañeza por el reparto de los costes del nuevo que, también de cantería, se iba a construir, aunque se desecharon los dos proyectos presentados y se optó por hacerlo otra vez totalmente de madera, mucho más barato, pero tan frágil que al poco era arrastrado por el agua, instalando el dueño de la hacienda una barca de paso en su lugar, el mismo que en 1780 reconstruía el puente por su cuenta sobre los sólidos pilares que aún permanecían, y cobraba pontazgo por su tránsito hasta 1926.  En El Diario de León del 7 de diciembre de 1929 (también en La Crónica de León) se informa del enésimo derrumbe del Puente Paulón a causa de las fuertes lluvias que hicieron crecer el río Órbigo, suspendiéndose el servicio de viajeros entre León y La Bañeza; pocos días después se producían inundaciones en Nogarejas, donde se estaba construyendo el puente sobre el Eria.

El 2 de julio de 1930 al pleno de la corporación bañezana informa el concejal César Seoanez Romero de las gestiones realizadas en pro de la construcción una vez más del Puente Paulón, estimando que será reducida, o quizá nula, la aportación que por la Diputación se exija a los ayuntamientos más cercanamente interesados en ella. En la sesión del 12 de enero de 1931 acuerda el consistorio comisionar al alcalde y al secretario para que se entrevisten con el presidente de la institución provincial en orden a la búsqueda de una solución definitiva para que el puente se construya, tal como desde la misma se pretende. Después de la entrevista, en sesión extraordinaria del 19 del mismo mes se informa de la solución ofertada: de las 28.279,78 pesetas que los 16 ayuntamientos enclavados en un radio de 10 kilómetros del puente han de aportar (de no contar con la subvención de la Diputación tal cantidad sería de 38.935, 88) se entreguen 10.519, 61 de presente a prorrateo entre ellos, y las restantes 17.760,17 pesetas se soliciten como anticipo reintegrable en veinte años, y se acuerda convocar a los otros 15 municipios para que voluntariamente participen de tal arreglo, sin que haya de exigírseles legalmente lo conducente a dicho fin.

La reunión tuvo lugar el 31 de enero, y en la misma se manifestaron contrarios a satisfacer cantidad alguna desde Palacios de la Valduerna, Riego de la Vega, Cebrones del Río, Valdefuentes y Urdiales del Páramo, Santa Elena de Jamuz y Santa María de la Isla, y dispuestos a colaborar en su parte proporcional los ayuntamientos de Soto de la Vega, Villazala y Regueras de Arriba, además del bañezano, y en su pleno del día 4 de febrero se acuerda informar de aquel resultado a la Diputación provincial solicitándole la construcción del puente y que se obligue en ella la participación de todos los ayuntamientos afectados. En el del día 19 del mismo mes se da cuenta del optimismo en el que la comisión nombrada en su momento para este objetivo ha desarrollado sus gestiones en León, y el día 4 de marzo se informa a los concejales de las que con igual fin realiza en la corte el antiguo diputado del distrito Antonio Pérez Crespo.

Siguieron produciéndose reuniones entre los representantes del consistorio bañezano y los restantes ayuntamientos afectados, y en mayo de 1931 se replantean las obras del puente y se encomienda su construcción a la municipalidad bañezana, que la encarga al contratista leonés Francisco Fernández Menéndez (también se ocuparía unos años después del arreglo y reforma de algunas calles de La Bañeza), el cual acarrea materiales para iniciar el día 1 de junio su ejecución, con el decidido apoyo del bañezano y concejal socialista de León José Casas Tascón (se le ofreció allí un homenaje de gratitud por ello el 17 de mayo) y del presidente de la Diputación Crisanto Sáenz de la Calzada, aunque previamente haya habido la disposición del ministerio de Fomento de que se rematen las obras iniciadas en León correspondientes a aquel organismo provincial. El día 10 de junio se convoca a los concejales bañezanos para hacerles saber ”la necesidad de reparar el puente (aún de madera) para dejar expedita la circulación que en la actualidad está interceptada”, que acuerdan “el pago de la mitad por este ayuntamiento si el coste de la obra no excede de mil pesetas” (importó 381,43).  El 15 de julio dispone la corporación el pago de 2.273,80 pesetas, contribución del ayuntamiento a la construcción del definitivo Puente Paulón, “cuyas obras han comenzado ya”. El 19 de agosto se citaba a los alcaldes de aquellos municipios para ultimar el expediente el día 22, y a primeros de diciembre se responde desde la alcaldía bañezana a la de Santa María del Páramo que “el Puente Paulón no se ha terminado por las lluvias, y se terminara pronto” (debería de haber sido terminado en octubre, según se estipulaba en el contrato).

El 22 de mayo de 1932 se dirá en La Opinión que hace ya unos meses que se circula por el nuevo puente (del tipo Ribera, de cinco bóvedas y más esbelto y caro que el que en un principio se pensó) cuya prueba de resistencia y recepción se prevén realizar la próxima semana, mientras el puente viejo se ha derruido por sí solo. Todavía en mayo de 1934 se preguntaba desde el ayuntamiento bañezano a los responsables provinciales si era o no procedente la conformidad sobre la construcción del tanto tiempo deseado Puente Paulón, y en la sesión municipal del último día de aquel año se autorizará al alcalde para que subscriba un pliego de reparos en cuanto a la liquidación del puente, solicitando a la Diputación provincial que ella abone el aumento de obra realizado en el mismo, a lo que parece reacia, pues pretende que de tal incremento se hagan cargo los pueblos interesados en su construcción, lo que motivará al inicio de enero de 1935 un viaje a León del alcalde y el secretario bañezanos, del que regresan con la favorable impresión de que se satisfarán sus intereses. A la mitad de aquel mes desde la alcaldía de La Bañeza se requerirá a los regidores de los ayuntamientos de Roperuelos, Valdefuentes del Páramo y Cebrones del Río para que ingresen sus aportaciones de 1931 para la construcción del Puente Paulón, cuya liquidación de obras aprueba por fin la Comisión Gestora de la Diputación en su sesión del 21 de noviembre de aquel año, rematando (a lo que parece) todas aquellas peripecias cuando el 29 de enero de 1936 la corporación bañezana autorice al regidor para cobrar de la Diputación provincial dos libramientos de 1.402,80 y 161,85 pesetas expedidos a favor del ayuntamiento por certificaciones de obra en el Puente Paulón, y para que se abonen tales cantidades al leonés Francisco Fernández Menéndez (el mismo contratista de las calles Marqués de Cubas, Carmen y Alcolea), que había sido destajista en dicha obra.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

Uno de los puentes de madera que con frecuencia arrastraban las riadas y el vecindario reconstruía en hacendera.

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