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Memento, homo

● Polo Fuertes ►Jueves, 14 de febrero de 2013 a las 14:45 Comentarios desactivados


Podía continuar mi crónica en latín. Pero no quiero que me pase lo mismo que al Papa renunciante, que ni sus propios compañeros de promoción en el obispado y el cardenalato le entendieron, Qué pena, oye. Cómo esta la curia vaticana. La de noches que tuvo que pasar en blanco don José Guillén para desasnarnos en los temas de latín y ahora comprobamos que obispos y cardenales de aquella generación no entendieron la renuncia de don Benedicto.

Por eso, mis queridos lectores, no voy a cometer el mismo error, para después tener que traducir, casi de forma espontánea. Porque con los sucesivos planes de estudios, las lenguas muertas tan importantes como eran el latín y el griego fueron desapareciendo de los sucesivos programas y hoy sicólogos, médicos, veterinarios, matemáticos, etc. Se las ven y se las desean para entender de forma práctica muchas de sus tesis curriculares.

Acuérdate, hombre, que eres polvo y en polvo te volverás a convertir. Y es que se terminaron los carnavales, las noches brujas, de chispas, los sábados mañaneros, los desfiles del domingo, del lunes y del martes y hasta enterramos la sardina y comenzamos la cuaresma.

Y es que en aquellos tiempos de prohibición también eran bienvenidos estos cuarenta días de penitencia, ayuno y abstinencia. Es un decir. Porque la iglesia, como otras religiones que también tienen un periodo de estos, no cifran en cuánto y como se debe penitenciar, ayunar y abstenerse. Y pasa lo que pasa.

Porque, vamos a ver, ¿a quién no le gusta un buen potaje de garbanzos con arroz y bacalao? Bueno, pues eso, Aquellos garbanzos viudos que comíamos casi todos los días de la semana, durante todo el año, se aderezaban en estos días con un puñadín de arroz y unas farraspinas de bacalao. No más. Pero que ricos estaban, en aquellos años de pobreza y miseria de posguerra. Después los más pudientes, con esto de abstenerse de carne, se ponían ciegos a pescados y mariscos, con la excusa cuaresmal.

Lo del ayuno se llevaba peor. Porque después de estar ayunando casi a diario por la escasez, ¿qué coños íbamos a ayunar ahora? Además, después cuando se empezaron a ver los primeros brotes verdes, siempre hubo ‘trampas’ para distraer al personal.

En cuanto a la penitencia…, eso era pan comido. Porque penitencia era todo en aquella época de hambre, desde que se levantaba uno de la cama, hasta que se volvía a meter entre las sábanas (los que las tuvieran). Porque lo principal estaba en esquivar las hostias que te llovían por todos los lados, a poco que levantaras la modorra del quehacer diario.

Memento, homo. Comenzaba el cura mientras te imponía (hasta eso era impuesto) la ceniza el miércoles de entrada cuaresmal. Después, venga, a pecar, que ya llegará la Pascua de Resurrección. Entre tanto, las dos parroquias y otras instituciones religiosas programaban tandas de la santa misión, Jornadas de ejercicios espirituales, para llegar purificado a la Semana Santa.

Estas sesiones matinales y vespertinas tenían su dequé. Joder, que miedo se pasaba algunos días. Una santa misión a la que los chavales estábamos obligados por parte familiar y catecúmena a asistir. Había veces que se pasaba a hasta miedo de los pecados que te iban a llevar al infierno. Unos pecados que por mucho examen de conciencia que hicieras no estaban apuntados en la inocencia de tu alma de chico.

Pero ahí estaba un tal padre Vilariño, cuya voz iba in crescendo a medida que la tanda se complicaba más y más, describiéndote las llamas (y el rescoldo) del infierno. Para acabar entre voces desaforadas con una célebre frase que a mí nunca se me ha olvidado: “Tate, tate, pecador, que en el infierno no hay bomberos ni extintores”.

Por eso, ahora dentro de mi anticlericalismo retorcido, doy la bienvenida a la marcha de don Benedicto, porque fue un Papa que le echó un par y, excátedra, proclamó que no hay infierno ni por el forro. Como tampoco hubo buey y mula en el pesebre de Belén y los Reyes Magos, más que de Oriente eran andaluces. Lo dicho. Ni bomberos (por culpa de un concejal del Ayuntamiento de León), ni extintores, ni ya memento, homo que eres polvo y en polvo te convertirás. Anda yaaaa.

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