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Jetas turísticos

● A. Cordero ►Sábado, 8 de noviembre de 2014 a las 9:16 Comentarios desactivados


“Mira a ver si escribes algo sobre los jetas, que cada día viene alguno a ponerme de mala leche”, me dijo uno de mis amigos hosteleros. Y aquí estoy, dispuesta a trasladar los pensamientos de mis inspiradores, a echarle la culpa a la crisis y a poner cara a esos que no tienen intención de pagar lo consumido, los que pretenden que los niños coman y duerman gratis y los dejan a su libre albedrío y los que piensan que por haber contratado una mesa o una habitación, tienen derecho a todo; incluso a molestar a los demás clientes.

Y es que, con esto de la crisis, ha aumentado el número de personas que cada día se acercan a los establecimientos hosteleros (si es de nivel medio-alto, mejor) con la intención de encontrar una suculenta oferta, pero el dueño suele ver los jetas antes de entrar por la puerta y lo de pedir un menú para dos, o exigir varias veces pan o un plato nuevo porque el anterior no les gusta (cuando se lo han comido casi todo), o lo de pedir el libro de reclamaciones porque la copa “es más cara que en Madrid”, ya no cuela.

Pero con ese dicho tan mal utilizado que dice que el cliente “siempre tiene la razón”, algunos se exceden en la confianza y se piensan que tienen derecho a pedir lo inimaginable y que el establecimiento tiene algún tipo de obligación en facilitárselo, cuando no es así, pero el cliente suele confundir la generosidad con la obligación y siempre trata de sacar ventaja. Es por eso que se piensan que el establecimiento es supermercado, farmacia, taller mecánico o tintorería, y tienen de todo… y obligación de facilitarlo a los clientes, eso si, gratis.

Por eso, cuando encuentran un impedimento a su cara dura o ven reflejado en la cuenta el importe de lo que han consumido, montan en cólera y se van a su casa para vengarse de la forma más ruin y como más daño hace: con una crítica negativa en los mil y un portales de viajes por los que se mueve el público antes de elegir un hotel; y lo hacen mintiendo y echándole literatura a un comentario mordaz con el fin de que la reputación del establecimiento quede en entredicho; una práctica muy poco ética pero muy extendida, desgraciadamente; no sé si por la crisis o por la caradura de algunos clientes.

Pero lo que nunca dicen en esos comentarios es que trataron de que la estancia les saliera gratis y no se lo permitieron, que se llevaron las toallas del hotel y el mando de la tele, que su niño -además de no hacer gasto en el restaurante y ocupar una o dos sillas- molestó a todos los demás clientes correteando entre las mesas y propició la caída de un camarero con platos incluidos, o que lo que pretendían es que la botella de vino de reserva les saliera a precio de vino de cartón alegando “que no estaba en condiciones de consumir”. Y muchos más datos que atesoran mis amigos y alargarían en exceso esta columna.

Curiosamente, estuve en los Picos de Europa hace unos meses en un hotel fantástico, con un trato inmejorable y de vuelta en casa entré en una de esas páginas a poner un comentario sobre mi experiencia y en agradecimiento por la atención prestada y me encontré con una inmensa mayoría de críticas negativas que no se ajustaban para nada a la realidad. Después de hablar con mis amigos hosteleros he visto claramente a uno de esos jetas turísticos detrás de cada uno de los comentarios.

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