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Señales de adorno a prueba de kamikazes

● A. Cordero ►Domingo, 21 de noviembre de 2021 a las 8:38 Comentarios desactivados


Hace diez años, el entonces Gobierno de nuestro paisano Zapatero aprobaba una ley en la que la velocidad máxima en las autovías y autopistas bajaba de 120 a 110 km/hora. La excusa zapateril era el ahorro energético que suponía la reducción de la velocidad para paliar la subida del petróleo. Curiosamente, a los cuatro meses, el petróleo bajó y se acabó la medida, pero nos costó a los españoles unos 240.000 euros de nada porque buscando la forma más económica de hacerlo se colocó una pegatina encima de la cifra anterior que “sólo nos costó 40 euros por señal”.

Algunos puntillosos, en cuyo grupo me incluyo, pensamos que el elenco de cabezas pensantes del momento tendría algún pariente o amigo al que hacerle dicho encargo y así entre tal y tal, aquellos cuarenta millones de las antiguas pesetas –tirados a la basura a los cuatro meses- irían a parar a algún sitio más que a las propias señales ya que a 40 euros la unidad es un precio algo abusivo para una triste pegatina. Quizás se escurriera algo de dinero por algún lado que no llegamos a conocer.

Recientemente, se volvió a hablar de la rebaja de la velocidad en las vías urbanas, con el fin de reducir accidentes y la gravedad de los mismos, limitando la velocidad a 30 km/hora. Aquí ya teníamos alguna con el límite a 20, por cierto y, salvo algún kamikaze de los que pululan todas las noches por las calles bañezanas a bordo de potentes vehículos y sin que nadie haga nada por evitarlo, las personas normales no excedemos dicha velocidad aunque no nos pongan una señal, ya que viandantes, bicicletas, obstáculos, pasos de peatones y en muchas ocasiones escasa visibilidad impiden llegar a la velocidad permitida.

Pero en las últimas semanas viendo que los empleados municipales estaban colocando señales a diestro y siniestro se me encendió rápidamente la bombilla de las ideas retorcidas sin poder evitar la comparación que les acabo de hacer en párrafos anteriores: la del despilfarro en forma de señales para decirnos –cada 100 metros- aquello que ya sabíamos los que respetamos las normas de circulación. A los que siembran el pánico noche tras noche les hace falta algo más que un letrero, pero esa cuestión parece que no corre tanta prisa…

Y ahora pienso terminar este rollo sin decir las que hay porque no quiero hacer las cuentas, pero si alguno de mis lectores quiere hacerlo por mí, le daré uno de los datos necesarios para hacerlo, ya que me estuve informando y me enteré de que una señal, sin contar el poste y algún añadido más que se le arrime, cuesta entre 90 y 300 euros. Si ponemos una en cada esquina, la cifra resultante resulta (valga la redundancia) cuando menos, escandalosa.

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