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La compañía ferroviaria que no cumplió con La Bañeza

● IBAÑEZA.ES ►Lunes, 29 de enero de 2018 a las 7:46 Comentarios desactivados


Celebraba la Corporación bañezana sesión el 18 de enero de 1933, y en ella el concejal Porfirio González Manjarín animaba a insistir ante la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Oeste por la construcción de la pasarela que una el barrio de Santa Marina (ya solicitada, la entidad había prometido incluirla en el presupuesto de 1932), lo que evitará a muchos vecinos el peligro de cruzar las vías al que se ven sometidos con frecuencia. Tampoco se ha avenido la compañía (después de diversas insistencias) a deslindar un camino de paso y servidumbre cercano a los raíles, por lo que se propone activar las mutuas concesiones hechas entre aquélla y el Ayuntamiento cuando siendo alcalde Leopoldo de Mata Casado se cedió el terreno en los barreros de Santa Marina para construir en ellos la Estación. Se plantea además interesarse por la construcción de un paso subterráneo de carruajes, y que se la obligue a reconstruir los trozos del muro de contención que se hallan derribados. Su respuesta a finales de octubre a aquellas pretensiones no satisfará a los corporativos, que entienden que la misma es preparatoria para la solicitud de una nueva cesión de más terrenos municipales, y lo hará menos saber que la antigua enajenación no se hizo por escrito, y no es ahora fácil obligar a la compañía ferroviaria a cumplir con aquellas obligaciones, que incluían además de lo solicitado la construcción de una fuente.

Mucho debía el bienestar y las mejoras traídas con el ferrocarril, y deberían otras que vendrían (al decir de Vicente Fernández Alonso en el semanario local socialista Avance del 17 de septiembre de 1932), a los desvelos de aquel alcalde (lo había sido de enero de 1906 a febrero de 1907, y lo volvía a ser de enero de 1916 a diciembre de 1917), que “a contraviento de los rutinarios que le llamaban loco y despilfarrador promovió el gran acto social, audaz y salvador, del reparto de parcelas en el Arrote y con él la revolución económica generadora de riqueza en la ciudad, transformando aquella vasta pradera de tierra húmeda y negra casi improductiva (reflejo de lo que hasta entonces abundaba: labradores pobres, bestias flacas, campo raquítico y cementerio lleno de muertos jóvenes víctimas del paludismo del que las riberas del Órbigo eran foco) en la que infelices mujeres con caras trágicas de hambre y fiebre maceaban el lino mientras sus maridos tejían en horrendos telares semejantes a cepos de la inquisición, en un vergel al que, aplicado el trabajo de los hijos de la tierra, se deben patatas, alubias, remolacha, casas nuevas y automóviles, y que el rostro triste y tímido del campesino tornara en alegre, limpio y vivo”.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

Estación de La Bañeza a mitad de los años 30.

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