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Huelga general contra la Azucarera en junio de 1933 y sus efectos (II)

● Ibañeza.es ►Lunes, 15 de agosto de 2016 a las 8:36 Comentarios desactivados


El día 31 de mayo se convocaba al presidente de la Patronal Bañezana para que acuda a una reunión en la que tratar sobre el cierre de establecimientos, y después al mismo, al presidente de las Sociedades Obreras y al comité obrero de huelga para que concurran a la mayor brevedad, invitados por el delegado provincial de Trabajo (que se ha desplazado a La Bañeza), a otra para cambiar impresiones sobre la marcha del conflicto (“que es absolutamente ilegal”, según el delegado), recomendándoles que asistan cuatro o cinco representantes por cada una de las entidades, y entre los de la Patronal uno o dos patronos significados de las obras en construcción en la Azucarera.

“A las 12 de la noche de aquel día, miércoles, no se había logrado solución al conflicto obrero planteado por los del ramo de construcción y secundado por los de los restantes oficios, a pesar de la intervención directa del delegado provincial de Trabajo, presidente del Jurado Mixto y alcalde. El paro general fue completo aquella fecha, y estuvo concentrada bastante Guardia Civil, aunque no ocurrió incidente alguno lamentable. Lo habían precedido varios días de huelgas parciales, desembocando en una jornada de huelga absoluta, cerrando todo el comercio y las fábricas, y en la que participaron también mujeres bañezanas como las lavanderas y modistas. Había sido causa de la huelga la protesta del elemento obrero bañezano contra la intromisión en la Azucarera de forasteros, en detrimento de los de aquí, que quedan sin trabajo. Algunos comerciantes que quisieron abrir fueron atacados y hubieron de echar el cierre. Un grupo de huelguistas esperó en la Estación la llegada del tren correo, y al bajar los paquetes de periódicos fueron arrebatados y quemados a unos cien metros de los andenes. Numerosas parejas de la Guardia Civil de Infantería y Caballería, llegados de diversas procedencias, patrullaron las calles y establecieron servicios de vigilancia en puntos estratégicos. El martes, día 30, se había repartido un manifiesto”.

Tal era la crónica que publicaba después El Adelanto, el mismo en el que la semana siguiente y en primera plana arremete quien firma K-Vernícola (el sacerdote Ángel Riesco Carbajo) contra “los forasteros que han dirigido la huelga; zánganos y avispas que alborotan la colmena”, y anuncia que “quizás no tardando organicen otros una huelga legal pidiendo que a esos pocos pedantes forasteros los echen de La Bañeza por indeseables”. Foráneos perturbadores entre los que seguramente catalogaba el clérigo a trabajadores como los Sierra Fernández (Eugenio y Tomás) a quienes acusará el franquismo, cuando los represalie de múltiples maneras, de haber sido los introductores del socialismo en La Bañeza (donde cuando ellos se trasladan desde Astorga en 1931 el socialismo ya era antiguo), o Cayetano González Lorenzo (“el Vasco”, vocal de la Agrupación Socialista desde finales de mayo de 1936), Leonardo Méndez Prieto, Antonio Batalla Esperanza, Arturo Fernández Cano, Eduardo y Juan Cancelas del Río, Alberto Jiménez (“el Catalán”, referente del anarcosindicalismo en la Azucarera Bañezana, importado quizás desde su tierra; se pierde su rastro en el frente asturiano, posiblemente desaparecido), Bartolomé Otero Gallego, nacido en la Argentina y responsable del ugetista Sindicato de Construcción, y tantos otros afincados y avecindados entonces en la ciudad para hacerla progresar con su trabajo (en aquella factoría sobre todo) y prosperar con ella, víctimas muchos de ellos unos años después de la pertinaz y dura represión de quienes se alzaron en julio de 1936, después de que algunos de ellos padecieran ya la que siguió a la revolución de octubre del año 34, en la que serían también en la ciudad figuras destacadas, y que no merecerá, por cierto, condena ni conmiseración alguna (más bien al contrario) de aquel eclesiástico enojado.

