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Jueces sin toga, abogados del diablo, catedráticos de corrillo

● A. Cordero ►Domingo, 20 de octubre de 2013 a las 10:09 Comentarios desactivados


Aunque bajo ningún concepto debemos entrometernos en cada uno de los casos que nos llaman la atención, ni por cercanía, ni por humanidad, por aquello de no entorpecer la labor de la justicia, no podemos evitar meternos a jueces demasiadas veces y juzgar a la ligera sin tener en cuenta más opinión que nuestro propio criterio que, en muchos casos ni siquiera sirve para conversación de bar.

Y es que de bar en bar y de corrillo en corrillo, el cuento cambia de forma considerable y crece, y crece… y todo el mundo se empeña en tener la información correcta y un conocido de confianza “que estuvo allí” y “que lo sabe bien”, y los periódicos que se fían del primero que pasa o de quien no tiene otra cosa mejor que hacer que estar al acecho para ver todo lo que se cuece en el lugar de los hechos. No nos paramos a pensar que detrás de esos juicios gratuitos con los que solemos obsequiar a quien no nos lo va a pedir nunca, suele haber muchos detalles que desconocemos y muchos sentimientos que se pueden herir.

Y luego pasa lo que pasa, que nos acabamos convirtiendo en catedráticos de corrillo sin esperar a que las autoridades pertinentes sirvan, como mandan los cánones, algo parecido a aquello que ya de antemano nos habían contado con distintas versiones quienes deberían haber callado y tenido la paciencia suficiente para no dejarse en evidencia a la primera de cambio. Porque, queridos lectores, no es lo mismo un listo que un listillo y eso, no acaba de entrar en determinadas cabezas que, aunque gordas, demuestran estar llenas de serrín.

Por eso a mí siempre me gusta hacer uso del espejo y siempre recomiendo mirarnos todos un poco más antes de abrir la boca (o cualquiera de esos soportes que se usan ahora para transmitir información), ya que si somos capaces de echar un vistazo a nuestro “yo” interior y atar cabos antes de que el ovillo se acabe por deshacer del todo, igual estamos a tiempo de no meter la pata y evitar juzgar aquello por lo que debemos ser juzgados.

Que las cosas no siempre son como parecen y no conviene adelantarse a los hechos, porque muchas veces el tener conocimiento del caso antes de que se produzca, acaba generando un terrible dolor de cabeza para el que no va a existir tratamiento alguno. Porque, una de dos, o los adivinadores son simplemente charlatanes de feria a los que no se debe tener en cuenta, o están implicados en la trama y conocen los detalles de primera mano… Sin que sirva de precedente, juzguen ustedes mismos, queridos lectores.

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