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Otro año más que se adelanta la Navidad

● A. Cordero ►Sábado, 25 de diciembre de 2021 a las 8:30 Comentarios desactivados


Siempre digo que cada año se adelanta la Navidad y estoy segura de no equivocarme, ya que ya no sólo son los turrones en las tiendas a mediados de octubre los que nos hacen pensar en las inminentes fiestas, sino que cada año las bombillas de colorines se encienden antes. Incluso en este año en que las noticias sobre el precio de la luz prometen hacernos vivir a oscuras, por no poder pagarla, resulta sorprendente que los ayuntamientos se pongan a decorar todo lo que pillan sin pensar en la elegancia que, casi siempre, otorga la sencillez.

El caso es que (y no vivimos en Vigo), estamos metidos de lleno en la Navidad en un momento en que la incertidumbre nos hace pensar en cosas más importantes, ya que, de ser cierto todo lo que nos están metiendo en el coco, no sería mala idea ser un poco más austeros en despilfarro y un poco más parcos en organizar festivales y eventos multitudinarios de esos que –días después- se traducen en cifras que nos pueden hacer sonrojar de cara a algo más allá de nuestros términos municipales.

Y no, no estoy criticando la Navidad ni que se disfracen las ciudades con aderezos en ocasiones de dudoso gusto, estoy criticando el despilfarro que se hace de cara a unas fiestas que son el paradigma del consumismo, pero del consumismo de fuera, ya que a la calle no salimos demasiado y nos pasamos las horas frente a las pantallas donde nos ofrecen duros a cuatro pesetas, y acabamos comprando en el gigante ese que lo tiene todo, o en el supermercado que da 10 yogures al precio de cuatro, aunque los seis restantes vayan a la basura.

Lo triste es que a pesar de las ayudas que se pregonan para el comercio local desde las instituciones, con preciosos carteles y llamativos eslóganes y campañas de las que no voy a opinar seguirá a verlas venir, por mucho que le planten delante unas cuantas guirnaldas navideñas, porque el cliente ya ha hecho sus compras a un clic o, repito, en el establecimiento ese que tiene de todo y todo “bueno”, pero que no es local, aunque sus puertas den a una calle de la ciudad.

Pero un día cualquiera, por ejemplo un martes, que sin tener toques de queda ni confinamientos que nos obliguen a estar en casa, las lucecitas de colores las disfrutamos más bien poco, porque a las 11 de la noche apenas rompe el silencio algún vehículo de los que ya hablé en mi anterior artículo, y poco más. Bueno, corrijo; los que viven enfrente de los árboles sin hojas pero atiborrados de luces, igual las disfrutan un poco más, pero quienes no tienen con qué pagar el recibo de la luz de su casa, tal vez agradecerían más que su ayuntamiento, junta vecinal o quien corresponda en cada caso, le ayude en esos pagos a los que tienen que hacer frente aunque sea Navidad, en lugar de ese derroche energético con el que queremos impresionar seguimos sin saber a quien.

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