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El templete que nunca debió desaparecer

● Polo Fuertes ►Domingo, 24 de julio de 2011 a las 0:01 Comentarios desactivados


Si mal no recuerdo (que también podía ser, porque ando jugando al escondite con el primo alemán Herr Eloysius Alzheimer), si mal no recuerdo, digo, en el primigenio proyecto de remodelación de la Plaza Mayor se contemplaba la construcción e instalación de un templete, con vistas a la celebración de los conciertos veraniegos de la banda municipal de música. Unos conciertos que, antaño, eran de obligado cumplimiento durante los jueves por la tarde y los domingos al mediodía. Dichos conciertos comenzaban el día de la fiesta
sacramental, o sea, el Corpus Cristo, y concluían tras la celebración de las fiestas patronales de la Asunción.

Bueno, esta costumbre, esta tradición que los de mi generación gozamos y nos acercó a muchos a saborear y querer la música, parece haber desaparecido. Al igual que desapareció aquel templete, cuando en los años sesenta del pasado siglo se remodeló la Plaza Mayor.

Un templete cuya historia pasa porque a principios del año 1909, según cuentan las actas del Ayuntamiento, la Corporación Municipal de La Bañeza, presidida por el alcalde Robustiano Pollán Rodríguez, acordaba la construcción de un templete-auditorio en la plaza Mayor, donde la Banda Municipal de Música pudiera interpretar su repertorio de conciertos, después de más de 30 años de su creación. Para ello, se le encargó su fabricación a la ‘Casa Corcho y Compañía’ de Santander, por un coste total, una vez instalado, de 2.500 pesetas. Unos meses después, el 25 de octubre de ese mismo año, era inaugurado con toda solemnidad.

El templete constaba de una plataforma octogonal, a una altura cercana a los tres metros, rodeada por una barandilla de forja y apoyada sobre ocho columnas cilíndricas de hierro fundido, a la que se accedía por una escalera con pasamanos. Esta tarima estaba cubierta por un artístico tejadillo, también octogonal, de madera y cinc, que culminaba en una cúpula-vértice de los ocho triángulos unidos.

A lo largo de varias décadas, con las consiguientes interrupciones, por causas y fuerzas mayores (como pudo ser la guerra civil), la agrupación municipal bañezana ofreció cientos de conciertos durante las temporadas veraniegas, cuyas primeras actuaciones se iniciaban siempre el día del Corpus Christi y concluían en la última semana del mes de agosto. Dichas audiciones se celebraban todos los domingos y días festivos al mediodía y los jueves por la tarde. Siguen relatando las actas.

En la década de los cincuenta, la parte de abajo del templete fue cubierta por tabiques de ladrillo, instalándose en su interior una especie de kiosco de bebidas y refrescos, que estaba abierto durante la temporada de conciertos.

En la remodelación de la plaza Mayor, ejecutada en el año 1967, con una nueva alineación de sus tres embaldosados y la construcción de una fuente en el centro de la misma, como en la actualidad se conserva, el coqueto templete de la música desapareció, al igual que la farola que presidía el centro de esta plaza. Lo cierto es, que mientras que la farola fue trasladada a la plaza de El Salvador; del templete muy pocos saben en la ciudad el camino que pudo llevar, una vez desguazado.

Es la triste historia de aquella joya del modernismo bañezano, bajo la cual muchos jugamos los tiempos vespertinos y otros se resguardaron de lluvias y soles durante las mañanas de los mercados sabatinos, hasta que fue convertido en bar. Por eso, cuando ahora pongo a pasear el carricoche de las añoranzas, si mal no recuerdo, había en el proyecto primigenio la instalación de un nuevo templete en la Plaza Mayor. Pero ya digo, a lo peor, no es más que un apunte al oído del primo alemán, mein Herr Eloysius Alzheimer. Quisió.

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