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Las tierras bañezanas según Pascual Madoz (I)

● Ibañeza.es ►Lunes, 15 de junio de 2015 a las 9:01 Comentarios desactivados


En el año 1845, Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico Estadístico-Histórico de España apunta que el partido judicial de La Bañeza lo componen 45 villas, 71 lugares, 9 ventas, 2 caseríos y 17 despoblados, todos ellos formando parte de 21 ayuntamientos. Al decir de los corresponsales de la zona que le han aportado al erudito geógrafo los datos, las casas de sus pueblos suelen ser de un solo piso, de suelo de tierra, sucias, poco abrigadas y cubiertas de tejas sobre cañizos o de bálago, sobre todo en el Páramo y en la Valdería, a las que se accede por una puerta carretera (sobre la que se halla la tinada) hacia el corral, lleno por lo común de estiércol e inmundicias (el muladar), del que se pasa a las habitaciones y establos, que ocupan un mismo cuerpo. Las cocinas, negras y humosas, respiran por pequeños agujeros que dejan pasar escasa luz. Cuidan poco el aseo los comarcanos, a pesar de lo cual apenas se sintieron los estragos del último cólera-morbo, pues solo se dieron una docena de casos entre ellos. (Creemos que se refiera a la epidemia de 1832, para cuyo cese el 29 de abril “se hicieron rogativas públicas en la catedral y demás iglesias de nuestra diócesis”, aunque bien pudiera tratarse de la que afectó a muchos lugares de la provincia desde el verano de 1834 y coincidente en su inicio con los motines madrileños bárbaros y atroces de liberales radicales y anticlericales exaltados en los que asesinaron a más de un centenar de religiosos culpados de envenenar las fuentes y producir con ello aquella mortandad).

Decía de los que habitaban la comarca bañezana ser “muy pudiente el labrador que con frecuencia come tocino y cecina de vaca además”, y que “nada han adelantado en las artes ni en el cultivo de las tierras, en cuyas operaciones usan los mismos métodos e instrumentos que en los tiempos anteriores,… Hay mucha miseria y mendicidad; sobran brazos para el campo y para las artes mecánicas, y así es que los jornales están muy baratos; las rentas de las tierras sin embargo han subido a un doble, y los colonos se arruinan empeñados. Toman granos a préstamo a exorbitante usura por no haber bancos agrícolas, de manera que su trabajo de todo el año apenas les da para alimentarse miserablemente si han de pagar las rentas y los préstamos…

Imagen antigua de un hogar campesino.

La calidad de la tierra es tan deficiente en el Páramo que sus habitantes no pueden mantenerse de la agricultura, debiendo de dejar a sus mujeres su cultivo y el cuidado de la labranza para dedicarse a la arriería y a especulaciones comerciales, entre otras, de aceite y jabón en la Mancha y en la Sierra de Gata, en Cáceres. Con la desamortización, que ha sido bastante, los bienes han cambiado de dueño, pero los nuevos propietarios, ricos por lo común, han aumentado mucho el precio de las rentas de la tierra, que eran más asequibles en las manos muertas” (la Iglesia o las órdenes religiosas y los nobles). Reseña ya el geógrafo el padecimiento endémico del bocio por los habitantes de los vecinos territorios de la Cabrera, y advierte del error de otros autores de creer que son producidos en sus pueblos los jabones y aceites que en tan alto volumen comercian los arrieros parameses.

De Santa María del Páramo y sus pueblos agregados de Barrio, Urdiales (de Laguna se nombra en 1837), Mansilla, y Villarín  (además del despoblado de San Miguel de Ejidos), cuya población es de “312 vecinos y 1.404 almas”, dice en 1847 Madoz que tiene 220 casas y escuela de primeras letras común a ambos sexos, y es su industria la arriería, traficándose con cueros y otros artículos que compran fuera y almacenan para expenderlos, y algunos molinos de linaza, movidos a sangre. Menos vecinos y habitantes (220 y 991, seguramente solo para la villa, en la que 40 jóvenes de 18 a 24 años entraron en 1844 en suertes) señalaba tres años antes Francisco de Paula y Mellado, asentados en terreno llano pero árido y estéril por falta de aguas, añadiendo que existen además algunos telares para lienzos, mientras que Sebastián Miñano y Bedoya indica para 1827 ser aún menos los habitantes y vecinos (893 y 215), haber también “un tinte de lanas, un molino de viento, y tráfico de aceite de olivas, jabón y bacalao”. Cuando desde el inicio de 1837 la Diputación leonesa hace el arreglo provisional de los ayuntamientos de la provincia corresponden 1 alcalde, 1 procurador síndico y 4 regidores al de la villa paramesa, decididos por tan solo 9 electores en todo el municipio.

Para el tránsito del Órbigo hay puente (aún derruido) y barca en la Vizana, el puente de piedra de Cebrones, una barca en Navianos y otra en Villazala, un puente de madera en Valdesandinas (tal vez el sustituto del antiguo de Monjereal, construido en fechas cercanas a 1776 por convenio entre su Concejo y la villa bañezana), y otro puente, el Paulón, también de madera, propiedad del Marqués de Campofértil (o de Castañón). Por pasar por el último los vecinos de La Bañeza no pagan pontazgo, al hallarse construido en su término municipal. Sobre el Tuerto y el Duerna hay dos puentes de madera, el de la Reina en la calzada nacional y que se está sustituyendo por otro de piedra a expensas del gobierno, y el de Requejo, edificado y sostenido por los fondos del común de La Bañeza. Los ríos Eria y Jamuz se salvan por estrechos pontones de palos y céspedes construidos por los pueblos y que las aguas arrebatan con frecuencia. En cuanto al Puente Paulón, seguramente, y como era habitual, su propietario cobraría una cantidad fija al arrendatario, que percibía a su vez una tarifa, variable según fuera persona, caballería o carruaje, de quien lo atravesaba, disponiendo el pontonero en la casa adjunta al puente de tienda y taberna en la que los vecinos se surtían de productos, incluidas también en el arriendo.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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