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Fina Luna: una mujer que hizo mucho por La Bañeza

● José Cruz Cabo ►Domingo, 10 de abril de 2011 a las 17:51 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

Yo conocí a Fina Luna, como la llamaban sus amistades y sus familiares, siendo un niño en los años treinta. Su padre era médico y vivían en la calle Padre Miguélez, donde esta hoy la tienda “Avenida”. Pasados unos años, se cambiaron para la Plaza Mayor donde está la Joyería Isaac, y cuando su padre se jubiló, se fueron a vivir a Madrid. Yo la recodaba de niño, pero la diferencia de edad era mucha para que jugáramos juntos como ella decía. Lo que sí recuerdo fue la primera vez que vinieron desde Madrid, su hermana Carmen y ella a las procesiones de Semana Santa, y como se enamoró de la Virgen de la Soledad, de la Cofradía de Jesús Nazareno. La mandó restaurar, le hizo el trono y el vestuario y esta virgen del siglo XVIII, volvió a salir en hombros en las procesiones. Cuando fui a hablar con ella, por este motivo, y le traté de usted, la diferencia de edad y de posición era grande. Me dijo con mucha gracia: “Hombre Pepe, cómo me tratas de usted, si jugamos juntos”.

Ella cuando marchó de aquí era soltera y estuvo quince años trabajando en el Sanatorio de La Paz, ya que era profesora de piano y se dedicó con el piano, a conseguir que los enfermos operados de garganta pudieran volver a hablar.
Después se casó con un ingeniero extranjero, no tuvieron hijos y Fina, en cuanto pudo, se vino a vivir a la ciudad que la vio nacer. Entre ella y su hermana Carmina, costearon las dos imágenes que rodean al cristo crucificado del retablo de Santa María, hizo muchas donaciones tanto a las cofradías, como a las dos iglesias de la ciudad, regaló a la cofradía de Jesús Nazareno, una imagen de la soledad pequeña para que la pujaran los niños.

Posteriormente, al recuperarse la Cofradía de la Vera Cruz, se hizo cofrade y lo primero que se le ocurrió fue regalar una Virgen a dicha cofradía, ya que lo que tenía esta hermandad era una Verónica que era la que realizaba el encuentro con Jesús Nazareno, ya muy deteriorada, que hubo que restaurar. No solo regaló la imagen, sino varias vestimentas para la misma y todavía dejó unos miles de euros para reconstruir la nueva capilla, que ella se marchó con la pena de no verla comenzada, porque la ayuda económica hubiera sido mucho mayor.

Ella disfrutaba comprando o pagando cosas para las distintas cofradías de la ciudad, así como para diversas asociaciones, a las que regaló banderines o estandartes, también a nuestra banda municipal, pagó los trajes de la Banda de Cornetas y Tambores de La Soledad, que luego desapareció, aunque ahora muchos de sus componentes pertenecen a la de la Cofradía de la Vera Cruz. Para ella su ilusión era ver una Bañeza unida, sin odios ni rencores, que todos trabajáramos por engrandecerla y así lo dijo en muchas ocasiones. Fue la artífice de poder organizar la fiesta de la Calle Padre Miguélez y durante unos años se celebró con una misa en la capilla de las Hermanas Carmelitas y después una cena, para todos los vecinos de dicha calle, los que habían vivido antes y los que estaban viviendo en la misma ahora.

Fue una fiesta muy cariñosa que nos hizo recordar vivencias y amistades que se habían perdido con el tiempo, algunos venían a celebrar la fiesta y era una gran ilusión encontrarlos, a pesar de que ha sido la calle más triste para mi vida, pues en ella se murieron mi madre, Everilda, mi abuela Marcelina, mi primera mujer, Angeles y mi única hija también Angeles. Pero esa es otra historia. Con el tiempo, y a petición de muchas personas que la queríamos, el ayuntamiento le concedió la insignia de oro de la ciudad, lo que ella disfrutó a lo grande, ya que su única pasión era ver a la ciudad que la vio nacer, prosperar, engrandecerse, estar unida y ser la más importante de la provincia de León.

Siempre que salía fuera de aquí, hablaba de La Bañeza como si fuera la ciudad más bella, más rica, más trabajadora y más alegre del mundo. Su bañezanismo era inalterable y su ilusión por verla engrandecerse, era lo más importante de su vida, por eso colaboró con su dinero con todas las cosas que le pidieron y ella podía costear, y muchas veces sin pedírselo, se adelantaba ella a las necesidades que veía y que ella podía remediar. Josefina Andrés Alvarez Luna. Fina Luna, fue una gran mecenas para La Bañeza.

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