Se acordaba el 16 de marzo de 1932 en La Bañeza (con los votos en contra de los concejales Liberto Díez Pardo y Joaquín Lombó Pollán) no conceder cantidad ni donativo alguno a la Cofradía de las Angustias para subvenir la tradicional comida de los pobres del miércoles santo, aunque se decidió en la sesión corporativa del 6 de abril satisfacer el impuesto o foro de la Piedad que desde tiempo inmemorial abona el Ayuntamiento a la cofradía de igual nombre y que esta a su vez entrega al Hospital de la Vera Cruz y de don Juan de Mansilla de la ciudad.
El paisano y militar ilustre Herminio Fernández de la Poza sufragaba en 1933 el tradicional potaje que la bañezana cofradía de las Angustias daba a los pobres (una práctica originada en torno al año 1700 con el reparto del potaje cuaresmal de garbanzos con bacalao a los menesterosos de la localidad en las tres Pascuas (de Resurrección, Pentecostés y Navidad); luego solo a doce necesitados en una sola pascua, y más tarde a pobres y presos, para terminar hoy en día dándolo, en una celebración popular, a todo el que lo pide). Aquella y las restantes agrupaciones de cofrades decidían realizar en La Bañeza las procesiones de Semana Santa, “que se celebraron con devoción y asistencia inusitadas, a pesar de las amenazas socialistas de impedirlas; en la del Viernes Santo por la mañana se arrojaron unas piedras a su paso por la calle Juan de Mansilla, sin que se dejaran ver los autores”. Los republicanos y socialistas bañezanos se manifestaban aquella misma mañana del viernes, día 14 de abril (aniversario de la proclamación republicana), precedidos de la Banda de Música y con discursos proclamados desde los balcones del Ayuntamiento, narraría El Adelanto.
Otros son los hechos que aparecen en el acta del pleno municipal del día 12: Las cofradías tienen permiso para procesionar, y el concejal Isaac Nistal Blanco pide su suspensión, y la de la manifestación, también autorizada, de los obreros para celebrar el viernes el aniversario de la República, “con el fin de evitar disgustos”. Como tales asuntos son atribución de la alcaldía, el alcalde, Juan Espeso González, rechaza aquella petición, “confiando en la sensatez de los bañezanos y en que no suceda nada, y de suceder él será responsable de su torpeza”. Después, el edil Ángel González González solicita la Banda de Música para la manifestación obrera que la UGT y el Partido Socialista han promovido (de la minoría municipal socialista de cuatro concejales forman parte él e Isaac Nistal), y el regidor indica “tener orden de que el día 14 no haya festejos, pero que si una autoridad superior lo concediera, él hará lo mismo”, y se acuerda solicitar al gobernador civil la presencia de la Banda. Propone el concejal Joaquín Lombó Pollán repartir mil pesetas entre los pobres “para conmemorar la celebración republicana, y con el deseo de no herir los sentimientos de nadie en ese día”. Se discute luego si la Banda de Música es o no festejo, y de así considerarlo, se plantea que no actúe en ninguna manifestación, ni popular ni religiosa. El corporativo David González Moratinos señala que, según el alcalde, el Gobierno impide las celebraciones, y este decide que se consulte con el gobierno civil de la provincia lo que pueda hacerse, suscitándose súbitamente en este punto un escándalo por el numeroso público que llena la sala, sin que se puedan determinar los gritos y voces y quien los profiere, obligándose por ellos al levantamiento de la sesión.
Mediado marzo de 1934, las cofradías bañezanas hacen preparativos para celebrar la próxima Semana Santa con la solemnidad y las procesiones de costumbre, después de solicitar el día 15, y obtenerlo el 17, el permiso del gobernador civil para celebrarlas, aunque se desconoce aún el 28, miércoles santo (día en el que costeaba aquel año el tradicional potaje servido a los pobres por la Cofradía de las Angustias el joven bañezano Magín Perandones de la Fuente, hijo del industrial José Perandones Cabo y titular del Hotel Magín, que integraba con el Hotel Victoria el censo de los establecimientos hoteleros de la ciudad), “si en las numerosas procesiones de los días de la Semana Santa bañezana se volverá a contar con la tradicional presencia de la Banda de Música”, lo que al final sucedería, contratándola para acompañarlas (según dispone su Reglamento) y pagando sus actuaciones.
Transcurrida la Semana Santa de aquel año se trataba de comenzar a preparar ya la de 1935, resucitando, a propuesta de quien en El Adelanto firma Salvador Ferreras Mansilla (José Marcos de Segovia, que también firmó Cosme Rojas), la Comisión pro Semana Santa de los años 1928 y 1929 que tan buenos frutos obtuvo entonces. En la recién celebrada, uno de los tres recluidos en la antigua Prisión del Partido y ahora Depósito Municipal de Presos y Detenidos (con otros dos, “como presuntos autores del robo de unos cerdos”; los tres serían liberados el 20 de abril) cantó el día de Viernes Santo sentidas saetas al paso de las procesiones, hecho que en El Adelanto narra en un espléndido y emotivo soneto el ilustrado militar y vate bañezano Nicolás Benavides Moro, no menos magistral que el que dedica a las que aquel mismo año (en religiosa competencia con el preso) obsequiara a los devotos Manuel Cruz Pérez (“Manolillo”), el tonelero introductor en La Bañeza de aquellos cantes tradicionales importados de su sevillana Camas natal cuando de allí vino en 1925 para emplearse en la tonelería que aquí había instalado Emilio Perandones Cabo.
El 11 de abril de 1935 autorizaba el gobernador civil las procesiones de la Semana Santa bañezana, y se dispone al poco desde la corporación municipal volver a abonar a la Cofradía de las Angustias 25 pesetas para la comida del “santo potajero” que se sirve a los pobres el miércoles santo, según solicitaba. A la mitad de abril, pasadas las celebraciones religiosas, el director de la Banda de Música, Potenciano Pardo Crespo, denunciaba que uno de sus componentes, Francisco Miranda Toral (será de los primeros paseados en julio de 1936), desobedeciéndole, no concurrió a cumplir con su cometido en la contrata que la Banda realizó entonces para tocar en las procesiones, y acuerda la corporación estudiar su Reglamento por si procede aplicarle la sanción que en él se determine.
Desde La Bañeza se remite el 27 de marzo de 1936 al gobernador civil instancia del cura párroco solicitando permiso para celebrar las procesiones de la Semana Santa de aquel año, el cual le responde el 3 de abril “que cree que no habría perturbaciones, pero no puede responder del orden público”, denegando el día 7, “por decisión del gobernador”, su autorización para realizarlas, lo que comunicará a don Lucas Castrillo Martínez la alcaldía.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)