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Esas ocasiones en las que no todo es lo mismo

● A. Cordero ►Jueves, 16 de enero de 2014 a las 9:30 Comentarios desactivados


No es lo mismo no criticar cuando no hay nada reprochable, que quedarse de brazos cruzados y dejar que pase el tiempo cuando hay mucho por lo que levantar la voz. No es lo mismo una situación en la que un buen mago se sacaba de la chistera unos cuantos trucos para tener al auditorio contento y repartir millones cual Reyes Magos en época de vacas gordas, que dejar que pase el tiempo estirando las monedas y buscar el beneficio mediático (y el otro) al menor precio posible.

No es lo mismo estar cubriendo un expediente ficticio, ocupar un sillón con la soga al cuello y estar mirando constantemente el calendario para ver caer los días, uno tras otro, que intentar enganchar el futuro con uñas, dientes, garfios y cuantas armas sean necesarias para mantener una pantomima que –lejos de las fechas carnavalescas- tiene mucha pinta de disfraz; un disfraz que resulta demasiado evidente para ser creíble. Y no es lo mismo ver los toros en el ruedo que tras la barrera; sobre todo cuando los toros y los toreros no son los mismos.

O caballos. Que no eran toros, sino caballos quienes iban abriendo el camino a una majestuosa chapuza tal día del mes de enero… y sólo fue criticada por voces anónimas a las que la rabia, la decepción en las caras de sus hijos y la sensación de haber sido engatusados por la magia navideña con la promesa de algo original y nunca visto, desataron las herramientas de escribir a quienes sin tener la obligación de hacerlo aportaron datos para criticar a quienes –seguramente, y hasta finales de mes- no se hayan enterado.

Tampoco es lo mismo, por ejemplo, en una entrevista, encuesta, examen… estar en una parte o en la otra. No es lo mismo preguntar que responder. Ni es lo mismo estar en el banquillo de los lectores, que en el de los que escribieron el repertorio. Porque hay quienes tienen en sus manos los artilugios necesarios para pulir maquillando los textos para tener el poder de seducción suficiente y dejar al lector sin dudas y con ganas de continuar leyendo el mismo género de forma indefinida.

Y como casi nunca es lo mismo y las cosas no siempre son del color del cristal con que se miran, convine rascar un poco las letras para mirar debajo y ser un poco incrédulos para evitar que nos engañen como a niños con balones. Podemos encomendarnos a San Judas Tadeo, o confiar en que vendrán quienes tienen en su conciencia la obligación moral de criticar y sacar los colores a los que a pesar de las buenas notas obtenidas hayan podido meter la pata de forma majestuosa.

Al final, pasarán los días y nos quedaremos sin saber si será lo mismo, si dará igual. A estas alturas del calendario, que parece pronto para pensar, ya nos estamos planteando si volveremos a confiar en quien las preocupaciones ajenas le dan igual y piensa que es lo mismo; porque las voces anónimas y las memorias, que cada vez son más frágiles, acabarán viendo todo aquello que parecía una catástrofe, o un sinsentido que el tiempo, ese que se encarga de borrarlo y curarlo todo, acabó por demostrar que condenándolo al olvido, todo es lo mismo.

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