Muchas veces he expresado mi opinión acerca de ese amor apasionado que siento por los libros; he llenado muchas hojas con mis comentarios sobre lo que se esconde entre sus páginas y sobre lo que se pierden quienes no sienten la curiosidad de acercarse a uno y descubrir por sí mismos todo lo que un buen libro puede ofrecer. Los auténticos amantes de los libros, además, miramos esos detalles que suelen pasar desapercibidos y que “nadie” acostumbra a curiosear.
Si al encanto natural de todo libro añadimos el olor a viejo impregnado con el paso de los años y las condiciones de conservación, el tacto de sus portadas antiguas, el color amarillento de sus hojas, la precariedad de aquellas primitivas imprentas y sistemas de encuadernación, la escasez de tipografías y adornos, comparados con la amplia variedad que tenemos ahora gracias a los avances tecnológicos existentes… conseguiremos tener en nuestras manos una auténtica joya.
Aproveché una escapada a León con la intención de sumergirme por un rato entre las páginas de un libro antiguo, aunque no de ocasión, porque a pesar de que los organizadores de estos eventos, ponen juntos ambos conceptos, suelen ser incompatibles. La cuestión es que visité una por una las casetas del mercado de libros antiguos y de ocasión, rebuscando algo que traerme a casa, como hago muchas veces en lugares similares y me encontré más de lo segundo que de lo primero… -será por la crisis-, pensé.
Imagino que sea porque con tal de vender, la gente está dispuesta a todo, o porque a los bolsillos de los españoles en estos momentos nos viene mejor darles un susto de 3 euros que de 300, pero el caso es que de lo que el comprador de libro antiguo busca… muy poquito; en cambio se pueden encontrar infinidad de ejemplares reeditados una y otra vez en ediciones más baratas todavía que las clásicas de bolsillo, e infinidad de cuentos, buscando tal vez ese público que no entiende de crisis económica, de hipotecas, de despidos… al que nadie se atreve a decir que no… ellos no lo entienden.
Y, revolviendo un poco más, hallé en una de las casetas casi una docena de ejemplares de Capiteles y Melindres, de los que nuestro querido Conrado regala a quien lo solicita y, aunque no son ni antiguos ni de ocasión, reflejan de forma amena y verídica los avatares de la sociedad e historia bañezanas. La curiosidad hizo que mirara el precio mientras esperaba encontrarme con un “coste cero”, “ejemplar de muestra”, “no está en venta” o “edición no venal”; sin embargo, los volúmenes que Conrado regala tenían un precio que oscilaba entre 10 y 35 euros, Cada uno se busca la vida como puede –pensé-, aunque sinceramente me sentí estafada y me fui de la feria con una indignación que, posiblemente, Conrado compartiría conmigo.