P.J. Abajo
Medio siglo después de haber culminado la aventura de desplazarse a Ripoll (Gerona), con lo puesto y para trabajar como obreras en la famosa fábrica de hilaturas Saphil mientras estudiaban el bachiller, 130 mujeres que entonces eran unas niñas leonesas de 14 o 15 años se han vuelto a reencontrar este sábado en La Bañeza para recordar viejos tiempos en aquella residencia de chicas regentada por religiosas seglares que fue pionera en permitir a las jóvenes labrarse un futuro en la pujante industria textil catalana mientras estudiaban.
Eran los años 60, 70 u 80 en una provincia donde muchas jóvenes de las comarcas del Órbigo, la Maragatería, el Páramo, el Bierzo, la Montaña Leonesa o la zona de La Bañeza apenas tenían como horizonte de futuro el mundo del campo. Fue entonces cuando un sacerdote de San Cristóbal de la Polantera, el padre Isaías, comenzó a reclutar jóvenes por toda la provincia para formar parte de este experimento que logró llevar a Ripoll a más de quinientas féminas para convertirse en obreras y al mismo tiempo estudiantes de la Sociedad Anónima de Peinaje e Hilatura de Lana (Saphil), formando una familia con la que pasaron cuatro años de su vida, en los que apenas tenían 15 días de vacaciones en verano para volver a casa.
En la fábrica catalana, uno de los buques insignia de la industria de la zona del Ripollés, buscaban chicas serias y trabajadoras, acostumbradas a las tareas del campo y a colaborar en la organización del hogar que tuvieran ganas de formarse de cara a un futuro más allá de las duras faenas del campo. Y así fue como poco a poco fueron llegando promociones de “niñas que allí se hicieron mujeres”, tal y como recuerda hoy en día alguna de las ‘chicas de Ripoll’, para trabajar durante ocho o nueve horas, estudiar otras tres y seguir un horario estricto.
Así cuatro años –si aprobaban los exámenes y podían continuar, puesto que no aprovechar el tiempo y rendir lo suficiente en el trabajo equivalía a regresar a casa– entre los 15 y los 19, más o menos. “Al principio eras una niña y lo pasabas mal, pero luego te dabas cuenta que gracias a la Residencia podías forjarte un futuro que en casa era impensable”, recuerda una de las féminas que apuntaba que gracias a aquellos años en Ripoll “además de los estudios y de ganar un dinero se aprendían unos valores que de otra forma era imposible”.
Este año se cumple el 50 aniversario de la salida de la primera promoción de ‘graduadas’ en Saphil y algunas de aquellas mujeres recuerdan cómo al finalizar su estancia en la residencia catalana hicieron “un viaje inolvidable a Italia” para despedirnos. “Llevábamos formación, un título de bachiller laboral y 150.000 pesetas en nuestra cartilla, que en aquella época era mucho dinero”, apunta una antigua obrera que recuerda que el sistema de la fábrica era el taylorista, donde las chicas cobraban incentivos a la producción según el trabajo realizado.
“Los mejores años”
Miles de anécdotas, reencuentros, momentos de emoción y el recuerdo de haber vivido “unos de los mejores años de mi vida” a pesar del trabajo duro y la férrea disciplina de la residencia volvieron a salir a flote en La Bañeza. Aunque todos los veranos organizan algún encuentro, muchas mujeres no habían vuelto a verse desde hace treinta, cuarenta o cincuenta años, cuando se ‘licenciaron’ y empezaron una nueva vida, y para facilitar la comunicación cada una llevaba una tarjeta identificadora con su nombre y apellidos, promoción y una fotografía de entonces.
De la residencia de Ripoll, donde algunas abandonaron antes de tiempo por no aguantar el ritmo de trabajo en la fábrica o por no rendir lo suficiente en lo académico, salieron futuras enfermeras, maestras, farmacéuticas, abogadas, veterinarias, amas de casa, empresarias, funcionarias, trabajadoras de otras fábricas… Mujeres –entre ellas unas cuantas bañezanas– que vieron en Saphil la puerta de entrada a un mundo nuevo lleno de oportunidades y donde forjaron una gran familia con la que convivieron a lo largo de cuatro años. Cuatro años de los que medio siglo después aún guardan grandes recuerdos.
Veo (leo) que algunas no les fue tan bien. ¿Les iba mejor en los conventos? Parece que la culpa fuera de los propietarios de la fabrica que “explotaban” a las chicas. Aquí también empezamos todos y todas a currar a los 14 años (incluso antes) y no tenemos tanto drama. Para culpar a alguien, a lo mejor, hay mirar hacia los padres que las dejaban “embarcarse” en esa “aventura. De desagradecidas, esta este país lleno.
la mejor gratificación cuando cruzabamos el puente )
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salir a la carretera
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y ser libres en medio el monte ))
Futuro por allá ninguno, de hecho todas volvimos, unas antes y otras después.
No sé si alguna se quedo por aquellas tierras, pero si es así muy contadas.
Bonito….el paisaje , si me gustaria volver , pero de vacaciones.
El trabajo no era duro, aunque tengo que reconocer que para jovenes de 14,15,16, años hoy no estaria permitido, pues tenia el plus de estudio, tareas de limpieza en la resi y lo peor de todo para mi eran los madrugones , será por eso que ahora duermo todo lo que puedo y mas.
Después de los años he visto que lo que se buscaba era mano de obra barata y eso que se ganaba mas con la edad que teniamos ,que cualquier obrero de otro sector.
Terminabamos haciendo a esa rutina y eramos “felices” pero por la edad que teniamos , tambien derramamos muchas lágrimas.
En fin, una experiencia más de la vida.
S.A.P.H.I.L ya no existe , pero hizo mella.
Saludos a tod@s
No fue todo tan bonito como nos lo pintan ahora.
Hoy día se trataría de explotación juvenil.
Ahora en la lejanía se ve de otra manera.