Mi buen amigo Policarpo Navarro Sánchez me lo advirtió muy seriamente aquellos primeros días del 2002, cuando empezaron a desaparecer las pesetas para dar paso a los euros: “Esto va a ser la ruina de España y si me apuras, también la de Europa”. Yo no le hice mucho caso, porque las nociones de economía de Navarro Sánchez se parecen muy mucho a las mías. O sea, cero patatero. Pero tenía razón.
Hoy nuestro Banco de España ni pincha ni corta. Y el Central Europeo nos hace la pascua rusa cada vez que abre su gobernador la boca, por los hilos de marioneta que sujeta la tía Ángela (la Merkel). Hoy nuestros ministros de economía y hacienda no pinchan pero sí recortan a nada que los mercados (¿persas?) ponga patas arriba las bolsas y la prima (¿puta?) de riesgo. Al final, ya digo, Policarpo Navarro Sánchez tenía más razón que un santo.
Además, juntamente con la advertencia profética de una posible ruina (no sé si llegó ya o estamos a punto), Navarro Sánchez sacó a pasear su sabiduría y con las cuentas de la vieja en la mano me explicó que “lo mejor es intentar rentabilizar los redondeos, que van a llegar y muy pronto, porque conozco muy bien el paño de nuestros vendedores habituales”. Qué razón tenía mi viejo amigo.
Porque veréis, nuestros vendedores habituales, como decía Navarro, aguantaron un mes pensando en pesetas, hasta que empezaron a pensar en los veinte duros. Me explico: confundieron y nos confundieron a los pobres gastadores que un euro equivalía a vente duros. Un redondeo globalizado que les dio unos resultados cojonudos. Mientras que los sufridores consumidores tuvimos que aclimatarnos a que los veinte duros que costaban en aquellos primeros días del 2002 un café, una cerveza…, por poner un ejemplo que conoce todo cristo, se transformaran, por arte magia en un euro. (bobo euro, que decía Policarpo Navarro Sánchez, 166,36 pesetas).
Y comenzó a rentabilizar los redondeos. En vez de dos cervezas (y si se terciaba, tres) diarias se consume una o ninguna. Y lo mismo con el café, y con el agua mineral y con el pan y con los pantalones, y con las camisas y con…
Viene todo este preámbulo a cuento con motivo de la subida, del atentado, del atraco a mano armada, del redondeo de las tasas e impuestos municipales que nuestros ínclitos ediles han puesto en órbita días atrás. Las cosas están mal. Los recortes de las administraciones superiores, la merma de los ibis de la deconstrucción, la ruina profetizada por mi buen amigo Navarro Sánchez… han derivado en este despelote impositivo que nos ha cogido a todos con el culo al aire.
Por eso, llamé de inmediato a mi buen amigo economista de cabecera, para preguntarle cómo demonios rentabilizábamos el desaguisado. “No tiene solución a corto plazo, Polín. Tanto Palazuelo como Tomás son listos como ellos solos. Porque no vas a vender tu piso que tanto trabajo que ha costado pagarlo, ni la cochera, ni el trastero, ni el coche. No vas a dejar de mudarte a diario cuando te duches, o a dejar de ducharte, de lavarte, de afeitarte, de beber agua del grifo porque haya subido la intemerata el agua. No vas a vender la sepultura familiar, con despojos y toda la pesca, porque las tasas del cementerio se han disparado como una ametralladora. No, amigo Polo. Esto se llama paga y calla y cuando lleguen las elecciones…”.
Largo me lo fió mi buen amigo Policarpo Navarro Sánchez. Son listos el alcalde y el teniente alcalde. Ya puedes echar incienso al incensario, para turiferar las partes bajas (o sea, inciensa con los cojones). No hay vuelta de hoja. Bueno, sí, no sé si me lo contaron las estrellas o tal vez lo soñé en una noche de desvele. Parece ser que los concejales del equipo de gobierno han renunciado a la respectiva paga navideña de sus sueldos políticos. Es una pasta, creo, no sé. Buen camino llevan para poder poner un poco de orden en las cuentas municipales. Más que orden ponerse al día. Por eso, y sin que sirva de precedente, yo les propongo al alcalde y comparsa que miren a la alcaldesa de Astorga, mi buena amiga Viti Alonso (los consejos de Navarro Sánchez se me han quedado desfasados) y se quiten el sueldo político, redondeen sus cuentas con el común, vivan de sus oficios y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. O sea… Ni puto caso.
