Al igual que dice Pedro, me indigna cuando oigo decir que “en La Bañeza no hay nada”, porque siempre lo dicen los mismos, a quienes nada les llama la atención y que no salen de casa ni en el hipotético supuesto de que los Rolling Stones dieran un concierto gratuito en la plaza Mayor o el Papa Francisco oficiara la misa del domingo, por poner dos ejemplos dispares. Y en La Bañeza sí hay; hay muchas y variadas actividades para poder elegir (y si no se lo creen echen un vistazo a cualquiera de las ediciones del Anuario de La Bañeza).
En dos de los actos previos a la Semana Santa, cuyo programa ha sido impreso, presentado en sociedad y difundido por los medios de comunicación, he visto que había destacadas ausencias “de cuyo nombre no me quiero acordar” y realmente me sorprendió. Teniendo en cuenta que ésta es una ciudad con tanto enamorado confeso por la semana de pasión es curioso ver la cantidad de asientos vacíos que había en ellos y, sobre todo porque tanto la conferencia de Luisa Arias, como la mesa redonda del día siguiente prometían ser interesantes, y lo fueron.
Y transcribo, no sé si las palabras exactas, lo que desgranaron casi de forma unánime, la decena de chavales que reunió Javier Merino para hablar de forma desenfadada de lo que significa para ellos la Semana Santa: todos decían “sentir algo especial”, “algo que los llama y los hace acudir a la cofradía aunque para ello tengan que dejar otras cosas”; jóvenes comprometidos que desatienden su agenda social o académica, ocupando parte de su tiempo libre para asistir a los ensayos, porque para ellos estos días son algo más que una semana de vacaciones.
Nazarenos de futuro. Amantes al 100% de la Semana Santa para los que pujar un paso o tocar en la banda es un privilegio y una sensación indescriptible, “algo que se siente” decían hacerse a un lado cuando “llegan algunas señoras dispuestas a hacerse notar”, porque a ellos el postureo –al contrario que a las citadas féminas– no les movía. Ellos no están en la cofradía con ese afán, porque para todos ellos “la Semana Santa es algo más” que un maquillaje y un peinado profesional para lucir y salir guapas en los periódicos aprovechando la ausencia de capillos y la luz del día.
Me hizo gracia la denominación y la capturé de inmediato para traerla hasta estas líneas, y no sólo a mí, ya que el público presente interrumpió el debate en varias ocasiones para aplaudir la espontaneidad de una de las participantes así como la genial explicación de lo que todos vemos en cada cita procesional. Un postureo de andar por casa, pero postureo que –muchas veces– por desgracia, mueve más que la propia fe que se supone por la mera asistencia al acto religioso en sí.
