Es fuerte, eh. Pero no doy mi brazo a torcer. Hace poco más de un mes, y en este mismo periódico, pedía a gritos, como si fuera un triste mendigo, la creación de un concejal de mierda de perro, en un intento de borrar de las calles de esta ciudad y de todas, si podía ser, esa lacra, ese terrorismo que cada día protagonizan los dueños de perros que les da asco recoger sus mierdas, sus deposiciones, sus cacas. Que por otra parte, son propias de sus respectivas fisiologías.
Después, me enteré que el propio alcalde Palazuelo había sufrido en sus propios zapatos ese terrorismo. Aunque de forma internacional, que para eso es alcalde de La Bañeza. Fue en los propios Campos Eliseos de la capital francesa, en una visita institucional del hermanamiento con la ciudad de Gennevillers.
Todo había concordado sin que nada estuviese preparado de antemano. La resonancia de aquella columna aún sigue teniendo cola. A lo largo de mi ya larga vida de escribidor de pueblo he sido felicitado y criticado por activa y por pasiva. Nunca llueve ni se escribe a gusto de todos y pasa lo que pasa. Pero aquel artículo tuvo un gran impacto social que he agradecido y sigo agradeciendo a quienes han aportado su apoyo.
Sin embargo, los terroristas que no recogen las mierdas de sus perros siguen campando por sus respetos. Un bando y el aviso de no sé cuántos euros de multa desde el Ayuntamiento, no ha servido de nada. O de casi nada. Yo no sé si son más los que hacen las cosas bien que los que las hacen mal. Pero ahí siguen luciendo sus posturas los canes de amos terroristas por toda la geografía urbana, desde la Plaza Mayor a la subida al cementerio o desde las barriadas de las Malvinas y del Polvorín a los barrios de San Eusebio y Santa Lucía.
He sido testigo y han sido muchos los vecinos y amigos que siguen viendo cada mañana, como si fuera una primera noticia de alcance, la mierda de los perros de amos terroristas. Porque veréis mis queridos lectores, yo, personalmente, ya siento pánico cada vez que, por no mirar para abajo, cargo en mis mediasuelas la parte del pastel de una caca perruna. Y eso que nunca fui cobardita. Pero es superior a mis fuerzas.
Sí, ya sé que en la anterior columna de este tema la petición a quien correspondiera era la de un concejal de mierda de perro específico, para tratar de erradicar de una puñetera vez esta lacra de aceras y calles. Y además, estaba seguro que el edil en cuestión iba a ser rentable, hasta que se borrara del mapa a todos estos terroristas de perra gorda, después de haber entregado sus multas y sus armas que, cada mañana tienen la fatalidad de asustar a más de un viandante.
No, no hace falta que sea del equipo de gobierno. También los opositores valdrían para este menester. Con el resultado a posteriori de que si su desempeño es correcto pueden incluirlo en el posterior curriculum vitae electoral que, estoy seguro, daría un montón de votos al partido al que perteneciera.
Es triste tener que echar mano del chiste fácil y de la farsa para denunciar un problema tan jodidamente actual como la vida misma. Pero ahí esta presente cada día. Porque estos terroristas de mierda de perro madrugan, como para asistir a un rosario de la aurora. Son constantes, asquerosos y contumaces. Porque tiene que dar su repelús sacar la bolsita y agacharse para recoger mierda. Pero es más asqueroso que los viandantes, sin comerlo ni beberlo lo tengan recoger en sus zapatos. El que tenga hacienda que la atienda. Dios nos guarde.