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La feria del libro y el coche del señor marqués

● Polo Fuertes ►Jueves, 7 de julio de 2011 a las 0:01 Comentarios desactivados


Se acabó la feria del libro y llovió. Aunque sólo fuera para una apuesta. Pero llovió y se cumplió la maldición o lo que sea. Bueno, ya sé que fue un éxito en todos los sentidos. Tanto para los organizadores, como para los vendedores. Pero llovió. Que quede constancia. Hubo mucho calor también. Fui testigo varias veces de la solana sufrida por los caseteros. Pero, al final llovió.

Y es que a la feria del libro de La Bañeza, con cambio de ubicación y toda la pesca, le es la lluvia como al coche del señor marques de Hinojo cuando lo lavábamos en nuestra casa. Me explico: Allá por los finales años 50 del pasado siglo, mi padre habilitó la cochera en la que encerraba el taxi un rudimentario lavacoches (el primero que hubo en la ciudad), en el que todos los hermanos doblamos el espinazo para lavar y engrasar toda clase de vehículos a motor.

Teníamos por aquel entonces un asiduo cliente semanal de gran solera, como era el marqués de Estébanez de las Delicias, Don Eduardo Autrán, popularmente conocido en la comarca como marqués de Hinojo (una extensa dehesa entre el río Órbigo y la Cerrajera, con lindes en los municipios de Villazala, Soto de la Vega, Regueras de Arriba y Valdefuentes del Páramo). Un hombre campechano y encantador que cada sábado acercaba su coche al servicio de lavado y engrase. Al bajar, preguntaba por uno de mis hermanos o por mí y su frase era siempre la misma: “Oye, Polito, lávame el coche como vosotros sabéis, que te voy a dar una propina que te van a temblar las piernas”.

Y a fe que era cierto. Ya que a los cinco duros que valía el servicio, añadía otros cinco para cada uno de los tres hermanos. Y si se terciaba, para otros ‘familiares’ que se acercaban a la cola de la propina. A la vez que añadía: “Y mira a ver a qué santo rezáis para que no llueva, que no me llega nunca seco ni al puente Requejo”.

Tenía mala suerte Don Eduardo. Pero era ya una constante: lavar el coche y llover, primos carnales. Como la feria del libro de La Bañeza. Hace algo más de un año,instalado el ferial en la antigua fábrica de harina, cayó la intemerata de agua celestial y las casetas se libraron por estar bajo cubierta. Igual que años anteriores también llovió a cántaros en la calle Padre Miguélez o en la propia Plaza Mayor, antes de la reforma. No hay forma. Lo mejor es que las ventas salgan bien, al igual que la magnífica exposición de Premios Cervantes o la presentación de libros de autores de la tierra.

Por eso, y sin que sirva de precedente, me atrevo a repetir aquí el romance que en abril del pasado año publiqué en leonoticas.com, con motivo de este tendal librero bañezano, comparándolo con la Virgen de Castrotierra. Pero sin pendones ni rocíos, sin vírgenes ni cruces, sin rogativas ni rezos, sin dulzainas ni fiambreras, o sin botas ni porrones, propios de cualquier romería:

“Ya se ha acabado la feria, / feria del agua, del libro, / que cada año en mi pueblo / la riega el cielo en un guiño. / En Castrotierra ya dicen / de su Virgen con delirio, / que le hacen competencia / las casetas de los libros, / sin votarla en comandita / procuradores y fiscos, / como es la tradición / de su Virgen en capillo.

Casetas de librerías / de editoriales y líos, / que presentan escritores, / sus poemas y sus libros / en la fábrica Harinera / que ahora es del municipio, / convertida en un museo / de harina, salvado y trigo. / Unos son de poesía, / para enseñarla a los niños; / otros son de amores tontos / que enamoran a benditos; / otros represión, memorias / o historias en vengativo.

Pero la gente acudió / a la llamada del libro, / a pesar de los chubascos, / de la lluvia y desvaríos. / Así son los bañezanos / que llenaron el recinto / de aquella antigua Harinera, / Oficina de Turismo, / para escuchar a poetas / y a cuentacuentos de chicos, / y conocer a escritores / que presentaban sus libros; / o recorrían casetas / en un muy ancho pasillo, / como altares de ilusiones / encadenados en brillos, / con fantasías, hipérboles / o ediciones de bolsillo.

Voy a pedir a San Pedro / y voto al cielo con brío, / que no mande más tormentas / a nuestra feria del libro. / Que pa eso ya tenemos / una Virgen de tronío / de lluvias y de pendones, / de cruces y de rocíos, / que nos llueve cuando toca, / siempre que se lo pedimos. / Mi Virgen de Castrotierra / de lluvia, soles y vino, / de tamboril y dulzaina, / de jotas y bailes finos. / Que no mande más tormentas / a nuestra feria del libro. / Voy a pedirle a San Pedro / votando al cielo con brío.

¡Ay feria de La Bañeza, / de paraguas y de fríos / que más que historias y cuentos / vende lluvia y pedriscos!”.

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