En el transcurso de la huelga, comunicaba el día 1 de junio el alcalde bañezano al Jefe de línea de la Guardia Civil “rogándole retire de la vista del público la fuerza de su mando que presta servicio de vigilancia en la fábrica azucarera, sin perjuicio de tenerla en prevención en aquel lugar en previsión de cualquier ataque que se pudiera producir a la misma”. En la tarde de aquella fecha se desplazaría el gobernador civil a La Bañeza, acompañado de su secretario particular (el bañezano Anesio García Garrido), del presidente de los Jurados Mixtos del gremio de la Construcción y del agente de la Brigada Social señor Muñiz, para solucionar la huelga, aún activa, “ya que los huelguistas no cumplieron la promesa que ayer le hicieron de reintegrarse al trabajo esta mañana”, decía El Diario de León, que informaba el día 2 de que “ayer tarde, tras laboriosa gestión desde las tres hasta las dos y media de la mañana, quedó terminada la huelga en La Bañeza al aceptar patronos y trabajadores la fórmula propuesta por el gobernador. Por la mañana de hoy se han integrado al trabajo todos los obreros”.

Sobre aquellos días nos contaría Gabriel González González que “no hubo altercados ni daños, solamente que vino la Guardia de Asalto, y algunos comercios y bancos quisieron abrir, y el capitán de Asalto los visitó obligándoles a echar el cierre, y les dijo: ‘¿Qué quieren ustedes, que corra la sangre?…”. Cuando en febrero de 1934 los munícipes debatan sobre la construcción de una casa-cuartel para la Guardia Civil en La Bañeza, los concejales de la minoría socialista, que se oponen, dirán que “la fuerza que vino cuando la huelga de junio de 1933 pudo causar un día de luto, y  debe conocerse quién ordenó que viniese”.

*****

Aquellas huelgas o paros parciales de la segunda quincena de mayo que derivaron en la general de los últimos días del mes tuvieron posteriores consecuencias, además de que el Consistorio abonara horas extraordinarias a los policías municipales por su trabajo en aquellas fechas, la cena del gobernador y cuatro señores más que lo acompañaron con motivo de la huelga (de 47,75 pesetas; del cubierto de Bernardo Cantón no se hizo cargo), y a Fernando Delgado Fernández 250 camas (pernoctas) que la Guardia Civil realizó entonces:

El 2 de junio la delegación provincial de Trabajo reclamaba del alcalde el pertinente interrogatorio estadístico de la última huelga; los días 9 y 12 se pedía del juzgado de Instrucción informe de conducta y certificación de la contribución que paga Eugenio Sierra Fernández (trámites que acompañaban siempre al de encausamiento judicial, que ahora sufría como director del semanario socialista local Avance por desacato y por infringir desde el mismo la Ley de prensa, seguramente por cuestiones relacionadas con aquellas movilizaciones), y se citaba el 13 a Fernando Alba Flórez para comparecer a juicio el 19.

En el pleno municipal del día 14 se abonan jornales a obreros del ramo de la construcción colocados en las canteras municipales en virtud del pacto con el que se resolvió la huelga general, a los que se acuerda emplear por el Ayuntamiento en obras municipales (aceras, arreglo de calles,…), y mientras aquél carezca de trabajos emprendidos requerir a los patronos a que cumplan estrictamente también ellos aquel pacto firmado ante el gobernador civil, estudiando la corporación entre tanto los que se puedan realizar, como la reparación de la avenida Pablo Iglesias, de cuyo proyecto ya se ocupa el arquitecto municipal y que se acuerda emprender en el siguiente pleno “para emplear en ella al mayor número de obreros, ocupándose incluso de la extracción de la piedra y la grava de las canteras”, como también “emplear obreros para el riego de los árboles plantados este año en los planteles municipales”. La obligada reparación de las escuelas (cuya duración se prevé en 45 días) aminorará también el paro obrero en la ciudad, aunque la subasta de las obras quede desierta y hayan de emprenderse con urgencia y por administración a mitad de julio, cuando de la consignación presupuestaria de 27.000 pesetas para dar empleo a los parados aquel año ya se habían gastado 15.000.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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