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Reyes Magos y perros estreñidos

● Polo Fuertes ►Martes, 4 de enero de 2011 a las 13:57 Comentarios desactivados


Éramos una banda de seis o siete chavales del barrio de Triana (varias calles que confluían en la hoy de Lope de Vega). Una banda que en la tarde/noche de la colación de los Reyes Magos se ponía en marcha con varias panderetas y otras tantas tapaderas de tarteras viejas, con vistas a ‘cantar los reyes’ y pedir el aguinaldo: “Buenos Reyes, buenos Reyes, / buenos Reyes de alegría…”.

El canto empezaba con gran estruendo de percusión, en los primeros pasos de los portales de aquellas casas solariegas, la mayor parte de agricultores, a la espera de que saliera la dueña/dueño, que nos regalara alguna castaña, algún bollo, alguna nuez, uvas pasas o, si se terciaba, unas perras gordas o perrinas: “Que en el portal de Belén / parió la Virgen Maria. / Que chascarrascás, / que dijo Melchor, / que dijo Gaspar, / también Baltasar…, / que por ser la Pascua de Reyes / que buen aguinaldo nos tiene que dar”.

En casi todas la casas siempre ‘caía’ algo, comentábamos hace unos días uno de aquellos cantores, Quique Java y yo, al añorar aquellos años de nuestra niñez, en el barrio de Triana. “Y la casa que no daba…, ¿te cuerdas?”. Y los dos a la vez, en plena Plaza Mayor comenzamos a cantar la estrofa de castigo: “Allá arriba en aquel alto / hay un perrito cagando, / para el ama/amo de esta casa / que no nos da el aguinaldo. / Que chascarrascás…”. A la vez que la percusión de tapas de tartera y panderetas subían de tono para ‘avergonzar’, aún más si cabe, al tacaño/tacaña.

Recuerdos y añoranzas de dos niños de la posguerra, que al final volvimos a coincidir en la anécdota, con aquellos cuernos de cacahuetes que nos daba siempre la señora Prudencia la frutera, allí en la esquina donde en la actualidad comienza la calle de David González.

Hoy habría que cambiar la vieja estrofa de castigo. Porque ahora los perros hacen caca en cualquier rincón, en cualquier acera que les venga en gana. Sin que muchos, muchos de sus dueños/dueñas tengan la sensibilidad, la dignidad y la higiene de limpiar la cagarruta. Y más en estas fechas navideñas que, al parecer, como todo hijo de vecino, los perros encantadores urbanitas comen más de la cuenta y se estriñen como un petardo mal atado. Con las consiguientes grandes descargas, cargadas de esfuerzos y zozobras.

Pero…, cuántos perros hay para tantas mierdas. Sí, ya sé que hay una normativa que pena a los dueños (porque los perros no tienen culpa alguna, pobrecitos). Pero que no se cumple, señor alcalde, ni se multa, señor alcalde (aunque lo haya hecho uno de esos chuchos de amo/ama guarro/guarra, delante de sus narices). Como no se cumplirá lo del tabaco en muchos ascensores y escaleras comunitarios (en alguno ya me tocado tragar el humo rubio, al día siguiente de la prohibición).

¿Qué quieren, que seamos los ciudadanos, los vecinos los policías? Pues no, señor alcalde. Lo mejor será cambiar la estrofa de castigo de pedir el aguinaldo. Porque hoy los perros de aquel alto cagan siempre (algunos/algunas recogen la mierda, otros, la mayoría, no), aunque los dueños/dueñas de las casas suelten la pasta.

Pero tengamos la fiesta en paz para lo que queda de navidades. Yo ya hace unos años sé que los Reyes Magos son los padres. Pero sigo creyendo a pies juntillas en los Magos de Oriente. Casi siempre me han traído algo cuando les he escrito la carta petitoria, aunque algunas veces sea carbón negro y piconero (mea culpa).

Por eso, esta tarde/noche, si cuadra, a lo mejor, nos juntamos algunos de aquella banda del barrio de Triana y nos ponemos a cantar aquello de “Buenos Reyes, buenos Reyes, / buenos Reyes de Alegría, / que en el portal de Belén / parió la Virgen María. / Que chascarrascás, / que dijo Melchor, / que dijo Gaspar, / también Baltasar, / que por ser la Pascua de Reyes, / que buen aguinaldo nos tienen que dar”. Tras, tarrastrás, tarrastrás, tarrastrás, tras tarrastrás , tarrastrás, tarrastrás, retumbará el acompañamiento.

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