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Ni tricornio, ni fusil, ni cuartel que construir

● Polo Fuertes ►Jueves, 14 de octubre de 2010 a las 19:39 Comentarios desactivados


Decía mi compañero y amigo Gorostiza: “Falta uno una semana y la arman”, cada vez que iba a Bilbao su fin de semana de descanso. Unos zombis políticos pretenden volver a la vida activa (ver mi última columna en leonoticias.com, titulada ‘Qué miedo me dan’) o, y esto es más grave, la construcción del cuartel de la Guardia Civil en La Bañeza vuelve a la recámara, después de que el Estado haya cambiado de idea y donde dijo diego en la edificación al lado del centro comercial Eroski, ha comenzado a decir digo, para seguir mareando la perdiz y, ahora, construirlo (es un nuevo decir) en las actuales instalaciones que la Benemérita tiene en la ciudad desde 1937.

¡Ay Dios!, cómo estarán las arcas del Estado para volver de nuevo a joder la procesión de la habitabilidad a los guardias civiles de La Bañeza. Porque todo esto es cosa de los dineros oficiales. Como siempre. Y menos mal que ahora dicen lo de construir un nuevo cuartel en el viejo edificio (solar) de la calle Antonio Palau y no salen con lo de la adecuación, reestructuración, reconversión, reparación de la pequeña casina/cuartel bañezana. No voy a dar ideas.

Lo dicho, falta uno unos días de la ciudad y la arman, que decía el compañero de profesión. Una frase que yo ahora me apropio, por aquello de que de algo que hay que vivir en la viña del señor alcalde que, al parecer, es el que ha dado la noticia en la que ni tricornio (sólo en ocasiones festivas y de gala), ni fusil (los viejos mosquetones, como el actual cuartel bañezano se quedaron obsoletos), ni cuartel que construir.

Allá por el año 1988, el Ayuntamiento de La Bañeza cedió de buena fe unos terrenos que tenía al final del paseo del General Benavides, con destino a la construcción de un cuartel nuevo para la Guardia Civil. Al final no sé si el Ministerio del Interior llegó a interesarse por la cesión. Lo que quedó claro fue que la Benemérita quedó compuesta y sin casa porque, como dijo el entonces gobernador civil de la provincia, Arsenio Lope Huerta, el Estado había quedado sin fondos para estos menesteres, dado que en aquellos años, los terroristas de Eta se dedicaron a reventar cuarteles de los guardias en toda la geografía nacional, con agentes y familias dentro.

Era una buena excusa porque todos veíamos y sufríamos aquellos desmanes terroristas. Pero, ¡ay salao!, después nos enteramos que el dinero había faltado porque el entonces director general de la Guardia Civil, un tal Luís Roldán, había metido mano en el cajón del pan, no sólo de los dineros para los nuevos cuarteles, sino también en el de los huérfanos de la Benemérita. Al final, unos años después se construyeron los nuevos juzgados en aquellos terrenos, que también buena falta hacían.

Ahora es la crisis y la madre que la parió. Aunque nadie dice nada. Pero a los guardias de mi pueblo, que ahora ya son más de medio centenar, por aquello de ser cuartel de primera especial, cada día de su Santa Patrona, la Virgen del Pilar, les salen con una macana, para joderles la procesión.

Todo es posible en la viña del señor alcalde. Ahora dice el tal Palazuelo (José Miguel de nombre) que es que los nuevos agentes prefieren vivir fuera de la casa cuartel, por lo que no hacen mucha falta sus viviendas en una pretendida nueva edificación. O lo otro de que prefieren (¿ha preguntado a los interfectos, señor alcalde?) la actual ubicación que el vivir en los extrarradios.

Desde luego, la filosofía que ha primado en el Ministerio del Interior, hasta ahora, es sacar fuera del casco urbano estas casas cuartel por aquello de la operatividad en caso de alarmas inminentes, a la vez que, en el caso de La Bañeza, al estar muy cerca de los juzgados, era otro hándicap más para aquella elección de los terrenos en la Vega Alta, cerca del Eroski.

Al final ni tricornio, ni fusil, ni casa cuartel que construir (podría haber sacado a relucir con estas hebras uno de mis romances, pero al estar involucrada la Benemérita, lo mismo alguno decía que para romances de la Guardia Civil, los mejores son los de Federico García Lorca y eso es una verdad como una casa). Como decía otro buen amigo mío, Policarpo Navarro Sánchez: “A joder que son tres días”.

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