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Nueve vírgenes para un ‘Rocío’

● Polo Fuertes ►Domingo, 21 de abril de 2013 a las 0:03 Comentarios desactivados


Anda mi amigo Policarpo Navarro Sánchez un tanto compungido porque dice que la Feria de Abril que se está celebrando estos días en La Bañeza no deja de ser una iniciativa pegote que no pega ni con cola. Qué se le va a hacer. Hay mentes que solo sirven para abanicar espejos. “Ahora sólo falta que se saquen de la manga algo parecido a una marcha-romería del Rocío, con salto de la verja para sacar a la ‘Blanca paloma’ y toda la pesca”.

Cuidadito, cuidadito, Navarro, que estás desbarrando, le solté antes de que siguiera adelante con su diatriba. Que en la comarca de las tierras bañezanas existe la celebración del ‘Rocío’ desde tiempo inmemorial y no tiene que venir nadie a ‘inventarse’ nada.

Cada año, allá por las celebraciones de Pentecostés o de la Trinidad, los nueve pueblos de la comarca de la Valduerna, celebran un curioso ‘Rocío’ que tiene poco que ver con el que se celebra por tierras de Huelva. Pero ahí esta. A lo largo de mi vida profesional fueron muchos los sábados de Pentecostés que seguí la celebración como buenamente se podía, porque la fiesta empieza en cada uno de los nueve pueblos que componen esta comarca bañezana.

Hacia el mediodía, arrancan las procesiones de las localidades de Redelga, Miñambres, Villalís y Villamontán, Posada, que se unirán en el camino a las de Valle, Fresno y Palacios, hasta llegar a Castrotierra, todas ellas con el apellido común de la Valduerna. Unas procesiones singulares cuyos fieles llevan a hombros a la virgen titular de la advocación del Rosario, juntamente con su mejor cruz procesional y el pendón titular de cada uno de los pueblos.

Los cortejos se reúnen hacia el mediodía al inicio de la larga cuesta que lleva al santuario de la Virgen de la Lluvia (un par de ellos suben por la parte de atrás de la colina), para iniciar una procesión conjunta, llena de vistosidad y devoción, camino de una misa conjunta de todas las parroquias, para proceder después a la inevitable romería, que es una de las fijas anuales alrededor de este santuario de la virgen de Castrotierra.

Una virgen, más bien morena, que no tiene nada que ver con la onubense ‘Blanca Paloma’. Aunque la celebración litúrgica sea la misma o parecida. Año tras año participé en esta romería, en la que compraba los primeros ‘perdones’ en forma de avellanas, iniciaba algún paso de jota al son de la dulzaina y el tamboril, mientras apuntaba cualquier anécdota para completar mis crónicas.

Esta tradición que, como le informo a Navarro Sánchez, viene de tiempos remotos, tiene su origen, como tantas otras, en aquellos primeros intentos que el cristianismo tuvo de borrar los restos de paganismo en esta colina, entre el valle del río Ornia (Duerna) y el monte sagrado Teleno, que se alza imponente a lo lejos.

El viejo castrum romano era el altar de la diosa Ceres, divinidad de la fecundidad y de la tierra, de las siembras y las cosechas, de las espigas y la sementera mirando al gran dios Marti Tilenus. El monte sagrado de las gentes de la Asturica Augusta y antes de los pueblos orniacos y astures. Y es, precisamente en esta colina, donde se levantó el santuario de la virgen de Castrotierra, la virgen de la Lluvia, con una imagen del siglo XI, que se ha salvado de robos y de incendios. Algo que no pudo hacer una imagen ‘hermana’ de la Purísima, que hace casi cuarenta años, un siniestro estuvo a punto de llevarse por delante el santuario y todo su contenido.

Es Pentecostés o la Trinidad en la religión cristiana y las fiestas de las espigas y la sementera en la cultura judaica. Por eso, después de pasar la fiesta de san Miguel (ocho de mayo), el sustituto cristiano de los dioses, nueve localidades de la Valduerna, el sábado antes (este año, sobre el 25 de mayo, ya que las pascuas de Resurrección fueron marcianas, arrancan con su virgen del Rosario, su cruz procesional y el pendón titular de cada localidad, para llegar al Castro con sus nueve vírgenes y realizar el voto anual.

Así que mi querido amigo Policarpo Navarro Sánchez, antes de soltar alguna que otra parida, infórmate, aunque estés cansado de escuchar aquello de que Sevilla tiene un sabor especial o algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Ya se sabe, los que vivimos en los alrededores de la Plaza Mayor padecemos y nos deleitamos con estas cosas. Que tampoco es para tanto, paisano. “Mambrú se fue la guerra, mire usted, mire usted que pena. No sé cuando vendrá. Si será pa las pascuas, si será pa las Pascuas o para la Trinidad… Hache, i, jota, ka”.

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