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Manuel Cruz, un bañezano que falleció en Gijón

● José Cruz Cabo ►Jueves, 14 de agosto de 2014 a las 9:04 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

El pasado lunes falleció en Gijón el bañezano Manuel Cruz Cabo, donde residía desde hacía bastantes años, aunque nació en la Calle Padre Miguélez. Fue monaguillo oficial, junto con su primo Nino Cabo y Felipe de la Patrona, en los primeros años cuarenta de la iglesia de El Salvador, única parroquia entonces en la ciudad, y fueron los primeros y también los únicos que le declararon una huelga al entonces párroco, el inolvidable Don Ángel Riesco, huelga que duró día y medio.

A los doce años ganó una beca que creó el entonces alcalde, Inocencio Santos, y se marchó a estudiar al colegio de Deusto, ebanistería y talla. Allí estuvo los cinco años formándose profesionalmente y como su profesor quería que ampliara estudios un año más el Ayuntamiento de entonces accedió y estuvo los seis años en dicho colegio de San Juan Bosco.

Al venir para nuestra ciudad, en un almacén que tenía nuestra abuela Marcelina Valenciano, hizo como regalo al Ayuntmirento el escudo de La Bañea en madera, escudo que aún está en dichas instalaciones, y otro con el escudo de León para la Diputación Provincial.

El colegio de Baracaldo, que también pertenecía a esta orden de San Juan Bosco, le encargó un trono para la imagen de Domingo Sabio, que realizó ayudado por nuestro padre, Manuel Cruz ‘Manolillo’, y que fue expuesto en la entonces capilla de La Piedad, que tuvo un éxito enorme.

A raíz de ellos hubo algunos bañezanos quisieron encargarle un púlpito para Santa María y un paso para la Cofradía de Jesús, pero al final no llegaron a un acuerdo y entonces recibió una propuesta de trabajo en Infiesto y se marchó para Asturias, donde se casó con una asturiana, María Isabel Cortina. Con el paso del tiempo se trasladó para Gijón donde vivió muchos años, realizó muchas obras de arte para particulares, pero ya la talla la hacía en horas sueltas dado que entró a trabajar en la acería de Veriña.

A pesar de ello siempre se sintió bañezano y mientras el cuerpo aguantó venía en semana Santa y en las fiestas de agosto. Después las limitaciones de la edad, tenía 82 años, no le permitían venir a la ciudad que le vió nacer. Con mi profundo pesar, unido al de mi cuñada Maribel y sus hijos, Maria Everilda, María Isabel y Daniel, esperamos que en la otra vida esté disfrutando de la eternidad.

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