El ser humano desde el principio de los tiempos ha tenido la necesidad de crear símbolos que representen las cuestiones importantes de su existencia, signos que estén por encima de lo efímero de la vida para poder transmitir su mensaje al futuro.
Hoy vamos a incorporar uno de estos símbolos a nuestra vida. Una idea que representa los logros conseguidos por los bañezanos en la exaltación de nuestro Carnaval. Una escultura que le dedicamos a los carnavaleros que ya no están entre nosotros y que también transmitimos a las generaciones venideras. Esta obra simboliza los sentimientos encontrados y antagónicos que suceden en la vida y en el propio carnaval, ese ying-yang, ese blanco y negro, ese juego de contrarios que cuando confluyen y se equilibran forma algo único e irrepetible.
Algunos bañezanos aprovecharon para inmortalizar en vídeo este momento tan importante.
Lo que surgió en un pequeño boceto en una servilleta, allá por 1995, se convirtió al año siguiente en un cartel de carnaval. Luego tomó forma de pin y se paseó en la solapa de bañezanos y visitantes, también se convirtió en pequeña escultura de hierro y bronce, incluso participó en alguna escenografía en el antiguo Teatro Pérez Alonso y alguna vez lo he visto por la calle, en forma de disfraz. Este símbolo que surgió aquel día de 1995 en una mesa del café Royal, mientras jugaba con un bolígrafo y una servilleta, tiene vida propia y se ha sabido ganar un sitio dentro de la iconografía carnavalera hasta convertirse en una mole de 22 toneladas de acero con una grandeza y un poderío ante la que me siento empequeñecido.
Siempre me gustó trabajar con los artesanos que han colaborado conmigo. Ellos se convierten en tus manos. Tú les trasmites el concepto, la idea y ellos la interpretan en el material escogido. Carpinteros, fundidores, herreros, sabedores de su oficio que dan forma a tus sueños. Hago esta reflexión para explicar la importancia de estos profesionales en la consecución final de la obra que hoy inauguramos. Viene a mi memoria la Fundición Patricio Echevarría y su importancia en la fabricación del “Peine de los Vientos” de Eduardo Chillida o la gran técnica del ceramista Llorens Artigas en los murales cerámicos de Joan Miró.
Para conseguir llevar a buen término esta importante pieza de acero ha sido necesario que el Ayuntamiento de La Bañeza acordara levantar un monumento al Carnaval en la Plaza del mismo nombre, que apostara por el símbolo creado por mí y después se decidiera que fuera realizado por la Escuela Taller de La Bañeza.
A partir de este momento entra en juego una institución modélica con su director Alberto Rodríguez Peñín a la cabeza. Alberto se ha jubilado con esta obra y quiero que esta obra también sea un homenaje a él, por su gran profesionalidad demostrada a lo largo de su ya largo periplo en esta casa.
Todas mis ideas sobre este símbolo y mis dibujos previos fueron captados perfectamente por el profesor de metal Gaspar Martínez, verdadero artífice de la realización material de la obra, que supo transmitir a su equipo de alumnos el amor por este antiguo oficio de la herrería. Fueron varios meses de trabajo duro donde la pieza iba tomando forma gracias a los martillos y sopletes de estos chavales que han aprendido un oficio con el que podrán ganarse la vida y que tendrán en este monumento al carnaval un recordatorio importante de su primer trabajo. Gracias Gaspar por tu gran trabajo y tu amistad y también gracias a Sergio Andrés López, Jorge Bodas Turrado, Luis Bolaños Mures, Alejandro González Sánchez, Adrián Juan Casado, Sergio Mendo Rodríguez y Daniel Villazala Santos, alumnos de la Escuela Taller, porque ya formáis parte de mi universo artístico.
Ahora ya está aquí, en su plaza. Soberbia y orgullosa como todos nosotros, anunciando el carnaval bañezano. Yo me siento como ese padre cuando comprueba que su hijo ya no le necesita, que ha aprendido a volar.
