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¿Nostalgia yo?…, tururú

● Polo Fuertes ►Lunes, 19 de noviembre de 2012 a las 9:10 Comentarios desactivados


Mi buena y nunca bien ponderada amiga Geli Cordero me colocó en el muro de mi facebook la palabra nostalgia para describir (es un decir) el estado en el que cree que me pone el transcurso de los treinta días que tiene noviembre (con abril, junio y septiembre). Y, para más inri, mi hija Clara ratifica la sentencia en el mismo muro, animándome a que aguante, que ya queda poco. Jo, tías, que no.

¿Nostalgia yo?…, tururú. Hay que ser muy salao para ponerme a mí nostálgico. Yo he procurado guardar en mi disco duro particular las vivencias de mis ya muchos años pasados, para sacarlas a relucir cuando quiero. Ante una máquina de escribir, antes, y ahora ante la pantalla de un ordenador. No, ya sé que no todas mis vivencias, añoranzas, recuerdos han sido un vivalavirgen de alegrías. No. Lo que pasa es que mi disco duro es un tanto cachondo que sólo me devuelve lo que es digno de recordar. ¿Entendéis?

Ya te digo, ¿nostalgia yo?…, tururú. Porque según el diccionario de la Real Academia que tengo a mano, la palabra nostalgia viene de un palabro griego que no viene al caso y que significaba regreso, por la pena de verse ausente de patrias, deudos y amigos; o melancolía por el recuerdo de una dicha perdida. Ni mucho menos, mis queridas niñas. No señor, ¿nostalgia yo?…, tururú.

Sin embargo, como me gusta que tengáis una razón para que veáis que no tengo ninguna nostalgia de este dichoso mes que empieza con los Santos y acaba con San Andrés, os voy a descubrir mi secreto. Veréis, mis queridas amiga e hija, noviembre es el mes de los santos colegas. No de todos los Santos, sino de los que más me apetecen para cuando vaya al cielo (sí, coño, claro que voy a ir a cielo, aunque tenga que pasar una purga, durante unos años en el purgatorio).

Cuando uno llega a una edad provecta tiene que pensar de vez en cuando en estas cosas. Sin nostalgia, pero con contundencia. Desde hace una porrada de años he ido completando una serie de santos que me han puesto a cien desde el principio. Son santos que ido sacando de las esquelas de los periódicos provinciales, cuando su tocayo de aquí abajo las palmaba. Es digno de alabanza el haber cargado con un sanbenito de nombre como Sofronio. Pues sí señor, existe san Sofronio.

A lo largo de los últimos años he logado completar una serie de nombres de esta índole, con el sobrenombre de raros, raros, raros, que superan ya el millar. Estos no son lo santos colegas que decía antes. Estos tendré que localizarlos en el cielo a los santos en cuestión y a sus onomásticos, para saber de buena tinta que existieron, que fueron rezados y a los que les pidieron larguezas y asuntos varios, a lo largo de su eterna existencia. Ello me ha hecho ser un especialista en el Martirologio, a la vez que he completado un extenso estudio sociológico y geográfico de las procedencias de estos nombres, sólo en la provincia de León, sin ánimo de lucro y no gubernamental.

Mis santos colegas, los que seremos amigos en las tertulias celianas ya lo han sido aquí en la tierra. Buenos, no todos. Porque veréis, el día quince ha sido san Polo Fuertes (bueno, san Leopoldo. Un gobernante austriaco que llevo el sobrenombre del ‘piadoso’ y cuyo nombre significa valiente, según la raíz alemana. Un tocayo que le han puesto de acompañante a san Alberto Magno y apenas figura en los calendarios de dar y tirar. Pero ahí está.

Los días tres y once se compaginan las fiestas de san Martín Manceñido (san Martín de Porres y san Martín a secas respectivamente). El diez y seis es santa Margarita Sevilla. El diez y ocho, San Odón Alonso Ramos. El diez y nueve, san Crispín D’Olot. El veintidós, Santa Cecilia que lleva a batuta de los que nos gusta la música, el canto y el saltar y dar vueltas al aire. El veintiséis es san Conrado Blanco (por poco no coincide con el cumpleaños y que cumplas muchos más).

Quizá me olvide de alguno. Pero todo es perdonable. En esta vida de pipas y caramelos ¿No creéis, queridas niñas que la tertulia que podamos formar allá arriba puede ser de órdago? Pues eso. Pero nostalgia, lo que se dice nostalgia…, nada de nada. O sea, tururú.

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